EnglishLas Ciudades Libres de Honduras llevan tiempo levantado expectativas, especialmente en círculos liberales. Es natural: las nuevas Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE) proponen un régimen de libertades mucho mayor que el de prácticamente cualquier Estado actual; además de abrir a la competencia uno de los últimos mercados aún cerrados, el de la gobernabilidad.
Cada nueva noticia sobre las ZEDE que aparece en la red, va acompañada con comentarios liberales cuestionando y solicitando información. Algunos hacen preguntas tan singulares como el tipo de armas que se podrá llevar por la calle, o si serán legales todas las drogas; y se indignan cuando alguien más informado pone en duda que el Estado de Honduras permita ciertas cosas consideradas ilegales en otras partes del país.
Es muy importante que todos entendamos que los nuevos regímenes hondureños no han sido creados para satisfacer los gustos liberales. Las ZEDE serían una solución a la crisis económica y social, y su función es ayudar a Honduras a salir del subdesarrollo y convertirse en un país próspero. Si todo marcha bien, además servirán de ejemplo para el resto del mundo, convirtiendo a Honduras en pionera y cuna de una idea con enorme potencial de desarrollo.
Pero no solo eso: será la demostración de que la vía política es plausible para el restablecimiento de la libertad. Hay que recordar que, al fin y al cabo, es un proyecto nacido de la política hondureña, por y para hondureños, que han escogido seguir el camino que recorrieron Singapur, Corea del Sur o Taiwán, en vez del de Cuba o Venezuela. Un hito histórico teniendo en cuenta la trayectoria de las naciones vecinas y de América Latina en general.
De nuevo, es normal que los liberales nos sintamos atraídos por las Ciudades Libres hondureñas, pero sin olvidar que existen como solución práctica a un problema de pobreza. Como dijo una vez el filósofo Karl Popper, que la libertad y la prosperidad vayan juntas de la mano no es más que una feliz coincidencia.