A pocas horas de que se anuncie el final del cepo cambiario en Argentina, muchos siguen debatiendo sobre la cantidad de reservas que tiene el Banco Central y cuál será el impacto que esta medida tendrá sobre el valor del dólar. La realidad es que, si bien resulta relevante conocer con cuántos dólares cuenta la entidad financiera madre hoy, las medidas que se tomen posteriormente en materia fiscal son las que deberían preocupar más.
La historia fiscal argentina en los últimos diez años se ha caracterizado por el inédito crecimiento del gasto público y la pésima administración de los fondos públicos. Con la aceleración de las erogaciones estatales a partir de 2009, el gasto público llegó a representar más del 45% del PIB en los últimos meses.
De esta forma, Argentina se convirtió en el país que más expandió su gasto público en la región sudamericana y hoy se ubica como el segundo con mayor erogación pública, únicamente superado por Venezuela. Además, este año las finanzas públicas cerrarán con un déficit que alcanzará aproximadamente 7% del PIB.
La otra cara de esta expansión fiscal se corresponde con aumentos exorbitantes de la emisión monetaria desde que los Kirchner están en el poder. El mes de agosto del corriente año pasará a la historia por ser el momento en que la impresión de billetes de AR$100, el de mayor denominación en Argentina, fue récord.
Gracias a la emisión monetaria descontrolada de los últimos años, el poder de compra que este billete tenía cuando se creó en 1992 equivaldría a casi AR$1.800 del presente. Con un aumento promedio de la base monetaria al ritmo de 30% anual desde el establecimiento del cepo cambiario en octubre de 2010, los nuevos billetes añadidos a la plaza, destinados a financiar el despilfarro kirchnerista, pusieron al país en medio de un proceso inflacionario no visto desde hacía años.
Con una inflación promedio de más de 25% anual en los últimos cuatro años, se estima que el 2015 cerrará con una inflación de aproximadamente 30%, en comparación con el año pasado. El diluvio monetario de los últimos tiempos se ha traducido inevitablemente en pérdida de poder adquisitivo de la moneda, generando además un clima de incertidumbre y mala asignación de recursos que llevaron no solo a tasas de crecimiento económico negativas sino también a la destrucción de capital, que tardará tiempo en recuperarse.
[adrotate group=”8″]
Por lo dicho anteriormente, el nivel de reservas del Banco Central no debería ser el foco de discusión en este momento. Es importante conocer cuántos dólares hay en el Banco Central y qué valor tendrá la divisa norteamericana una vez que se salga del cepo, pero aquello que tenemos que vigilar de cerca son las causas que encaminaron a la Argentina hacia estos controles cambiarios absurdos, es decir, tenemos que vigilar de cerca la política fiscal.
Entonces, aquello que debiera preguntarse al Gobierno actual es cuál será su postura frente a la política fiscal del año próximo. Como ha sugerido incasables veces Roberto Cachanosky, lo importante es volver a restablecer la confianza en el mercado cambiario, por las vías de la transparencia y la flexibilización. Si el Gobierno recientemente electo promete llevar a cabo una política de disciplina fiscal que vaya de la mano con medidas de disciplina monetaria, entonces no se debería esperar otro escenario más que el de uno de recuperación económica y vuelta al sendero de estabilidad de precios en el mediano y largo plazo.