Una y otra vez, personas confundidas suelen echarle la culpa al capitalismo de situaciones perjudiciales que no solo no son producto de un “capitalismo salvaje”, sino que precisamente son causadas por la falta de libertad económica.
Lo que propone el establishment para solucionar estos problemas siempre es, paradójicamente, más regulación. Es decir, el estatismo causa un problema, la gente cree que es ocasionado por un excesivo capitalismo, y la propuesta para solucionarlo es más estatismo.
Esto ocurre con infinidad de problemas en muy variados campos: la pobreza, el tráfico, la poca adopción de niños y la mala prestación de servicios como salud o educación son solo algunos ejemplos de problemas que la gente cree son causados por falta de regulación estatal, cuando el problema es precisamente el exceso de regulación. Dedicaremos esta nota a hablar de uno de estos problemas supuestamente ocasionados por la libertad económica: los monopolios y oligopolios.
La equivocada y muy famosa idea de que oligopolios y monopolios son causados por falta de regulación ha hecho un daño aterrador en la economía. Amparados en que supuestamente están protegiendo a los consumidores de empresarios ladrones que pactan los precios para obtener ganancias excesivamente altas, los políticos validan sus cada vez mayores ansias intervencionistas.
Y como siempre, causan un efecto contrario al esperado. Supuestamente intentando acabar con monopolios y oligopolios, lo que en realidad hacen es crearlos. Los privilegios que el Estado concede a unos pocos, poniendo trabajas a los pequeños y nuevos emprendimientos, son precisamente la causa de la existencia de precios de monopolio. Es el Estado el que impide la libre competencia y por lo tanto la existencia de precios de mercado.
Desde la definición que se suele utilizar ya se cae en un error enorme. Para muchos, monopolio es una situación en la que hay un solo oferente, que se supone que por estar solo, puede poner los precios que quiera. Y oligopolio hace referencia a unos pocos vendedores que se ponen de acuerdo para establecer el precio que se les ocurra.
La escuela austriaca de economía corrige ese error explicando que es irrelevante si en algún momento del tiempo hay uno o apenas cinco oferentes. La competencia, que supuestamente quieren defender los políticos con sus leyes antimonopolios, es un proceso dinámico en el que los empresarios rivalizan para conseguir, antes que los demás, oportunidades de ganancia.
Entonces, en tanto que la competencia no es más que un proceso dinámico de rivalidad, solo se puede decir que hay monopolio, cuando se impide que el empresario entre a competir. Lo que importa no es si hay uno o muy pocos oferentes, sino si efectivamente se puede acceder a la competencia o, si como consecuencia de la intervención estatal, es imposible para un emprendedor competir en determinado mercado.
Por lo que si en algún momento hay un solo vendedor pero hay libertad de acceso a la empresarialidad, lo que hay que hacer, en vez de castigarlo es aplaudirlo e intentar imitarlo. la causa de que sea ese el único oferente es que es muy bueno en lo que hace y el mercado simplemente lo elige por su buen trabajo. No hay problema ahí.
En este punto alguien dirá que sí hay un problema, porque si solo hay un oferente este pondrá el precio descarado que se le ocurra. Quienes afirman esto no entienden uno de los principios fundamentales del mercado libre y es que los precios dependen de las valoraciones subjetivas, algo vale lo que la gente esté dispuesta a pagar por él. En ese sentido, cualquier empresario debe gozar de la libertad de pedir lo que quiera por sus productos, pero es finalmente el comprador el que decide si aceptar o no la oferta.
Ahora bien, si su preocupación está en que ante la necesidad los compradores aceptarán incluso el precio más descabellado, el mercado tiene una solución para ese asunto:
Suponga que una empresa es la única que ofrece determinado producto, pero según la definición que hemos dado acá no hay monopolio porque cualquier emprendedor puede entrar a competir, no hay barrera a la entrada, simplemente este empresario es el único por su capacidad excepcional de producir bienes a buen precio.
Luego imagine que al no tener competidores a los dueños de esta empresa se les ocurre subir exageradamente los precios del producto que ofrecen. Lo que ocurrirá es que al ser tan altas las ganancias, siempre y cuando el Estado no haya puesto barreras, trámites asfixiantes, condiciones incumplibles, etc, los emprendedores que siempre andan en la búsqueda de oportunidades de negocios llegarán a competir y ofrecer precios más bajos.
Los empresarios, siempre en la búsqueda de ganancias, verán que un producto está muy caro y entrarán ahí cobrando un poco menos para competir y cautivar clientes. De modo que los precios de monopolio solo se pueden mantener si el Estado impide la competencia.
La definición correcta de monopolio vendría a ser, entonces, la dada por Lord Coke, quien define el monopolio como un “privilegio concedido por el Estado para la venta, compra, fabricación, manipulación o utilización en exclusiva de un determinado bien. Privilegio por el cual se restringe o dificulta la libertad de empresarios para producir, distribuir, fabricar, manipular un bien y para intercambiarlo libremente”.
Por lo tanto, los monopolios y oligopolios existen como consecuencia de la intervención estatal en la economía. Son fruto de las trabas y regulaciones que ponen los políticos impidiendo el acceso al libre ejercicio de la función empresarial. Si en algún momento, en determinado mercado hay solo un oferente, pero hay libre acceso a la competencia, eso no sería un monopolio ni perjudicaría a los consumidores.
Siempre y cuando no haya trabas para que otros empresarios puedan llegar a competir, la existencia de un solo oferente significaría, simplemente, que esa empresa es mejor que otras en ofrecer lo que la gente demanda.