Bogotá vivió una semana de caos por cuenta de las marchas “estudiantiles”. Hay dos preguntas fundamentales para hacerse: ¿por qué unos estudiantes llegan al punto de poner en riesgo la vida de los bogotanos? y ¿quién manda en la capital?
Aura Lucy Garzón, una mujer de 49 años, se encontraba la semana pasada retirando dinero en un cajero cercano a la Universidad Pedagógica de la calle 72 cuando sujetos que iban en la marcha estudiantil la atacaron con artefactos explosivos. Sufrió heridas en el 90 % de su rostro y ya tuvo que ser sometida a una cirugía de reconstrucción.
Su pecado: estar retirando dinero de un banco. Esta humilde mujer trabaja como mensajera de una empresa, pero eso no le importó a quienes le tiraron dos explosivos. Esos encapuchados que gritan en las calles consignas a favor del pueblo, igual que los grandes líderes socialistas, no tienen ningún reparo en atacar a los humildes por los que dicen luchar.
En ese mismo lugar, además, resultó herido un joven de 28 años que trabaja como vigilante de un edificio. Tal vez para los terroristas este muchacho es un capitalista digno de ser atacado.
También esta semana una marcha de estudiantes que protestaban contra los “abusos” del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) atacaron con piedras y bombas incendiarías el edificio del Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior (Icetex). Los trabajadores que se encontraban adentro narraron con espanto lo que vivieron.
“Compañeros es en serio, nos van a matar, ayúdenos por favor. No ha llegado la policía, el Esmad, nadie”, se escucha en los audios de un funcionario del Icetex pidiendo ayuda. Muebles destruidos, polvo y humo es lo que se ve en las fotos y vídeos que registran cómo quedó el edificio después de que los “estudiantes” intentaran incluso quemar el lugar.
Los manifestantes dejaron la ciudad sumida en un caos y nadie pudo pararlos. O más bien, nadie quiso pararlos a tiempo.
¿Por qué una manifestación de estudiantes termina así? Porque son terroristas. Hablamos de gente que se cubre el rostro y le tira bombas incendiarias a una mujer. Terroristas a quienes las autoridades tratan como simples estudiantes rebeldes. Esta no es la primera vez que ocurren este tipo de situaciones. Las marchas de los “estudiantes” en Bogotá, la mayoría de las veces, terminan con actos vandálicos que ponen seriamente en peligro la vida de inocentes. Sin embargo, las autoridades nunca están preparadas para controlar y capturar a los delincuentes.
Hace unos meses fui testigo de cómo unos encapuchados de una marcha estudiantil incendiaban a un policía que cuidaba el edificio de RCN Radio. En ese momento, igual que sucedió la semana pasada, no hubo ninguna autoridad que persiguiera y capturara a quien a plena luz del día se atreve a tirarle una bomba incendiaria a un policía. En ese momento, el Esmad llegó e hizo retroceder a los manifestantes. Luego, la marcha y los terroristas siguieron adelante como si nada hubiera ocurrido.
La innegable realidad es que en las “marchas estudiantiles” hay unos terroristas urbanos dispuestos a matar. Acá no cabe un “se les salió de las manos” o “por error alguien resultó herido”. Quien tira explosivos directamente a una persona es un asesino, y como tal hay que tratarlo. No importa si está o no matriculado en una universidad.
Además, hay unos estudiantes cómplices. En el momento en el que se prestan para que un delincuente que tira explosivos se esconda entre ellos y siga en una marcha cometiendo delitos, se vuelven cómplices.
Es cierto que la mayoría de los manifestantes no tiran explosivos, pero sí trancan calles, impiden el libre tránsito de las personas, hacen que una multitud de ciudadanos tenga que caminar durante horas para llegar a un lugar. Eso ya está mal y debería ser controlado por las autoridades. Un grupo de jóvenes no tiene el derecho de impedirle a los bogotanos movilizarse tranquilamente por las calles.
Y para terminar de completar el cuadro, hay una autoridad que les permite hacer lo que quieran. Ya saben que pueden paralizar calles, tomarse estaciones de Transmilenio, saquear tiendas, rayar paredes e incluso tirarle bombas incendiarias a la gente.
El alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, ha demostrado una y otra vez su incapacidad para dar órdenes efectivas y proteger a los bogotanos de los delincuentes y sus cómplices manifestantes. Varias veces la capital se ha convertido en un caos por cuenta de unos vándalos encapuchados a quienes las autoridades parece que no pueden enfrentar. No porque no estén capacitados, sino porque, al parecer, en Colombia es un problema enfrentar a un delincuente.
Si en Estados Unidos un policía para a alguien y le da una orden, no obedecer puede terminar en un disparo. En Colombia, en la capital, un encapuchado le tira una bomba a una mujer en un cajero y no pasa nada. Es un estudiante…
En los días de marchas, durante tardes completas, en Bogotá no manda ni el alcalde Peñalosa ni la policía, mandan unos vándalos terroristas.
Ahora bien, con un buen alcalde y dándoles ordenes claras a las autoridades para que actúen ante el más mínimo atropello contra la libertad y propiedad de los bogotanos, se acaban los días de caos. Pero hay algo perturbador, que es quizá el asunto de fondo más importante a debatir, ¿qué tan corrompidos están estos jóvenes bogotanos por el socialismo y las teorías izquierdistas?
La Universidad Pedagógica —de donde salió la marcha en la que terminaron tirándole explosivos a una mujer—, conocida por sus estudiantes “combatientes”, es donde se forman gran parte de los profesores que luego educarán a los niños bogotanos. Es la universidad especializada en sacar docentes. ¡Imagine que mañana sus hijos sean educados por uno de los jóvenes que la semana pasada estaba con la cara tapada intentando quemar un edificio!
¿Qué clase de profesionales se están formando en las universidades? Más allá de cuestionar su conocimiento en el área de estudio —que por supuesto a primera vista deja muchas dudas por su comportamiento— ¿qué cualidades humanas y valores tienen los próximos profesionales colombianos?