Para 1992, en medio de la campaña presidencial de Bill Clinton contra George W Bush (padre), apareció una frase que se haría famosa a nivel mundial y que, según analistas, cambiaría la historia de los Estados Unidos. “Es la economía, estúpido”, esta fue la frase que, para muchos, revirtió las tendencias y le permitió a Clinton llegar al poder.
Para la época, Bush padre tenía una popularidad que llegaba al 90 %. Sin embargo, Clinton se anotó un gol, decidió empezar a hablarle a la gente de los problemas específicos que afectaban al ciudadano de a pie. Así, la frase “es la economía, estúpido” se convirtió en el eslogan no oficial de su campaña, y para muchos fue el motivo por el cual el demócrata logró la presidencia.
A Juan Manuel Santos, el presidente de Colombia, hay que decirle lo mismo: es la economía, estúpido.
Recientemente en Colombia solo se habla de las FARC y de los beneficios que se les debe dar, supuestamente, a cambio de que dejen de delinquir. Mientras tanto, de economía, lo único que dice el Gobierno es que las cosas van viento en popa, que por una crisis internacional (que está claro que no existe) las cifras no son tan buenas pero que ya viene la “reactivación”.
La pregunta que muchos nos hacemos cada que Santos o el ministro de Hacienda afirman que el futuro económico de Colombia es brillante es ¿a qué país le hablan?
Eso sí, lo que queda claro es que en el actual gobierno no existe la vergüenza. Esta semana Standard & Poor’s bajó la calificación crediticia del país de BBB a BBB-, la respuesta de Mauricio Cárdenas al anuncio fue tan particular que se volvió tendencia en Twitter.
“La decisión de la calificadora es una alerta de que se hizo lo correcto, pero que faltan más esfuerzos para poder ajustar ese déficit fiscal”. Afirmó el ministro, para luego decir que “este escenario nos invita a hacer una reflexión sobre las propuestas económicas del país en etapa electoral. No se puede creer en el populismo de que se pueden bajar los impuestos”.
Entonces, la respuesta que da el Gobierno ante el anuncio de S&P de que Colombia está a punto de perder el grado de inversión es que las cosas se están haciendo bien y que es necesario seguir ahondando en el mismo estatismo asfixiante que ya está cobrando factura.
Es posible que muchos colombianos no entiendan qué significa en términos prácticos que S&P rebaje la calificación crediticia a Colombia, pero sin duda Santos y Cárdenas sí lo entienden, y no les importa. Están ocupados intentando cumplirle a las FARC todo lo que les prometieron. El debate diario en el país tiene que ver con las artimañas que se deben utilizar para darles todo a los guerrilleros pasando por encima del Congreso y de la Constitución.
La incómoda verdad es que S&P tiene preocupación sobre el programa de ajuste fiscal en Colombia; el gasto es mayor a lo que se recolecta y la calificadora no ve señales de que la situación pueda mejorar. La calificación soberana de un país evalúa la capacidad de pago de las emisiones de deuda y recoge el análisis de indicadores macroeconómicos, políticos e institucionales.
El paso de BBB a BBB- muestra que la calificadora cree que el país ha empeorado en capacidad de pago. Este es el más bajo grado de inversión, después de este el escalón que sigue, hacia abajo, es BB+, considerado como el más alto grado especulativo. En esa situación se considera que un país que le preste dinero a Colombia no estaría invirtiendo sino especulando. Así de grave es la situación.
Evidentemente, los inversionistas internacionales pueden comprar papeles de deuda de cualquier país, no importa que no tenga grado de inversión, pero una vez se ha pasado a un grado especulativo, o se está a punto de llegar ahí, como es el caso actual de Colombia, los grandes inversionistas internacionales prefieren vender incluso a pérdida, para evitar provisionar los papeles que tienen.
Lo que veremos de ahora en adelante es un mercado internacional mucho más reacio a invertir en Colombia. Lo que se esperaría es que los inversionistas intenten salir de los papeles de deuda colombiana y también podríamos ver una disminución en el precio de las acciones porque en el contexto económico actual no es apetecible invertir en el país.
Con la nueva calificación que nos da Standard & Poor’s, y que seguramente hará que otras calificadoras reaccionen en el mismo sentido, veremos afectada la inversión extranjera, tendremos a los empresarios reponderando posiciones, lo que se traduce en desempleo y hambre.
Pero a pesar de todo esto, en el país de lo único que se habla es de las FARC. La noticia de que nos bajaron la calificación parece no preocupar mucho a la opinión pública y el Gobierno incluso sale a decir que es señal de que las cosas van bien.
Muchos parecen creer que todo el problema de Colombia es un grupo de “guerreristas”, como nos llaman a quienes nos oponemos a los acuerdos de La Habana. Hay quienes piensan que si nos “reconciliamos”, y dejamos que Timochenko llegue al poder, el país será una maravilla. Pues no, es la economía, estúpido.
El nuevo nombre de la paz es desarrollo económico, dijo Pablo VI. Si en Colombia no reaccionamos ya, y tomamos las medidas necesarias para reactivar la economía, dentro de poco estaremos sumidos en una grave crisis. Y desde luego que hay que arrebatarle el poder a las FARC, los guerrilleros no van a aplicar el liberalismo económico que necesita el país, pero lo triste es que en los debates presidenciales, en los medios de comunicación y en general en la opinión publicada no se habla de economía. No se propone liberalismo.
Hay que sacar del camino a los guerrilleros, sí. Pero no para seguir por la senda trazada por Santos en materia económica, sino para girar por completo, porque de no hacerlo, el desempleo y la miseria no nos dejarán respirar. En Colombia hay que hablar de economía y hay que tomar medidas ya.