López Obrador: un presidente de caricatura

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Si en unos meses se concreta dicha baja crediticia del gobierno mexicano y a mediano plazo, consecuentemente, se produce la pérdida del grado de inversión del país, significará de inmediato una corrida financiera de grandes proporciones, un muy elevado costo para la deuda del gobierno mexicano y una mayor escasez de recursos, con su impacto correspondiente en el crecimiento del país y en la economía de todos los mexicanos.

La eventualidad de un escenario de este tipo probablemente no significará una crisis económica como las que el país sufrió de 1976 a 1995. México avanzó mucho en estos últimos 25 años en materia de solidez macroeconómica. Por ello, tal escenario quizá solo se refleje en un crecimiento aun más bajo (1,5%) que el de los últimos 20 años (2,6%), muy lejos de la promesa de López Obrador de alcanzar un 4% anual. La economía mexicana entraría entonces en un estado de semi-letargo, durante un lapso imprevisible de tiempo.

Una vez terminada la fiebre del “dinero gratis” vía los subsidios que está otorgando a su clientela política, López Obrador será evaluado muy seguramente por su manejo económico y su real aporte a la estabilidad económica, al crecimiento del país y a la mejora en la economía de los mexicanos. En tal sentido, el juicio social no será benigno, a diferencia de hoy, donde la opinión pública todo le festeja, cebada y enceguecida por esa idea del “dinero gratis”.

Ese festejo social interesado es un estímulo al comportamiento irresponsable del presidente, que en lugar de estar preocupado por el difícil escenario económico que se avecina y que él ayuda a construir todos los días, sigue adelante con su agenda propia: autosuficiencia energética y alimenticia, inutilizar varias reformas estructurales recientes, continuación de varios proyectos faraónicos de infraestructura, su lucha contra las “mafías del poder” (la última: la mafía del poder de las mujeres), etc.

Es su comportamiento diario, el que ha ahondado la desconfianza de empresarios e inversionistas. Así, López Obrador es un presidente de pastelazos: todos son malos, menos él. Todos son corruptos y neoliberales, menos él. Habla siempre de un pasado idílico, sólo existente en su memoria, cuando era beneficiario del sistema corrupto, populista y autoritario del viejo PRI. Promete regresar a etapas irrevocables como las del “desarrollo estabilizador” de los 1960 o de “economía mixta” de los 1970. La suya es una visión donde todo se resuelve dando subsidios, donde todo crítico es su enemigo personal y además, corrupto conservador y siempre es posible culpar a otros de los fracasos propios.

En estos casi cien días de gobierno, ha quedado claro que López Obrador es un presidente lleno de prejuicios, frases hechas, datos erróneos o malinterpretados y peor comprendidos. El país donde vive López Obrador, es el del siglo XIX, con su pugna entre conservadores y liberales. La suya es una visión maniquea y reduccionista. Así, una metáfora de su comportamiento es equipararlo con esos muñecos que “hablan”, con un número limitado de frases. Quizá un “menuco” en la silla presidencial daría mejores resultados, comparativamente: al menos habría evitado sus peores decisiones.

López Obrador podrá culpar a los medios o a sus críticos y entonces satanizarlos, o bien, modificar cuantas leyes quiera para que todo el país se alinee vertical y autoritariamente a sus deseos. Pero todo ello no modificará la realidad, donde empieza a emerger una cada vez más inevitable amenaza económica para el país. En suma, el fenómeno ya conocido en México y toda América Latina cuando la izquierda más irresponsable y derrochadora ocupa el poder.

Finalmente, en los últimos días, he encontrado una legítima inquietud en muchas personas sobre qué hacer frente a las cada vez más desacertadas decisiones de López Obrador, sobre cómo evitar tal escenario de quiebra y ruina. Es difícil decirlo. Lo único cierto es que todos podemos hacer algo involucrándonos en la crítica y la exigencia. No todo son soluciones “mágicas”, como crear otro partido político o esperar a que la oposición política recupere su vocación. Más bien pasa por el involucramiento personal de cada individuo, y usando cualquier herramienta a su alcance. Lo que usted no puede hacer es solo hincarse y esperar a que el vendaval llegue y se vaya. Eso no sucederá y lo más probable es que, si se hinca, dicho vendaval lo arrastre.

Victor H. Becerra

Victor H. Becerra

Victor H. Becerra es secretario general de México Libertario. Ha contribuido a la formación y el desarrollo de múltiples organizaciones liberales en América Latina. Síguelo en @victorhbecerra y en su blog personal: Caminando por América Latina

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