En medio de la pandemia de coronavirus los diferentes gobiernos alrededor del mundo, impulsados y respaldados por organizaciones como la ONU, están liberando presos. La forma de hacerlo varía de país en país, las intenciones que mueven a cada Gobierno son diferentes, y desde luego las consecuencias también cambiarán en cada lugar. Puntualizaré en tres diferentes casos para luego reflexionar brevemente en el interés desmedido de la izquierda internacional en proteger a los delincuentes y en cómo la pandemia les ha venido de maravilla para mover su agenda progresista.
Colombia y Chile son ejemplo de países en los que parece evidente que el interés del Gobierno es reducir el riesgo de contagio de coronavirus en las cárceles -contribuyendo con esto a no colapsar el sistema de salud del país- pero con la imposición de reglas claras que permitan no poner en peligro a la sociedad con la liberación de presos.
Los gobiernos de los dos países han establecido que no pueden ser excarcelados los culpables de delitos graves, delitos sexuales, delitos de lesa humanidad, o delitos relacionados con narcotráfico o grupos delincuenciales. La excarcelación, en líneas generales, apunta en los dos países a lo mismo: personas mayores, mujeres embarazadas o con hijos pequeños, enfermos de cáncer o alguna condición seria, personas con movilidad reducida y presos que estén cerca a cumplir sus condenas.
Estas reglas parecen sensatas y bien aplicadas vale la pena correr el riesgo -que siempre estará presente porque al fin y al cabo hablamos de delincuentes- de enviarlos a sus casas para frenar un contagio masivo que no solo significaría pena de muerte para algunos sino también cientos o miles de pacientes en las clínicas, cuestión que por supuesto afecta a toda la sociedad.
Qué tanto se proteja efectivamente a la sociedad dependerá de si se cumplen esas directrices y también de los mecanismos que pueda tener el Gobierno para vigilar y controlar a los que sean excarcelados. Chile y Colombia son casos de Gobiernos sensatos que intentan reducir contagios pero que tienen claro que la cura no puede ser peor que la enfermedad. Es correcto hacer en este momento un esfuerzo por revisar casos y liberar solamente a aquellos presos que no representen un peligro y que puedan ser vigilados mientras están en sus casas.
El segundo caso que vale la pena analizar es el de gobiernos que no tienen reglas claras y que evidentemente no tienen cómo asegurarse de que no salgan criminales que sin duda van reincidir -muchos de ellos en delitos graves-, pero además no tienen los medios para supervisar que los excarcelados se mantengan en su casa privados de la libertad. Este sería el caso del Gobierno argentino, que por ejemplo ya reconoció que no tiene tobilleras electrónicas disponibles para todos los presos que han salido y los que saldrán.
¿Por qué insisten en soltarlos si no van a tener cómo controlarlos? Lo primero es que para el Gobierno de Fernández -que no tiene principios- seguramente será más fácil esconder los delitos que cometan los presos liberados que los cientos de muertos que pueden llegar a haber en las cárceles. La sensatez nos indica que no se puede poner en peligro la vida de ciudadanos decentes por librar de un posible contagio a un asesino o violador, pero gobiernos como el de Argentina no son sensatos ni decentes, no tienen principios, Fernández y sus compañeros piensan solo en lo que les conviene a ellos.
Incluso el kirchnerismo está utilizando todo esto para ayudar a sus amigos delincuentes. Uno de los primeros convictos que se benefició de esta excarcelación masiva fue Amado Boudou, quien fuera vicepresidente durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, condenado en 2018 a más de cinco años de cárcel por corrupción. Unos días después, el secretario de Derechos Humanos de la nación pidió a la Justicia que le otorgara el mismo beneficio a Ricardo Jaime, el exministro de Transporte kirchnerista condenado por corrupción. Es evidente que los corruptos al mando utilizan el coronavirus para liberar a sus amigos presos.
Además, hay que tener en cuenta que en Argentina estas medidas de excarcelación de presos increíblemente cuentan con el apoyo de ciertos sectores, de ahí que nada hayan hecho las feministas en contra de la liberación de violadores. Para una buena parte de la izquierda el delincuente es una víctima; el sistema capitalista lo volvió ladrón, asesino o violador. De modo que termina siendo la sociedad la que está en deuda con ellos.
