«¡La crisis está madura! ¡Contemporizar se convierte en un crimen! ¡Hay que realizar inmediatamente la revolución y tomar el poder, de lo contrario todo se habrá perdido!», Vladimir Ilyich Lenin. 1917.
Socialistas y comunistas han tenido claro desde siempre que las crisis son, en muchos casos, la única oportunidad que tienen para quedarse con el poder. Es en esas “excepcionalidades” -como las llama Pablo Iglesias-, cuando un gran número de personas se sienten abandonadas, angustiadas ante un futuro incierto o atrapadas en una situación económica difícil, que más tiene efecto el discurso izquierdista.
Ahora bien, fijémonos en que no es solo que estemos viviendo una crisis sino que además -aunque con otra forma y otros motivos- el coronavirus ha empujado a muchos Gobiernos alrededor del mundo a dar, en tiempo récord, los primeros y muy importantes pasos que dan los izquierdistas en cuanto tienen cierto grado de poder.
Ni bien llegan al poder, los comunistas trabajan fuertemente en crear una red clientelar que les vote y les apoye en el futuro. De modo que en vez de buscar soluciones reales para que la gente salga de la pobreza de manera definitiva, les ofrecen subsidios o trabajos inútiles en los que dependan de los políticos. Al mismo tiempo, se dedican a hacerle la vida imposible a los empresarios, consiguiendo que cada vez haya más desempleados y con eso más gente a la que puedan enganchar a su red clientelar. A muchos no podrán darles subsidios, pero sumirlos en la pobreza los convertirá en presa fácil para convencer en tanto se les ofrezca ayudas y se culpe de su miseria a empresarios y políticos de derecha.
Ese proceso en una situación de normalidad le toma a la izquierda años de trabajo, organización y mucho dinero. Por cuenta del coronavirus, en cuestión de semanas, los países han “avanzado” varios peldaños en ese camino hacia el comunismo. Mejor dicho: han descendido varios metros por el abismo del comunismo. Las empresas han sido obligadas a cerrar, la gente no puede salir de sus casas de modo que no se pueden “rebuscar” el ingreso por su propia cuenta, muchos están enfermos o tienen familiares enfermos y en medio de la crisis no tienen cómo pagar los gastos que la calamidad trae. En tan solo semanas se ha aumentado brutalmente el gasto estatal y la gente que necesita ayuda porque ha quedado sin empleo.
A esto se suma un asunto aterrador: el Gobierno puede prohibir a la gente salir. Entonces, en la mayoría de los países, está prohibido protestar, reaccionar ante el avance de la izquierda.
Parar, hacer cuarentena mientras el sistema de salud se prepara y se establecen protocolos para disminuir el contagio, así como dar subsidios mientras tanto, son asuntos necesarios, pero deben ser cuestiones temporales, se debe abrir la economía -por lo menos de manera parcial- lo antes posible y compensar las pérdidas liberalizando rápidamente.
Lo único que puede ayudar realmente a que la economía se recupere de este golpe es eliminar impuestos para que se pueda mantener la mayor cantidad posible de empresas, liberalizar el mercado laboral para que empleador y empleado puedan pactar las condiciones de trabajo libremente y se produzca la menor cantidad posible de despidos, al tiempo hay que reducir al máximo las normas y regulaciones al sector empresarial, hay que avanzar rápidamente en todos esos puntos que hacen que un país proporcione un buen clima para crear empresas y generar valor.
Ahora bien, claramente eso no es lo que va a ocurrir en países con Gobiernos izquierdistas y ni remotamente es lo que sucederá en un país como España donde unos comunistas, socios de narcotraficantes internacionales, luchan por implantar su “paraíso”.
Entonces, ¿Qué harán? ¿Cómo aprovechar una pandemia para lograr el “paraíso” comunista?
Lo primero es no permitir, de ninguna manera, que la actividad económica se reanude en una proporción importante. Hay que mantener a una buena cantidad de gente sin ingresos, que necesiten el auxilio del Gobierno y que apoyen a los políticos que ofrecen subsidios y salud estatal.
