En una columna del día 29 de julio del 2013, en pleno debate por las elecciones presidenciales —ideas, que no está de más decir, están llevando al país a la ruina—, la economista de la Universidad de Chile Claudia Sanhueza (a quien acudió en ese entonces el hoy honorable diputado de la bancada estudiantil, Giorgio Jackson, para armarse de artillería en el debate público), intentaría demostrar que el país ha sufrido un aumento “significativo” en los indicadores de desigualdad, tomando como ejemplo el Gini propuesto por Serge-Christophe Kolm y su método sobre una perspectiva “absoluta”.
Así las cosas, debiéramos suponer que un aumento de la misma equivaldría a una vida cuya calidad fuese inferior y con menos oportunidades. Nada más lejos de la verdad, como veremos en el presente artículo.
Lo cierto es que esta medición no es de fiar. Ni siquiera al economista francés Thomas Piketty —paladín de la redistribución económica, a quien la coalición gobernante le pusiera alfombra roja— le trae buena espina el índice: “El coeficiente de Gini no es un buen indicador”, dijo el francés, en una conferencia de enero este 2015 en la Universidad Diego Portales.
Dirá usted, ¿por qué es un mal indicador? Veamos. Si usted tiene un ingreso mensual de 100 pesos y el Estado le confisca 30 por la vía impositiva, la reducción en términos de su poder de adquisición ¡no se considera! El sesgo y la trampa son evidentes. Así de sencillo. De este modo, debido a su facilidad de cálculo y de interpretación, la gran burocracia y la casta política se valen del camino “fácil”.
Aún así, contrario a lo propuesto, la académica de la Universidad de Chile reconoce un descenso, donde no obstante omite el cálculo del Gini relativo por el ingreso promedio de cada período, que en efecto se conoce como “Gini absoluto”: “la desigualdad relativa ha descendido levemente entre 1990 y 2011, durante este lapso de tiempo el Gini relativo cae de 0,56 a 0,52”.[adrotate group=”7″]
En este sentido, el que a mi juicio más a profundizado en el tema es el profesor de la UC Claudio Sapelli, quien mediante su análisis de “cohortes” por generación plasmado en su libro Chile: ¿más equitativo? y otros artículos —como por ejemplo, Desigualdad, movilidad, pobreza: necesidad de una política social diferente— pone de manifiesto el hecho de que las generaciones nacidas a partir de la década del 60, particularmente, y hasta la actualidad, han visto sistemáticamente reducidas sus diferencias en materia educacional, acceso a agua potable, niveles de consumo, esperanza de vida, etcétera.
Se desprende que las generaciones más jóvenes tienen una distribución del ingreso sustancialmente más equitativa que las generaciones de mayor rango etario. Hay en ellas una mayor movilidad social y una menor tasa de pobreza. La evolución hacia las “cohortes” generacionales recientes, podría interpretarse como un “vamos bien”, según Sapelli. Lo que evidentemente no es suficiente, claro está.
Por lo que cabe preguntarse, ¿debemos seguir en la senda de los últimos 25 años o girar al camino lúgubre y redistributivo cuyas consecuencias han sido tan perjudiciales para América latina?. Un ejemplo claro de esta reducción de la brecha, es el aumento progresivo en los niveles educacionales secundarios.
El presente gráfico muestra la relativa entre Chile (barra negra), el promedio de la OCDE y Estados Unidos. Vemos así, que las personas en edad presente de 55 a 64 años tienen un promedio muy inferior al de la OCDE y Estados Unidos. Por contraparte, aquellos que oscilan los 25 a 34 años, hoy por hoy, superan el promedio educacional secundario en relación a los países agrupados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Rodrigo Norambuena es estudiante de Ingeniería Comercial y miembro de Sector Privado, una organización social que apunta a promover el respeto a los derechos de propiedad a través del activismo callejero en Chile. Síguelo en @NorambuenaRod.