Por: Juan Serrano
Anoche, cientos de miembros de la comunidad Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales e Intersexuales (LGTBI) bogotana se arrodillaron en alabanza a la Corte Constitucional por su sabia decisión acerca de la adopción de parejas homosexuales. Con ellos celebraron académicos, intelectuales y quienes se interesan realmente por el bienestar de los niños.
La senadora Vivianne Morales acertó con su queja: la decisión fue aprobada con sólo seis votos. Tiene razón en su alegato ya que seis personas decidieron el destino de miles de niños y de parejas homosexuales, incluso decidieron por las generaciones futuras, por homosexuales que aún no han nacido.
A pesar de mi felicidad íntima por la decisión—felicidad que no comparte la senadora Morales—, un sabor amargo me pasea la boca. ¿Por qué tuvimos que esperar un fallo de una corte? ¿Por qué no bastó con la voluntad de los individuos de hacer una familia?
Porque estamos acostumbrados a obedecer a nuestro rey, el Rey Estado. Es un rey policéfalo que nos dice qué podemos hacer y qué no. Nos protege de lo prohibido en cada área de nuestra vidas. Decide con quién podemos tener una relación formal, hasta qué debemos consumir.
Considero que, en este caso particular, una de las cabezas reales decidió bien y devolvió el poder a la voluntad del individuo. Esto, sin embargo, no quiere decir que las cabezas del Rey siempre decidan bien, o que en realidad siempre tengan en cuenta nuestro mejor interés. La corona real, en un momento de benevolencia, nos ha dado un permiso, pero no por eso deja de regular prácticamente todo aspecto de nuestras vidas.
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¿Qué ha cambiado? Ahora tenemos un permiso estatal, como en la época de las reales cédulas, para conformar una familia, con una pareja de nuestro mismo sexo, si así lo deseamos. Pero el punto esencial es que no deberíamos haber necesitado ese permiso en el primer lugar.
La lucha no debe ser para que el Estado le dé la razón a la razón. La lucha debe ser para que el Estado, nuestro monarca absoluto, permita que los individuos gobiernen sus propias vidas. El reto es restarle al Estado el poder para aplastar al individuo, y mucho menos que lo haga en nombre de una supuesta mayoría. Así no lo entienda Viviane Morales, quien es todo menos liberal, pese al nombre de su partido, la mera superioridad numérica no legitima la violación de libertades.
Hoy sonrío por la decisión de la Corte Constitucional, pero paradójicamente concuerdo con la senadora Morales: el asunto no debió ser aprobado con seis votos, sino con sólo dos: los de los individuos que decidieron conformar una familia sin hacerle daño a nadie.
Juan Serrano es miembro fundador del movimiento Libertario de Colombia. Síguelo en @juan_ss15