Por Carlos Alberto Salguero
Podría decirse que la salida del cepo cambiario en Argentina fue el hecho de política económica más importante del año que termina, pues significó el fin de las arbitrariedades cambiarias (con sus múltiples fricciones) y permitió a los argentinos retornar a la normalidad. Los daños ocasionados a diversos sectores productivos no podrán ser resueltos de la noche a la mañana, pero el nuevo escenario confronta a las familias y empresas con una nueva realidad, caracterizada, al menos en este sentido, por un escenario de predictibilidad.
En los países con regímenes de tipo de cambio flotante (aún en el caso de flotación sucia), la política monetaria nacional, por lo general, está determinada de forma independiente por el ajuste del tipo de cambio. Ahora, como los precios de los activos se ajustan más rápido que los precios de bienes, dicho ajuste podría liderar, sorprendentemente, volatilidad a corto plazo —y desalinear en el mediano plazo— de los tipos de cambio.
Jacob Frenkel y Michael Mussa (1980) modelaron el tipo de cambio como un activo de precios futuros, donde cambios relativamente pequeños en las expectativas de la política monetaria (que puede ser afectada por las variables fiscales y comerciales) pueden cambiar las preferencias de cartera con el fin de incrementar los movimientos del tipo de cambio de hoy.
Así, la teoría aceptada sugiere que la dirección de causalidad de las políticas monetarias nacionales —presentes y futuras— debe ser la flotación del tipo de cambio. Y para la mayoría de los países con tipos de cambio flotante, este punto de vista predominante es sin duda correcto.
Sin embargo, la economía mundial presenta hechos que demuestran cómo los desequilibrios macroeconómicos de un período pueden afectar las expectativas del tipo de cambio futuro. Por ejemplo, mediante las distorsiones de las tasas de interés domésticas con respecto a los tipos de interés del resto del mundo. Si bien es prematuro objetar esta desproporción al novel Gobierno del presidente Macri, no lo es señalar un punto sobre el que debe poner especial atención en el futuro inmediato.
Los diferenciales de tipo de interés resumen la interpretación que realizan los mercados de los fundamentos macroeconómicos y los desequilibrios y asimetrías entre países. Cuando se introducen expectativas surgen ciertas fallas macroeconómicas de coordinación. Éstas muestran el juego de conjeturas hacia el futuro y los rendimientos esperados de tipos de interés y de cambio.
Por ejemplo, una secuencia similar de eventos ha podido observarse en la Argentina de fines de los 1980, cuando las expectativas de devaluación de la moneda local, el austral, generaron persistentes turbulencias acerca del tipo de cambio frente al dólar, las tasas de interés y la inflación esperada.
En la Argentina del 17 de diciembre, fecha en que se liberó el mercado de divisas, el mayor tipo de cambio esperado, de a AR$13,7633 por unidad de dólar (provocó una devaluación del tipo de cambio oficial estrechamente controlada, el peso de Argentina cayó un 29%), estuvo sujeto al siguiente trade off: el fuerte incremento de la tasa de interés local.
El fin fue retener, defender, e incrementar las reservas del Banco Central y, con ello, terminar con la fuga de capitales. De hecho, los diez días que siguieron a la medida permitieron perforar, desde abajo, la barrera de los US$25.000 millones en poder del agente financiero del Estado nacional.
Es muy importante que la tasa de interés refleje la cantidad de ahorro disponible para invertir. Tasas bajas deben reflejar más ahorro, tasas altas, menos ahorro
Edwards (1983) establece que la relación entre los movimientos en la tasa de interés nominal y el tipo de cambio, dependiendo de la naturaleza de los cambios en la tasa de interés, podrían ser positivos o negativos con respecto a los movimientos del tipo de cambio. También indica que el tipo de cambio spot (o de contado) en algún período determinado, podría diferir del valor esperado o futuro mediante la incorporación de nueva información y, finalmente, sugiere que en países donde no hay grandes expectativas de que se modifiquen los determinantes del tipo de cambio, el tipo de cambio debiera ser innecesariamente volátil.
La relación aludida —entre las variaciones en el tipo de cambio y los movimientos en las tasa nominales de interés— ha estado en el centro de la discusión sobre el comportamiento de los tipos de cambio flotante. Algunos autores, relacionados tradicionalmente con el enfoque de activos, sostienen que existen relaciones opuestas entre las dos variables. La razón básica de esa divergencia radica en cuál se considera que debe ser el nexo causal entre los stocks de dinero internos o externos: la paridad de intereses o la paridad en el poder de compra (PPP).
Los autores que consideran a la PPP como fundamento básico del enfoque afirman una relación positiva entre el tipo de cambio y la tasa de interés. En cambio, aquellos que asumen que la paridad de intereses es el nexo causal entre ambos stocks de dinero argumentan que las tasas de interés y los tipos de cambio se relacionan negativamente.
[adrotate group=”7″]Lo expuesto representa solo una mirada en el concierto de ideas, las cuales dada la incertidumbre que implican siguen siendo controvertidas. Los cambios en la política monetaria crean transformaciones en sus instrumentos: el tipo de interés y la cantidad de dinero. A un lado la llamada política de interés, los tipos, como cualquier otro precio, deberían registrar los efectos agregados de todas las circunstancias que afectan a la oferta y demanda de préstamos que una sola institución no puede conocer.
La actual idea de que se debe utilizar el tipo de interés como instrumento de política es un grotesco error. No hay, sino a través de la competencia en un mercado libre, una manera idónea para considerar todas las circunstancias imperantes que inciden en la determinación de determinado tipo de interés.
Es muy importante que la tasa de interés refleje la cantidad de ahorro disponible para invertir que hay en la sociedad. Tasas bajas deben reflejar más ahorro, tasas altas menos ahorro. El dinero es el espejo de lo que ocurre en la economía real. El mercado crediticio no determina el tipo de interés, sino que acomoda el interés de los préstamos a la cuantía del interés originario, según resulta del descuento de bienes futuros.
En consecuencia, la sugerencia que debe hacerse a la nueva administración es que, tan pronto como sea posible, ajuste a la baja el tipo de interés (tipos del mercado), puesto que el interés es un fenómeno homogéneo. No hay varias fuentes de interés: el interés pagado por el empleo de bienes duraderos y el abonado por créditos de consumo es, como todo interés, consecuencia del mayor valor atribuido a los bienes presentes que a los futuros.
Carlos Alberto Salguero es Doctor en Economía y Máster en Economía y Administración de Empresas (Eseade). Trabaja como profesor titular e investigador en la Universidad Católica de La Plata y es egresado de la Escuela Naval Militar.