Habrá que cuidar en cierto grado las apariencias y permitir alguna actividad. Dar instrucciones confusas es un buen punto, que por miedo muchos no abran sus negocios, muchos no salgan.
Al tiempo hay que trabajar en comprar o “neutralizar” a quienes puedan ser un impedimento para perpetuarse en el poder. Hay que controlar -por lo menos en cierta medida- a la Justicia, hay que establecer lazos con militares y policías, hay que amedrentar y perseguir a aquellos partidos que sean una real oposición, y hay que tomar el control de medios de comunicación y buscar censurar y perseguir a personajes molestos en redes sociales.
Mientras todo eso pasa ahí donde la izquierda tiene el poder, la gente estará encerrada en sus casas. Por cuenta de la pandemia tienen prohibido protestar, igual no se quieren contagiar, y muchos ni siquiera tienen tiempo para reflexionar sobre estos asuntos políticos, están preocupados intentando sobrellevar la crisis económica o ayudando a algún familiar enfermo.
Entonces, mientras tienen a todos encerrados, destruyen la economía usando como excusa el coronavirus y hacen que millones de personas se vuelvan dependientes de los subsidios porque no les dejan otra opción. Prohibido protestar, prohibido trabajar y ganar su propio dinero. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.
Lo que ocurre en Estados Unidos es una particularidad que, una vez más, nos demuestra cuán fuertes e importantes son los valores y las ideas sobre las que se forjó este gran país. En diferentes partes de EE. UU. se han llevado a cabo protestas donde los manifestantes incluso están armados. En Michigan manifestantes entraron con sus armas en el Capitolio exigiendo el fin del confinamiento firmado por la gobernadora demócrata. En ese estado es legal el porte de armas siempre y cuando se lleven de manera visible. Los policías, conociendo el derecho que tienen los estadounidenses a protestar y tener armas, permitieron la manifestación incluso dentro del Capitolio.
También en diferentes lugares de EE. UU. policías han anunciado que no cumplirán las órdenes de mantener a la gente completamente confinada impidiendo actividades que no representan ningún peligro y que son necesarias para subsistencia de muchos. Las declaraciones que por estos días se ven en Estados Unidos al respecto nos dejan impactados a los que venimos de países en los que la gente simplemente se ha acostumbrado a obedecer cualquier disparate del gobernante de turno. Ver a un policía diciendo en medios que siempre “pondrá por delante los derechos constitucionales antes que opiniones políticas” y que por eso no acatará medidas draconianas que vayan en contra del sentido común, es realmente alentador para quienes defendemos la libertad.
Pero estas maravillas solo ocurren por ahora en Estados Unidos. En España, por ejemplo, el Gobierno de coalición entre socialistas y comunistas ha prohibido una manifestación que se realizaría a modo de caravana: cada persona desde su carro, ningún peligro de contagio. Pero el Gobierno lo prohíbe y no hay ni declaraciones como las de los policías estadounidenses, ni manifestaciones con ciudadanos armados dejando claro que en el momento en el que quieran arrebatarles su libertad van a pelear.
El coronavirus ha dejado el plato servido para los comunistas, en general es un momento de oportunidades para la izquierda, pero sobre todo lo es para aquellos que ya manejan cierto poder y quieren perpetuarse e implantar de una vez por todas su paraíso totalitario. Dependerá fundamentalmente de dos cosas que logren su cometido: primero, de la reacción de la sociedad, y segundo, la reacción de policías y militares.
Es fundamental que ahí donde avanzan los comunistas, la sociedad entienda esto como un asunto de vida o muerte, en Venezuela la gente muere de hambre y de cualquier enfermedad fácilmente curable en un país normal, en Cuba viven como perros desde hace décadas.
Para muchos aún hay tiempo de reaccionar, lo primero es no permitir que nos encierren con cuarentenas irracionales y destruyan por completo la economía, una vez nos hayan arruinado, ya no tendremos ni las fuerzas ni los recursos para enfrentarlos. Ellos no están jugando.