Cristina, a diferencia del resto, yo sí te entiendo.
Entiendo que no entiendes, o que no quieres entender, y eso te hace desentenderte del mundo.
Entiendo que no te preocupa si pierdes, si no gana el que te traiga perdición.
¿Traerte perdición? Eso sí lo entiendes, Cristina, tan bien como yo. “El que nada debe, nada teme”, dicen, y tú te aterras porque debes más de lo que temes. Y eso, Cristina, yo lo entiendo.
Entiendo que la crisis de los cuarenta se sumó a la de los sesenta, y que tus cansados huesos no soportan tanto peso. Créeme, Cristina, que yo te entiendo.
Entiendo tu sentimiento por salir corriendo. Te cuento que nosotros, seres humanos impredecibles, en realidad, somos predecibles. Frente a la adversidad, somos valientes o cobardes, y los socialistas como tú, Cristina, nos han dejado claro que la valentía no es su fuerte.
Cristina, te entiendo.
Pero Cristina, no te compadezco. No te compadezco en lo más mínimo.
¿Sabes por qué? Porque lo tienes merecido. No te compadeciste de todos aquellos a los que desprestigiaste, insultaste, condenaste, empobreciste y destruiste.
Cristina, Newton tenía razón: toda acción tiene una reacción de igual proporción; y tu galopante corazón, más vivo ahora que en los últimos trece años, lo comprueba.
Se te revientan los nervios, Cristina, y no sabes qué hacer.
Ay, Cristina, si solo te lo hubieses pensado dos veces.
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Pero no hay vuelta atrás, y lo hecho, hecho está.
Llegó la hora de enfrentar a los monstruos que creaste. Y eso te hace sentir más miedo, y no sabes qué hacer. Crees que nadie puede protegerte, crees que nadie te entiende.
Pero aunque yo te entienda, Cristina, no busques refugio conmigo.
A todos nos toca pagar nuestras deudas, y esta vez es tu turno.
Jorge Emilio Lince es guayaquileño, amante de la libertad enemigo del Estado. Es estudiante universitario, miembro del Movimiento Libertario del Ecuador y coordinador de campus de Estudiantes por la Libertad Ecuador. Síguelo en @jorgelincep.