No hay cosa más inteligente que aprender de los errores de otros para evitar sufrir en carne propia las consecuencias de una mala decisión. Por estos días, el gradualismo de Mauricio Macri le ha estallado en la cara al mandatario, pero sobre todo a los argentinos más pobres que son los que en mayor medida sufren las terribles consecuencias de la desbocada inflación.
En general, el problema de Macri es su falta de carácter. Pero podríamos decir que se equivocó, primero, evitando hacer un corte de cuentas, y segundo, no aplicando liberalismo puro y duro sino pequeños cambios que si mucho hicieron las veces de pañitos de agua tibia que intentan contener una fiebre provocada por una infección generalizada.
Como Macri no fue claro e insistente en explicar el terrible país que en términos económicos recibía, ni lo que podría pasar si las cosas continuaban así, los argentinos que no son liberales y que no entienden el problema de imprimir dinero para seguir dando subsidios, hoy piensan que las cosas estaban mejor con el kirchnerismo.
Pero no solo es que la gente no tenía claro el punto de partida para con referencia a eso evaluar el comportamiento de Macri, sino que para realizar cambios de fondo, como los que necesita Argentina, es necesario explicar a la opinión pública que seguir manteniendo un Estado elefantiásico como el que maneja ese país, con deuda interna o externa es colgarse una soga al cuello. Cristina ya había dejado la cuerda bastante apretada y había que soltarla de un tajo.
Después de su primer error, no hacer un corte de cuentas claro, no explicar el fango en el que estaban metidos y por qué se necesitaban medidas contundentes, Macri, ya sea por falta de carácter o porque no cree lo suficiente en el liberalismo, decidió adoptar una política de “gradualismo”. Que en resumen significó no reducir el gasto estatal; no hacer una reforma fiscal de fondo.
A finales del 2015 Macri recibe un país para el que era bastante complicado conseguir préstamos en el exterior para costear su enorme Estado, Argentina tiene un muy mal historial crediticio por cuenta, entre otras cosas, del impago del 2001 y de la mala propaganda que se hizo con 12 años y medio de kirchnerismo, su principal fuente de mantenimiento estatal entonces es la máquina de imprimir billetes del Banco Central.
Cuando a través del Banco Central se aumenta el dinero circulante en una economía, lo que sucede es que el poder adquisitivo de la moneda cae. Ocurre un proceso inflacionario que como mencionamos anteriormente perjudica sobre todo a los más pobres, a los no tienen cómo blindarse, por ejemplo, manteniendo sus ahorros en dólares.
La inflación, es consecuencia del aumento de la masa monetaria, y no es más que un proceso de redistribución en el que unos cuantos, los que primero reciben el nuevo dinero, que suelen ser enchufados del Gobierno, se benefician a costa del empobrecimiento de los menos favorecidos, que en pocos meses verán cómo con sus salarios cada vez pueden comprar menos.
Entre los cambios hechos por Macri estuvo la eliminación del cepo cambiario. Antes los argentinos no podían comprar los dólares que quisieran, estaba restringida la compra de esa divisa. Lo cual quiere decir que por lo menos ahora un argentino del común puede resguardarse de la inflación comprando dólares.
Y eso es exactamente lo que ocurre, los argentinos no quieren tener pesos porque saben que pierden su valor rápidamente. Entonces hay cada vez más pesos argentinos en la economía y menos gente que los demanda. Todos corren a refugiarse en los dólares, lo que agudiza la devaluación.
Macri parece que creyó que levantando el cepo cambiario y con su sola presencia en la Casa Rosada la confianza inversionista iba a volver y con eso se solucionaría el problema del déficit (gasto estatal superior al ingreso), de modo que como consecuencia ya no habría que recurrir al Banco Central y la inflación sería controlada.
En resumen, el mandatario pensó que podría solucionar el problema del déficit sin recortar el gasto. Pero las cosas evidentemente no funcionaron y prueba de ello es que la inflación en el 2017 fue de 24,8% y para el fin de este año se espera que sea del 42%. Eso significa hambre.
¿Cuál es la solución? reducir el gasto estatal, es lo único que puede resolver de verdad el problema. Sumado a eso Macri debe realizar por supuesto una reforma tributaria justo en el sentido contrario de lo que ha anunciado. En vez de aumentar retenciones a los exportadores, debe disminuir impuestos y bajar el nivel de expolio al que tiene sometidos a los empresarios, es así como se incentiva la creación de riqueza.
Cualquier medida que tome, que no signifique una reforma fiscal seria, no es más que intentar curar un cáncer con acetaminofén. Macri parece que se ha dado cuenta, por fin, de que el gradualismo no funciona. Recientemente dijo en una entrevista lo siguiente:
“Tal vez por las limitaciones políticas o una visión equivocada nuestra de querer bajar muy gradualmente el gasto público pero rápidamente la inflación, con las tarifas en el medio que fueron un peludo que nos dejaron y había que normalizarlas, ante la primer tormenta nos encontramos vulnerables”
Sin embargo, Macri está en un momento difícil, en el 2019 hay elecciones presidenciales y legislativas, hacer ahora el recorte que ignoró durante tres años le traerá costos políticos muy grandes. ¿Se arriesgará a asumir el costo estando a punto de empezar una campaña?
Además, al problema de Macri se le suma ahora una imputación judicial por “abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público”, que de prosperar lo más seguro es que tumbe al mandatario. El fiscal del caso pide que se dicte una medida cautelar que suspenda la ejecución del acuerdo con el FMI, lo que sería un gravísimo problema para el presidente argentino, que se quedaría sin una solución inmediata para intentar frenar aunque sea un poco la devaluación.
De modo que no sabemos si siquiera si Macri tenga la oportunidad de corregir el error que ya ha confesado.
Creo que si el mandatario argentino pudiera devolver el tiempo haría cuanto antes las reformas liberales necesarias. De haber sido así, en este momento la economía ya estaría reaccionando. Hoy corre el riesgo de quedar en la historia, para los liberales, como un hombre sin carácter que desperdició una gran oportunidad para mostrar que el liberalismo funciona. Y para la izquierda, como un “neoliberal” que mostró que la “derecha” trae pobreza.
Nuestro presidente, Iván Duque, elegido por la derecha y los conservadores, por supuesto no recibe un país en tan malas condiciones, pero sí está en una situación complicada y debe tomar decisiones rápidas y contundentes.
Juan Manuel Santos duplicó la deuda externa del país, la carga tributaria para los empresarios es enorme y tenemos un déficit del 3,3% del PIB. Duque puede seguir los pasos de Macri, ser un tibio y continuar por el camino de endeudamiento y déficit por el que vamos, o puede hacer el corte de cuentas necesario y llevar a cabo una reforma fiscal histórica que convierta al país en un modelo a seguir y en un ejemplo de que el liberalismo económico, como ya lo probó el Chile de Pinochet, hace milagros.
Querido presidente, a recortar el gasto seriamente y a bajar impuestos, no se le olvide que en Colombia se castiga a los empresarios con unos impuestos que están entre los más altos del continente.