En Argentina un hombre acusado de violar a una vecina de 13 años fue excarcelado y regresó a vivir a metros de la casa de su víctima. Los vecinos fueron a protestar afuera de la casa del violador, lo que nunca vimos fueron protestas de feministas.
En resumen este es el caso de gobiernos que aunque evidentemente no podrán controlar a los delincuentes, dejan salir incluso a los más peligrosos, porque lo que les importa es su bienestar -tratan de evitar escandalosas cifras de mortandad en las cárceles- no el de la sociedad. Y, además, cuentan con el apoyo de los defensores de “derechos humanos” de los delincuentes.
El caso de Argentina ya es una tragedia, los ciudadanos de bien, desempleados y en la pobreza, además tendrán que enfrentar la amenaza de miles de delincuentes en las calles, delincuentes que no serán controlados y que muy seguramente no volverán a prisión. Pero hay un caso peor, el de países en los que hay una dictadura o una tiranía y la liberación de presos incluso hace parte de la formación de un ejército al servicio del régimen.
En Venezuela hace mucho que liberan presos que van a engrosar las filas de los “colectivos”, como se le conoce a los grupos paramilitares de Maduro. Incluso la ministra de la tiranía para el Servicio Penitenciario, María Iris Varela Rangel, es conocida por armar y entrenar presos que hacen parte del ejercito privado del chavismo. Ahora con la excusa del coronavirus la liberación de presos se ha acelerado. Por supuesto ningún preso político ha sido beneficiario de la medida.
Esa fue la explicación que dio a través un comunicado el régimen de Daniel Ortega en relación a la excarcelación de miles de presos. Resulta que el régimen que asesina sin piedad a quien se atreva a protestar, tiene un compromiso “cristiano y solidario” con los delincuentes. Solo con los delincuentes. Con la gente de bien hay que aplicar mano dura, por eso dentro de la lista de excarcelados no hay ni un solo preso político. Ortega por supuesto no siente ninguna compasión por los opositores ni le preocupa en lo más mínimo su salud.
A los asesinos que tienen el poder en Nicaragua y Venezuela no solo es que no les importa el bienestar de la gente de bien que queda indefensa ante los miles de presos liberados, sino que se benefician de la liberación de los reos y los reclutan para su ejército paramilitar.
Para finalizar, algo que es fundamental resaltar, y que da para análisis extensísimos, es la forma en la que la izquierda a nivel internacional trabaja en cambiar la imagen que se tiene del delincuente. La izquierda es experta en exculpar a la gente, gran parte de sus votantes los consiguen porque le dicen a las personas que no son culpables de nada, La culpa, no importa si hablamos de pobreza, desempleo, gordura, falta de amor propio, soledad, cualquier problema, siempre es culpa del sistema. Lo mismo ocurre con los delincuentes, para la izquierda no hay victimario. Hablan una y otra vez de los “derechos” de los delincuentes, mientras desprecian a policías y militares. No les importa poner en riesgo a la sociedad con tal de liberar reos a los que consideran víctimas del sistema.
Lo que está pasando en este momento con las liberaciones masivas de presos sin un control estricto, y la presión por parte de instituciones globalistas como la ONU, nos debe dejar claro una vez más la importancia de frenar a tiempo esos discursos izquierdistas que muchos menosprecian y consideran inofensivos. Por más mal que lo haya tratado la vida, el que dispara un arma es el responsable del asesinato, no lo es la sociedad. Y por más riesgo que corra un preso de contagiarse de coronavirus no es correcto soltar a alguien que pone en peligro inminente a la gente de bien.
No podemos permitir que esos que se hacen ricos hablando de “derechos humanos” nos conmuevan con sus palabrerías hasta hacernos creer que ante la situación todos deberían ser liberados porque de lo contrario sería condenarlos a la muerte. La izquierda está consiguiendo que muchos actúen como suicidas y con un buenismo estúpido se entreguen y nos entreguen a todos los ciudadanos de bien en manos de los delincuentes.
Encierro, crisis económica, crisis sanitaria, delincuentes libres, ¡quieren ver el mundo arder!