Las FARC ganaron la batalla, pero no la guerra. ¿Quién ganará la guerra en Colombia cuando termine este estado de “calma antes de la tormenta”?
Colombia, para bien o para mal, es un país de gente violenta, la historia nos ha demostrado que no tienen que pasar muchas cosas para que los colombianos decidan arreglar sus problemas por la fuerza. Desprevenidos y buenistas dirán que la violencia nunca es buena. No es cierto. No pocas veces en la historia de la humanidad la reacción violenta ante el avance de los totalitarios ha salvado naciones enteras. No se puede ser tolerante con el intolerante. Si en Venezuela, por ejemplo, no se le hubiera permitido avanzar tanto al socialismo, tal vez no estaríamos viendo la desgracia que se vive hoy en el otrora país más rico de la región. Y si en Colombia la gente no hubiera reaccionado a la violencia marxista exigiendo un Gobierno que combatiera de manera frontal a las guerrillas ¿qué sería de nuestro país ahora?
El brío de los colombianos ha sido un freno para el avance de las guerrillas. Esos hombres que cansados de ser extorsionados, robados y secuestrados, decidieron enfrentar con armas a los bandidos, detuvieron a una guerrilla sanguinaria que con todo el dinero del narcotráfico avanzaba hacia la toma completa del poder. Esos colombianos que en el 2002 votaron por la “seguridad democrática” de Álvaro Uribe Vélez, pusieron su grano de arena para arrebatarle el país a los delincuentes marxistas.
Si las cosas continúan así, Colombia sigue teniendo esperanza y lo más seguro es que los buenos ganemos. Pero si la izquierda logra corromper a buena parte de la sociedad y arrebatarle lo más valioso que tiene: sus valores y principios, la historia será otra. No tienen que vencernos por las armas, si nos vencen en el campo moral, si nos corrompen, si logran borrar la historia, todo habrá acabado, habrán ganado.
El día que solo los viejos recuerden los campos de concentración en los que las FARC torturaban durante años a sus secuestrados —sobre todo militares y policías—, cuando la mayoría de los jóvenes envenenados por esa idea de la falsa paz olviden los reclutamientos y violaciones sexuales sistemáticas a miles de niños, cuando los secuestros, asesinatos, robos, vidas destruidas, personas mutiladas y niños desaparecidos hayan sido olvidados porque nos dijeron que para ser buena persona hay que olvidar, los marxistas habrán ganado. Tendrán el camino libre porque nadie querrá enfrentarlos.
Las FARC trabajan en dos áreas fundamentales: mientras logran que buena parte de la sociedad se olvide de su maldad, por otro lado trabajan para corromper y desaparecer los valores que han salvado al país de la extrema izquierda. Nos dicen que tenemos derecho a educación estatal, a vivienda, a salud gratis, que si repartimos bien todos seríamos ricos porque nuestro país está lleno de recursos naturales. Quieren borrar esas épocas de “el trabajo dignifica al hombre”, de “con esfuerzo se consigue lo que se propone” o “al que madruga Dios le ayuda”.
Cuando buena parte de Colombia se haya olvidado de lo que son estas guerrillas marxistas, del daño que son capaces de hacer, se les abrirá la puerta para utilizar en las urnas a todos aquellos jóvenes que crecieron ya no educados en una cultura de trabajo, esfuerzo y admiración por el que progresa, sino adoctrinados por unos profesores, unos periodistas, y unos líderes que les enseñaron a odiar, que les presentaron el trabajo como un castigo, y que les dijeron que tienen derecho a todo, incluso a robar, porque el robo no es malo cuando la víctima es del otro lado, ni siquiera se llama robo, es “recuperar”.
Víctimas de todo, ofendidos por todo, creyendo que el mundo les debe, criados no por sus padres sino por la televisión y por Fecode, los adultos del mañana ya no serán esos hombres valientes que defendieron con brío la libertad y la propiedad privada de las manos ladronas y asesinas de las guerrillas marxistas.
Eso es lo que buscan las FARC, por eso, hoy más que nunca hay que recordar, hay que enseñar historia, hay que impedir que borren de la memoria de los colombianos la tragedia que nos hicieron vivir. Y hoy más que nunca hay que fortalecer la familia, que los niños y jóvenes crezcan educados en valores, en el respeto irrestricto por la propiedad privada, en la convicción de que siempre hay que hacer el bien y hablar con la verdad, en el trabajo duro, en el esfuerzo, en la importancia de pensar a largo plazo.
Que los jóvenes tengan claro qué son las FARC y prefieran trabajar duro en vez de pedir robar a los que han logrado el éxito.
Los de las FARC tienen la astucia propia del mal. Ante los ojos del mundo, y sabiendo que la gente por naturaleza es buena y cree lo que le dicen, hicieron una magnífica actuación y dijeron que se pasaban a la legalidad, por lo que ahora tienen 10 puestos en el Congreso, y todos esos que siguen en el campo colombiano cultivando coca y cometiendo los delitos de siempre, ahora son las “disidencias” de las FARC y nada tienen que ver con el grupo político FARC. Hacen lo mismo de antes, pero ahora están en el congreso y pueden ir a elecciones, solo fingen que el brazo armado no tiene nada que ver con el brazo político.
Las armas y las drogas aunque siguen siendo una columna fundamental de su estrategia, ya no son el camino por el que llegarán al poder, van a comprar votos, van a corromper a la sociedad, van a mentir hasta que la gente les crea, van a hacer que nos olvidemos de lo que son.
El combate frontal a los terroristas es necesario pero también necesitamos historia, verdad, valores, nunca ceder ante el mal.