A la vista de lo publicado los últimos días, quizá se refería a que finalmente cumplió el objetivo que había venido buscando desde hace tiempo: lanzar un salvavidas a la dictadura cubana, mediante la “contratación” de entre 590 y 800 médicos cubanos (digo “médicos” por simple comodidad, ya que en realidad también incluyen enfermeras, paramédicos, terapeutas, camilleros y otros oficios sanitarios) para que trabajen en México, la mayoría (supuestamente, 720 de ellos) concentrados en la capital del país, esto con base a informes de las autoridades de la Ciudad de México. Correspondió proporcionar transporte, alimentación y hospedaje a los mencionados profesionales en varios hoteles de la ciudad, a los que se les obligó a ceder sus habitaciones sin retribución para “cooperar” en los esfuerzos oficiales contra la pandemia. El gobierno federal ha sido lacónico al respecto.
López Obrador mostró su primera intención de traer a los médicos cubanos apenas llegando al poder, a fin de recibir a los miles de ellos que estaban dejando Brasil a toda prisa. Entonces, frente al escándalo generado, el propio López Obrador sostuvo que tal información era mentira.
Hoy se comprueba, una vez más, que quien mintió fue López Obrador, quien se ha convertido en un mentiroso serial. Según la organización SPIN-Taller de Comunicación Política, el presidente ha hecho casi 25 000 “afirmaciones no verdaderas” durante sus conferencias “mañaneras” desde que llegó al poder en diciembre de 2018. En una de esas, no debería sorprendernos con un primer lugar en el Libro Guinness de los Récords como el mandatario más mentiroso del planeta.
Estos médicos forman parte del programa de Brigadas Médicas que mantiene la dictadura cubana para enviar trabajadores de la salud a casi 70 países para un total de 55 000 trabajadores en activo. Tales servicios no son gratis ni por mera solidaridad: la dictadura se embolsa con ellos, cada año, entre 8 000 y 11 500 millones de dólares, cantidad que cuadruplica a los ingresos por turismo de la isla, y equivale a cerca del 6% de su PIB, convirtiéndose en un negocio de tráfico de personas que ayuda a estabilizar la decadente economía de la dictadura castrista.
Una característica llamativa del programa cubano es que es una copia del sistema impuesto desde 1967 por Corea del Norte durante el gobierno de Kim II-Sung, abuelo del actual sátrapa, Kim Jong Um, a fin de explotar mano de obra de baja calificación en condiciones inhumanas. Es una copia mejorada porque en Cuba se trata de mano de obra supuestamente calificada. Cabría, no obstante, preguntarse qué tan calificados pueden estar estos profesionales teniendo en cuenta la incapacidad de la sanidad cubana de terminar con epidemias como la sarna o el dengue en su propio territorio, o los poco tranquilizadores informes, sobre la real competencia profesional de esos médicos.
Como es un secreto a voces, tales médicos son en realidad “agentes encubiertos” que La Habana emplea para obtener fondos y promover la revolución. Así, la mayor parte es obligado a reportarse ante la Inteligencia y Contrainteligencia castrista en los países donde son destinados, realizando trabajo de propaganda y coerción a favor de los regímenes de izquierda. También es importante hacer notar que muchos de los supuestos médicos, en realidad son meramente espías, cuya misión es recabar información sobre cada país e infiltrarse en instituciones como el Ejército, los servicios de inteligencia y las telecomunicaciones.
Los integrantes de esas misiones médicas son esclavos en los hechos: son presionados a enlistarse, amenazándoles con represalias por parte del gobierno cubano si no participan. Llegando al país, se les retiene el pasaporte para evitar su deserción, se les prohíbe viajar con la familia, a efectos de usarla como rehén en caso de un mal comportamiento o deserción. Se abusa laboralmente de ellos, con hasta 64 horas semanales de servicio, muchas veces incluyendo sábados y domingos.
Adicionalmente, son vigilados día y noche por los espías infiltrados en los grupos que reciben el nombre de “los jurídicos”. Se les amenaza o acosa sexualmente como práctica regular; se les prohíbe tener amigos entre los nacionales del país; no pueden tener relaciones amorosas sin reportarlas previamente. Tampoco se les permite casarse sin haber pedido permiso, no pueden conducir y se les restringe su movimiento; se les prohíbe usar teléfonos celulares y hablar con la prensa. Si huyen, se les dicta una pena de tres a ocho años de cárcel según el artículo 135 del Código Penal cubano y se les prohíbe volver a Cuba. Sus familiares y amigos sufren diversas consecuencias: degradación de sus empleos en la isla, retiro de la vivienda que habitan, decomiso de los fondos “ahorrados” y, en general, estigma social, ostracismo y amenazas. Existen muchísimos testimonios directo de ese sistema de esclavitud.
En retribución, los médicos solo reciben alrededor del 20 % de sus salarios, mientras que un 75% va a la dictadura cubana y el 5 % restante a la Organización Panamericana de la Salud, que vergonzosamente actúa como intermediaria del negocio.
Al respecto, considérese que del 20 % que debía recibir cada trabajador médico, en realidad solo recibe un 10 % para sus gastos más indispensables; el otro 10% es retenido por la dictadura en una cuenta en La Habana, a fin de presionarlos a regresar.
¿Cuánto está pagando el gobierno mexicano por cada médico? El gobierno ha sido omiso en informarlo, pero la suma volcada a la dictadura cubana alcanzaría los 3 600 dólares por profesional. En Brasil, por ejemplo, Lula da Silva y Dilma Rousseff pagaban al gobierno cubano por cada integrante de la brigada de salud 3 400 dólares mensuales, de los cuales los médicos mantenían supuestamente unos 390 dólares y otros 390 se les depositaba en Cuba. Este monto es de cualquier modo una importante entrada para ellos, ya que un médico en Cuba puede ganar solo 80 dólares al mes, pero no evita la idea de que hay un aprovechamiento desvergonzado de su hambre y su necesidad.
El gobierno de López Obrador, y los mexicanos con él, están ayudando a perpetuar un inmoral sistema esclavista, condenado incluso por las Naciones Unidas, ya que vende personas a un país para que cumplan un servicio, pero a cambio, el gobierno cubano se queda con la mayor parte del dinero. Gracias al gobierno de la cuarta transformación, los mexicanos nos hemos vuelto cómplices de las violaciones más aberrantes a los derechos humanos.
No quisiera terminar sin señalar que no sabemos cómo incidirá la presencia de agentes cubanos en México en nuestra relación con Estados Unidos. Dada la improvisación con la que López Obrador ha manejado la crisis del COVID-19 (y en general todos los temas de su gobierno), no extrañaría que no haya considerado este otro frente. Nos quejamos de ser “piñata electoral” de Trump en Estados Unidos, pero con nuestras propias malas decisiones, no nos ayudamos.