El natalicio de Jesús marcó un importante hito en la historia. Fue el cumplimiento de las antiguas profecías judías y el cumplimiento de la promesa para todas las familias de la tierra. Pero, ¿quién es Jesús?
Bueno, Jesús es el niño que nació en Belén y partió la historia del mundo para siempre. Es ese niño que anunció el profeta Isaías (Is. 9:6); ese niño que creció y a los 30 años aproximadamente inició su labor final: salió a predicar un mensaje de perdón, de amor, de salvación.
Enseñó el camino para agradar a Dios y estar en paz también con los hombres. Fue tan importante su mensaje que muchos se vieron amenazados y arremetieron contra él. Jesús entregó su vida por amor a la humanidad, y aunque murió en una cruz, venció la muerte y se convirtió en el regalo que el Padre dio a la humanidad: el Salvador y Rey.
Los cristianos alrededor del mundo celebramos en diciembre el cumpleaños de nuestro Dios hecho hombre, Jesús.
La Navidad es celebrar a Jesús el Cristo, o eso se supone que debería suceder en esta fecha, y sin embargo hoy vemos que diciembre se ha convertido en “el mes del estrés” entre las cenas, las compras, la bebida y el dinero derrochado.
Vivimos una fiesta que poco tiene que ver con la paz, el perdón, la salvación, o con Jesucristo. Los festejos de Navidad han cambiado bastante, aunque podemos decir que en América Latina se guardan ciertas costumbres religiosas. Debemos preguntarnos: ¿estamos celebrando la Navidad o es una fiesta secular en la que aprovechamos para reunirnos y tener vacaciones?
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Me atrevo a responder que son pocos los que realmente mantienen el sentido de festejar la Navidad como una fiesta espiritual, individual y colectiva para los creyentes. Más allá de la religión, esta fecha debería celebrarse conforme a la relación personal que cada uno tiene con Dios y con su prójimo, pues el resto son sólo añadiduras.
No vale la pena decir que las fiestas con los seres queridos, los regalos y la cena sean innecesarias o mundanas, pero esta vez el llamado es a entender que todo eso que viene de las costumbres sociales, del mundo físico y emocional que compartimos con otras personas, y que el cumpleaños de Jesucristo sea un motivo más espiritual de celebrar, más personal, más intimo.
Rompamos el círculo de las celebraciones vacías, en las que la comida, los regalos, la ropa y el mundo es lo importante y no tienen un significado espiritual. Que la navidad sea una celebración íntima entre Dios y cada uno de nosotros.
Gabriela Ortiz Pozo es ecuatoriana, con estudios en relaciones internacionales y jurisprudencia, y Vicepresidente de las Juventudes del Partido Social Cristiano (PSC) del Ecuador. Síguela en @gabyortizpozo.