El 17 de junio, día en que Petro perdió las presidenciales en Colombia, mientras el izquierdista daba su beligerante discurso en el cual aseguraba que la derecha era la real perdedora de esa jornada, la gente gritaba desde el público “¡resistencia!”.
Después de eso se ha conformado una “resistencia” petrista que ha hecho un par de movilizaciones y desnutridos eventos frente al Congreso de la República. Nada que llame mucho la atención.
Pero si bien esta “resistencia” no ha organizado nada visible hasta ahora, ya tienen un plan para llegar al poder en las próximas elecciones. En los grupos de petristas e izquierdistas colombianos ya se comparten imágenes y mensajes para organizar el M-17, nombre que hace alusión al M-19, movimiento guerrillero del que Gustavo Petro hizo parte.
La resistencia, el nuevo M-17, se organiza en torno a estas propuestas:
En Universidades y colegios:
- Los profesores más conscientes, deben abrir espacios curriculares o extracurriculares para debatir el carácter de las ideas que traerá este régimen.
- Los movimientos estudiantiles deben redoblar esfuerzos y concentrar parte de la discusión en el carácter político de la educación.
- Centrar parte de los esfuerzos en producir conocimiento y literatura, que edifique con claridad la noción del peligro político que se avecina.
A las y los feministas, LGTBIQ, agnósticos y ateos:
Un eje central del ataque moral y cultural, es el respaldo que dará este gobierno, al fundamentalismo religioso, ellos irán de frente contra el aborto, implementarán los manuales de urbanidad, los derechos y reconocimientos a las luchas LGTBIQ, más des-financiación de investigaciones científicas, cuestiones que amenazan las características de un Estado laico.
La idea de esta resistencia no es, pues, tomar el poder mediante las armas. Textualmente queda registrado en estos mensajes que no tienen la intención de una lucha violenta. Su lucha, como queda claro, es en el ámbito cultural. En los colegios y universidades desde la educación, y de la mano con feministas, ateos y grupos LGTBI.
Para muchos este es un asunto menor que no merece atención, cuestión de minorías que no lograrán nada. Algunos califican esto simplemente como una propuesta “traída de los cabellos”. Pero lo cierto es que la izquierda colombiana ha hecho un cambio formal de estrategia principal.
Y es así como llegarán al poder. No mediante las armas como pretendían las FARC, sino mediante la democracia y por cuenta de la lucha cultural. Ahora bien, esta no es una estrategia que se hayan inventado los petristas, tiene detrás toda una teoría, en la que desde hace años se está trabajando.
En 1924 en Frankfurt, Alemania, nace el “Instituto para la Investigación Social”, que sería conocido informalmente como la escuela de Frankfurt, el objetivo de este centro de estudios era generar cambios sociales profundos. Lo que finalmente lograron sus intelectuales fue pasar el marxismo del ámbito económico al cultural, y de ese modo conseguir que la izquierda no muriera.
El instituto, en sus inicios, bajo la dirección de Carl Grünberg, era un centro de estudios marxistas más, se dedicaba a hablar de cuestiones económicas fundamentalmente. Pero en 1930, cuando Max Horkheimer asume la presidencia de esta institución, todo cambia. La escuela de Frankfurt se dedicaría de ahora en adelante a encontrar la clave para que la izquierda llegara al poder.
Horkheimer reconoció la imposibilidad de que la revolución marxista se fuera a dar por cuenta de los obreros. Por lo que su obsesión fue lograr un plan para sustituir a la clase trabajadora como sujeto revolucionario.
Para la época el marxismo estaba completamente desprestigiado, y lo que más deseaba un obrero no era contribuir a la revolución socialista, sino ser contratado por una gran compañía capitalista. Había que buscar un nuevo discurso y nuevos sujetos revolucionarios.
¿Quién reemplazaría a la clase obrera de ahora en adelante? ¿Con qué discurso se les convencería de llegar a las filas de la izquierda?
La respuesta a estas preguntas vino de la gran fascinación de Horkheimer con el psicoanálisis, lo que hizo la escuela de Frankfurt al inicio, fue juntar las ideas de Marx con las de Freud. Marx tenía claro que la revolución se gesta creando antagonismos, existía una clase oprimida porque había una opresora; los obreros estaban mal porque había dueños de los medios de producción que los explotaban. Ahora esos antagonismos se crearían teniendo en cuenta el psicoanálisis de Freud.
La escuela de Frankfurt ya no hablaría en términos económicos sino culturales. Los primeros coqueteos de Horkheimer con el psicoanálisis lo llevaron a plantear que bajo la cultura Occidental, todos viven en un constante estado de represión psicológica que no permite la consecución de la felicidad. Ese fue el primer nuevo conflicto, muy hábil porque en él todos podían sentirse identificados.
Con la vinculación de Erich Fromm y Herber Marcuse el elemento sexual cobró especial importancia para la creación de los nuevos sujetos revolucionarios, sus planteamientos fueron la base para el actual movimiento feminista y LGTBI+. Ellos proclamaban que el sexo no es más que una construcción social. Masculinidad y feminidad no son, según ellos, el reflejo de las diferencias sexuales esenciales dadas por la biología, sino que son consecuencia del influjo de la sociedad.
Con estas ideas encontraron a sus nuevos sujetos revolucionarios. Por un lado cautivarían a todos esos jóvenes llenos de ganas de explorar el libertinaje y conseguir alguien que les dijera que su comportamiento sin frenos estaba bien y era natural. La escuela de Frankfurt les daba una palmadita en la espalda y los alentaba en sus comportamientos, mientras los convencía de que la cultura occidental con sus valores conservadores los hacía sentir mal por un comportamiento completamente natural.
También consiguieron a las feministas y al grupo LGTBI, a quienes en primera instancia les hablan de enemigos puntuales. Los hombres oprimen a las mujeres y los heterosexuales subyugan a los LGTBI. Pero luego, el enemigo real es la sociedad occidental, sus valores e instituciones. El socialismo los hará libres y los aceptará como son. “América gay y socialista” se oía como canto en la última marcha del orgullo gay en Colombia”.
La izquierda colombiana parece haber entendido ya todo este planteamiento, y por eso ahora su público objetivo son feministas, LGTBI, ateos y jóvenes ansiosos de una teoría que les valide sus ansias de vida descontrolada. Jóvenes a los que por supuesto, les dirán que llevan una vida reprimida por cuenta del capitalismo.
Su campo de batalla, como bien lo dicen, está en escuelas, universidades y medios de comunicación. Su lenguaje ya no es el económico, es cultural. Lo que hay que destruir es la religión, la familia, la educación libre y toda institución evolutiva que refuerce los valores que han hecho grande a Occidente. Eso fue lo que planteó la escuela de Frankfurt y eso es lo que hoy recoge la izquierda colombiana.
Tienen nuevos sujetos revolucionarios y apuntan a destruir los valores occidentales y sus instituciones, como la familia, porque sin ellos no se sostiene el capitalismo.
El problema es que mientras hay una izquierda con una estrategia clara, organizada y que se ha dado cuenta de que las armas no llevarán a ninguna parte sino que es a través de la cultura que lograrán el poder. La derecha, y no me refiero a partidos, sino a la gente de derecha, no se ha dado cuenta de que la pelea es en el ámbito cultural. Incluso muchos, aunque entienden lo nefasto del socialismo, le siguen el juego a esta gente en los asuntos culturales.
Es momento de que la derecha colombiana empiece a dar la lucha en el ámbito cultural, de lo contrario, para el próximo periodo presidencial estaremos en manos del socialismo.