Los países nórdicos son el último refugio de socialistas y gente de izquierda; es común que se los nombre como ejemplo de lo importante que es un gran Estado de Bienestar con abundantes políticas redistributivas, e incluso hay quienes se atreven a asegurar que son países socialistas. Sin embargo, quienes hacen este tipo de afirmaciones, primero, no saben hilar fino; y segundo, solo están mostrando una pequeña parte de la historia, la otra parece que no les interesa verla: sin duda, los países nórdicos están llenos de liberalismo.
Tal vez el obstáculo más fuerte con el que me he encontrado al debatir sobre el mito de los países nórdicos, tiene que ver con la educación. En Finlandia, el país nórdico con mayor reputación en lo académico, todas las escuelas son públicas. Es normal entonces que la gente de izquierda muestre esto como un gran logro de la economía centralizada y del Estado protector. Pues bien, en esto, como en todo en la vida, hay que prestar atención a los detalles. Lo que en los países nórdicos se llama “público” está lleno de características que lo acercan más a lo privado que a lo estatal.
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En Finlandia las escuelas tienen la autonomía de elegir qué programa ofrecen a sus estudiantes, por su puesto hay unas normas básicas, pero en general cuentan con amplia libertad para desarrollar sus currículos. Así una escuela puede, por ejemplo, especializarse en artes, otra en idiomas y otra en matemáticas. Y además cada rector de colegio puede decidir si despedir o no a un maestro, no es el Estado quien decide esto. Es decir, en este sentido actúan como colegios privados.
Pero ahí no acaba lo bueno del modelo finlandés, del otro lado, también operan mecanismos de mercado. A las escuelas no se les asigna un presupuesto fijo, sino que obtienen dinero en función de los estudiantes matriculados. Los padres por supuesto son libres de matricular a sus niños en donde quieran. Y desde luego que lo hacen en los colegios con mejores resultados. Esto se traduce en una constante y feroz competencia de colegios para ganar alumnos. Nada parecido a lo que ocurre en Latinoamérica, donde las escuelas públicas simplemente reciben un presupuesto fijo del Estado y no tienen que competir por permanecer en el mercado.
Hasta acá la pregunta es ¿qué tanto de público hay ahí? Sí, los recursos son públicos, pero lo demás está lleno de mecanismos de mercado; los colegios ofrecen sus servicios con libertad y eligen a sus profesores como les convenga y las familias de los niños escogen el colegio al cual quieren asistir según los resultados. De modo que, tal y como lo haría el mercado, en tanto que se financia a los colegios por alumno matriculado y es el consumidor el que elige, solo quedan los mejores, gana quien ofrece lo que la gente quiere.
En Latinoamérica, por ejemplo, normalmente cuando algo es público, el servicio es prestado por el Estado, que actúa como un órgano centralizado que toma todas las decisiones, mientras que el consumidor no tiene ninguna capacidad de decisión. Mientras tanto, en Suecia y Dinamarca, ocurre prácticamente lo mismo que en Finlandia; se utiliza el modelo de cheque escolar, en el que al alumno se le da un bono para que elija en dónde matricularse, de modo que una vez más es el consumidor el que decide, y solo permanecen en el mercado las escuelas que prestan servicios que la gente quiere. Y esto no ocurre solo en la educación, sino también en la sanidad pública. Igual que a las escuelas, a los hospitales se les paga por resultados y por paciente atendido.
Entonces, la educación y la salud en los países nórdicos no son buenas porque sean públicas, son buenas porque a pesar de que se financian con recursos de los contribuyentes, funcionan tal y como lo harían en un ambiente de mercado. Pero además de hilar fino y ver estos detalles hay que contar la otra parte de la historia, la que no le gusta a la izquierda y que es la causa fundamental del crecimiento de los países nórdicos
No es casualidad que estos países, por ejemplo, ocupen los primeros lugares en informes como el “Doing Business”; son bastante liberales, pro mercado y pro capitalistas. Es ese el secreto de su riqueza, son esas las reformas liberales que lograron que Suecia, a principios de los 90, se recuperara de la crisis que estaba viviendo. Estos países entienden la importancia de generar riqueza, tan bien la entienden, que sus impuestos son bastante regresivos, intentan brindarle a los empresarios un clima ideal para que puedan surgir y generar empleo.
Los países nórdicos no son ricos porque tengan grandes Estados de bienestar ¡se pueden dar el lujo de tener Estados de bienestar grandes porque son ricos! Esas medidas redistributivas son un derroche que se permiten después de que gracias al mercado y al capitalismo han generado una gran riqueza. Pero las políticas que llevaron a estos países a ser envidiados por todo el mundo son pro mercado: ideas profundamente liberales. Decir que hay que tener Estados de bienestar grandes para ser ricos es como si una persona dijera que si se compra una mansión se volverá millonario. No, uno primero crea riqueza y luego, tal vez, se permite ciertos lujos.
Es entendible que la izquierda y los socialistas en vista de sus continuos fracasos, en donde sea que intenten sus ideas, utilicen a los países nórdicos como su último refugio. Pero no hace falta sino mirar las cifras e hilar un poco fino para darse cuenta que la causa de la riqueza en estos lugares nada tiene que ver con el Estado de bienestar, todo lo contrario, se debe a sus políticas liberales y a que incluso en sus programas sociales intentan involucrar la mayor cantidad de mecanismos de mercado posibles.