No, no se trata del pase a octavos o al siempre elusivo cuartos de final por parte de la selección mexicana de futbol en el Mundial Rusia 2018. Se trata de la elección presidencial del domingo venidero si, finalmente, como pronostican todos los sondeos, sin excepción, Andrés Manuel López Obrador es electo presidente para el periodo 2018-20024.
Pero la idea de que el verdadero derrotado este domingo será México y no ninguno de los otros candidatos o partidos en contienda, no nace del partidismo o el prejuicio. Es una mera extrapolación de lo que ha venido anunciando López Obrador durante estos meses.
A lo largo de esta campaña, por ejemplo, López Obrador, sus voceros de confianza y sus seguidores han mostrado una gran tolerancia con la corrupción propia y sus escándalos. Justificar la corrupción de los propios y atacar a los medios por ventilarla como han hecho López Obrador y los suyos, recurrentemente, yendo a descalificar a los críticos en lugar de atacar el tema de fondo, es un mal augurio de una corrupción desbordada y un desorden generalizado en su gobierno, confiando los venideros funcionarios en que serán protegidos o que todo les será perdonado, sólo por ser parte del equipo cercano a López Obrador.
Al respecto, es usual encontrar en muchos foros a usuarios que, ante las evidencias de tales escándalos, terminan toda discusión diciendo “Yo quiero que ahora me robe López Obrador, ¿y qué?”. Así, para sus seguidores, no importa si López Obrador es un ignorante en economía o en el funcionamiento del libre mercado, o un político con una alarmante incapacidad de entender las razones de otros y de argumentar las propias, o negado para aceptar críticas y opiniones en contra, o es corrupto o, al menos, está rodeado por una vasta corte de ladrones y malversadores.
Para sus seguidores, lo importante es que López Obrador significa un “cambio verdadero”, frente al sistema de partidos que desprecian, especialmente en lo que respecta al PRI. No reparan en que el cambio que dice encarnar López Obrador es sólo una nueva versión del priismo en México, y que su partido, MORENA, no es nada más que el refugio de los parásitos de las burocracias partidistas de la izquierda mexicana, y de la escoria del poder del viejo PRI. El propio retroacrónimo de MORENA es ilustrativo sobre este particular: Es un movimiento de regeneración nacional del peor priismo.
Bajo esta premisa, votar por López Obrador y MORENA, cansado por la corrupción e ineficacia del PRI, es como correr a tu perro por las molestias y plagas que te causa, pero quedarte con sus pulgas, chinches y garrapatas.
En lo que respecta a la economía, la casi segura llegada de López Obrador tampoco será una buena noticia. Se daría en medio de la peor relación política y comercial con EEUU en muchas décadas, con un Tratado de Libre Comercio de América del Norte que viene recibiendo la extremaunción, un agrio enfrentamiento de López Obrador con los empresarios, lo que genera desconfianza y retraimiento de inversiones, junto con la expectativa de una posible recesión en México en el corto plazo. Tales son los ingredientes de una “Tormenta Perfecta” para la economía mexicana dentro de los próximos meses.
Frente a ese cuadro nada halagüeño, que anuncia tiempos extremadamente complejos y los más difíciles para el país en los últimos 25 años, la receta de López Obrador es solo expandir la intervención económica del Estado, lo que significaría graves problemas fiscales para un país ya con una crecida deuda.
Garantizar precios de cultivos para agricultores, congelar precios de las gasolinas, retraer la participación extranjera en la industria energética, aumentar salarios públicos, la matrícula en las universidades y los recursos para pensiones y subsidios, generaría necesariamente más deuda, mayor inflación y un acelerado aumento del déficit fiscal. Al final, ya sabemos el resultado: insostenibilidad, quiebra, mendicidad a gobiernos extranjeros, oscuridad, hambre, miseria…
El ofrecimiento real de López Obrador es re-centralizar todo el sistema político mexicano en su sola persona, regresando al México de los años 60 y 70, junto con dar una nueva oportunidad a las ruinosas decisiones económicas de la década de los 70 y 80, que significaron un profundo y prolongado quiebre para millones de familias, de seres humanos, del que no salieron en décadas (hasta hoy). O peor aun, trasplantar a México el catastrófico socialismo del siglo XXI venezolano.
Si a estos ofrecimientos se le agregan los instrumentos reales para concretarlos, mediante la mayoría en las dos Cámaras del Congreso y en 17 de los 32 congresos locales, por ejemplo, México estaría entrando en una etapa de muchos sobresaltos y muy malas noticias, no durante un año, sino al menos durante seis años, los de su gobierno y quizá buena parte del siguiente, encargado de heredar y componer muchas malas decisiones.
Así, López Obrador estaría a punto de hacer realidad aquello de que quienes desde el resentimiento y el odio han prometido el paraíso en la tierra, no han terminado sino creando un infierno -la frase es de Karl Popper-, ese infierno que solo el ser humano es capaz de preparar con todo cuidado y ahínco para sus semejantes.
Eso es exactamente lo que López Obrador está ofreciendo, y eso es lo que los mexicanos estarán eligiendo este domingo. Tomen nota. Sepan lo que votan y sus consecuencias. No se llamen a sorpresa después. Seamos serios. Aún estamos a tiempo.