Claro está que uno puede opinar sobre el tema que quiera. El problema es que la ignorancia y el ego lleven a alguien a hacerle creer que de verdad sabe de todo y que sus opiniones deberían ser tenidas en cuenta.
Yo, economista de formación, podría opinar, por ejemplo, sobre la música de la cantante colombiana Adriana Lucía. Decir en mis redes sociales que la armonía de sus canciones es fantástica, pero que no me gustan sus melismas y que la cadencia es horrible.
Lo que acabo de decir seguramente no tiene ningún sentido, porque yo no tengo ninguna formación en música. De modo que aunque puedo opinar sobre el desempeño de cualquier músico, seguramente quedaré en ridículo ante alguien que sí sepa del asunto. Pero más allá de lo estúpido de hablar de temas de los que uno no sabe, bastante ególatra, y sobre todo irresponsable, sería si pretendiera yo que los músicos hicieran caso a mis opiniones sobre un tema del que nada sé.
Yo tengo tanta idea de música como de economía sabe la cantante Adriana Lucía o el youtuber Alejandro Riaño. Pero, curiosamente, aunque para todo el mundo es claro que no tiene sentido que un economista hable de música, como no tienen ningún sentido que un médico hable de física o un ingeniero de psicología, para mucha gente no es claro que la economía es una ciencia, que hay mucho por estudiar y que los asuntos económicos no son intuitivos.
Ni Adriana Lucía, ni Carlos Vives, ni Alejandro Riaño, que ahora pretenden aconsejar al ministro de Hacienda sobre lo que debería hacer, tienen idea, por ejemplo, del proceso de creación del dinero. Puedo apostar que nunca en su vida han leído las teorías sobre la causa de la inflación. Mucho menos deben tener idea sobre lo que significa la libertad económica y el impacto práctico que esta tiene en el desarrollo de los países.
Y debo aclarar que cuando digo que no tienen formación, no hablo de títulos universitarios. De economía puede aprender cualquiera leyendo y analizando los datos, de modo que contraste las teorías. Pero es que los artistas, hoy en día tan activistas en política, no tienen ni idea de cosas mínimas. O ¿acaso sabe Robinson Díaz qué es el dinero fiduciario? No saben nada al respecto, por eso andan por ahí pidiendo a gritos subsidios para todo el mundo.
Suena muy bien y es aceptado decir que hay que dar ayudas, salud, educación y subsidios a todos, y que hay que sacarle más dinero a los ricos, porque así se consigue un país “más igual”. Esa es la solución de todos estos artistas activistas que creen que entienden cómo funciona la economía.
Sin embargo, lo que muestran los datos y la historia es que no son los subsidios los que hacen que un país salga adelante, sino la creación de empleo de verdad —empleo proporcionado por el sector privado—, cuestión que se consigue solo generando las condiciones para que los empleadores puedan surgir y crecer. La idea que gritan muchos artistas es justamente lo contrario, ¡llenar de trabas a los empresarios!
Estoy segura de que Adriana Lucía, Carlos Vives y los demás tienen muy buenas intenciones y quieren un país mejor, en el que quien se esfuerce pueda salir adelante. Lastimosamente, las buenas intenciones no son suficientes. La economía tiene leyes y hay que conocerlas para lograr que las cosas funcionen, porque lo que importa son los resultados, no los deseos.
Nadie quiere vivir en un país miserable, aun si quien gobierna dice todos los días que está luchando para ayudar a los pobres. La gente no se va a vivir a Cuba, a pesar de que el castrismo lleva décadas diciendo que su objetivo es un país mejor para los necesitados, todo el mundo sabe que la isla es un infierno lleno de miseria. Los cubanos incluso arriesgan su vida con tal de salir del “paraíso” de las buenas intenciones y llegar a EE. UU.
Para discutir sobre economía hay que haber leído primero, y hay que saber de datos. Porque lo que queremos son buenos resultados, no es suficiente con buenas intenciones.
Hablar de economía no es como hablar de decoración. Si yo mañana empiezo a hacer vídeos de decoración y logro influenciar a mucha gente, lo peor que podría pasar es que las casas se llenen de muebles feos y cosas que no combinan. Pero si me dedico a hablar de medicina, por ejemplo de cómo tratar el cáncer con una dieta que alguien me dijo que funciona, puedo matar gente. Una mala política económica es mucho peor que eso, puede matar a mucha gente, puede arruinar millones de vidas, puede llevar un país a la miseria.
Entonces, si alguien que hable de salud debe ser extremadamente responsable con lo que dice, alguien que hable de economía con mucha más razón debe medir cada palabra. Está claro que muchos artistas creen que administrar un país es tan fácil como administrar una casa, pero les aseguro que no es así. La economía es una ciencia.
Si quieren ayudar al país y entrar en el debate sobre la política económica, por favor lean, estudien, tengan respeto y no vociferen con tal agresividad de asuntos de los que no tienen idea. Eso sí, no lean cualquier libro, no estudien cualquier teoría, porque recuerden que lo que importan son los hechos y no las intenciones.
Queridos artistas, pregúntense, con la mano en el corazón, en qué país quisieran que sus hijos vivieran. Qué país es el que creen que permite a la gente ser más feliz, alcanzar sus sueños, salir adelante a pesar de las condiciones en las que haya nacido. Luego, analicen la política económica de ese país: miren lo que hicieron los países ricos para llegar a ser como son hoy.
Lo que yo quiero —seguramente es el mismo anhelo que tienen muchos de los artistas que llaman a protestar en Colombia y quienes hacen activismo izquierdista en otros países— es que el país se llene de historias como las que escucho a diario en Estados Unidos, de gente que llegó a este país sin dinero, a pegar ladrillos, y aunque muchos de ellos llegaron ya viejos, hoy tienen casas y autos, viven muy bien y sus hijos tienen un futuro muy prometedor.
Todos queremos que quien se esfuerza pueda salir adelante, que no ocurra lo que sucede en Colombia, donde quien nace pobre está prácticamente condenado a morir así. A mí no me queda duda de que Adriana Lucía, Carlos Vives, Alejandro Riaño y los demás artistas que por estos días son tan activos con el asunto de las protestas en Colombia, quieren un mejor país, la discusión es sobre el camino que debemos tomar para conseguirlo.
Por eso les invito a estudiar, a mirar datos, a que con pruebas en la mano nos hablen de las políticas que llevaron a los países ricos a ser lo que son hoy. Insistiendo en que no hay que centrarse en lo que hacen ahora los países ricos, sino en lo que hicieron para lograrlo. Porque después de acumular cierta riqueza cualquiera se puede dar gustos y hacer derroches, debemos copiar las políticas con las que esos países llegaron a ser prósperos.
Tal vez el punto más fácil para empezar a entender de economía está en revisar qué tienen en común los países más ricos, la respuesta es libertad económica. Los países más libres, más capitalistas, son los más prósperos. Eso quiere decir que incluso los pobres de esos países viven mucho mejor que los pobres de países menos libres como Colombia. ¡Los homeless en Estados Unidos tienen computadoras!
Artistas activistas, les aconsejo a ustedes y a todos los que gritan mucho y tienen tanto ánimo, que se llenen de datos y con más calma discutan de economía como lo que es: una ciencia. Y si me piden un consejo, pueden empezar leyendo La economía en una lección, de Henry Hazlitt. Si quieren aprender más, y a fondo sobre economía, pueden leer Hombre, economía y Estado: tratado sobre los principios económicos, de Murray Rothbard.