EnglishNo parece justo, y lamentablemente no sorprende, que las personas menos responsables por la disminución de la productividad en la planta de procesamiento de H. J. Heinz en Leamington, Ontario, sean sus trabajadores, quienes más sufren por su cierre.
Cuando la planta, de 104 años de antigüedad, cierre el próximo año, la mayoría de los miembros del Sindicato de Trabajadores de Alimentos y Comercios (United Food and Commercial Workers Union – UFCW) del Local 459 podrán esperar “generosos arreglos de indemnización”, asegura Warren Buffett, CEO de Berkshire Hathaway. Al inicio de este año, Buffet unió fuerzas con 3G Capital para comprar y optimizar las operaciones globales de Heinz.
Pero no estas promesas no aplican para cientos de trabajadores inmigrantes que operan dentro de la cadena productiva de Heinz.
Durante varias décadas, la mano de obra extranjera en la industria agroalimentaria, en su mayoría proveniente de México, América Central y el Caribe, ha resultado comparativamente mucho más económica; compensando los altos costos que implica llevar un negocio en Ontario. Frente a la pérdida de más de 250.000 trabajos en la industria manufacturera desde el 2003, representantes de la industria y políticos han identificado distintos culpables, como las tarifas de la energía, las regulaciones del envasado de los alimentos y el fuerte dólar canadiense.
Programas canadienses como el de Trabajadores Agrícolas Estacionarios (Seasonal Agricultural Worker – SAW) y Trabajadores Extranjeros Temporales de “baja calificación” (Temporary Foreign Worker – TFW) contribuyeron a aumentar la productividad doméstica trayendo decenas de miles de inmigrantes a Canadá cada año.
Sus defensores alegan que estos programas son la evidencia de resultados positivos de las políticas de trabajadores-huéspedes. Si bien es cierto para la gran mayoría, resulta necesario resaltar ciertas preocupaciones sobre los programas de trabajadores-huéspedes; pues las críticas destacan aspectos importantes relacionados con la voz (voice) y salida (exit): dos conceptos de gran peso en discusiones contemporáneas sobre gobernancia competitiva como un paradigma del desarrollo.
¿Quién habla por los trabajadores inmigrantes?
En Canadá, desde hace un tiempo UFCW se ha posicionado como una organización “defensora de los derechos de los trabajadores inmigrantes”. Sin embargo, en la práctica los sindicatos han sido quienes historicamente han apoyado a quienes resisten la aplicación de programas de trabajadores-huéspedes, mostrando preocupación por temas como la depreciación salarial de los trabajadores nativos, la inseguridad y problemas de soberanía.
Si bien la división entre sindicatos y trabajadores inmigrantes puede ser menos explícita en la actualidad que en el pasado, sigue estando presente de formas muy sutiles, y a veces no tanto. Por ejemplo, en una declaración en respuesta al cierre de Heinz en Leamington, el presidente del Consejo Nacional de UFCW, Paul Meinema arremetió contra los intereses extranjeros por “succionar el valor duramente ganado, en una actividad construida por generaciones de canadienses trabajadores y sus familias”.
No hay duda de que el corazón y alma de Leamington están unidos a Heinz. La compañía es el empleador más importante de Leamington y compra aproximadamente la mitad de los cultivos de tomate de Ontario.
No obstante, junto a la contribución de canadienses trabajadores— incluyendo impuestos y concesiones por utilidad de la municipalidad de Leamington, el compromiso de generaciones de granjeros de Ontario y sucesivas olas de inmigración — Heinz fue levantada con capital de Estados Unidos y, recientemente cada vez más, con el trabajo de inmigrantes. Estos últimos, selectivamente suprimidos por el revisionismo histórico de Meinema.
No resulta injustificado que la organización Justicia por los Trabajadores Inmigrantes, una de las mayores redes de defensa de inmigrantes, cuestione que “un sindicato canadiense – predominantemente blanco y jerárquico – pueda servir a los intereses de trabajadores inmigrantes agrarios”.
Cuando la Salida falla en amplificar la Voz
Las teorías de gobernanza competitiva apuntan a formas en las cuales la voz (entendida como un vehículo para la reforma política, como por ejemplo, votar o protestar) y la salida (entendida como una opción análoga en la esfera del mercado, por ejemplo, emigrar) puede llevar a mejorías en la responsabilidad política en las jurisdicciones.
Si Balaji Srinivasan tiene razón en que la salida amplifica la voz y que la función indicadora de la salida funciona mejor cuando las personas salen del país en grandes grupos, surge la interrogante de por qué el éxodo de trabajadores inmigrantes — legales e ilegales — de países menos desarrolladas no ha impulsado mejorías significativas en los regímenes políticos de estos países.
Los críticos de los programas de trabajadores-huéspedes de Canadá pueden contribuir a arrojar luz sobre este problema en dos maneras: primero, distinguiendo entre la salida como un concepto físico y legal, y segundo, planteando interrogantes sobre el grado en que las voces de inmigrantes son escuchadas en el exterior.
La lógica económica de los programas de trabajadores inmigrantes sostiene que el trabajo encuentra su valor de uso más alto cuando los trabajadores son libres de buscar su máximo precio de venta, más allá de las fronteras, sean éstas internacionales o intra-nacionales. Sin embargo, en la mayoría de los programas de trabajo temporal, la condición jurídica — y en algunos casos, residencial — de los trabajadores inmigrantes está atada a un empleador específico.
De acuerdo a lo que los analistas de la inmigración han argumentado por mucho tiempo, “el acto de inmovilizar a los inmigrantes los aleja de su propio interés en alcanzar la misma eficiencia que los programas de trabajo de inmigrantes están destinados a proveer”.
Mientras que la exigencia de lealtad a los trabajadores por ley no es exclusivo de trabajos de baja calificación, los programas de trabajadores-huéspedes en la agricultura revelan problemas como por ejemplo, aislamiento, depresión y racismo. Éstas consecuencias son el resultado de la inamovilidad de los trabajadores extranjeros y su agrupación en grupos cerrados, la mayoría de los cuales están conformados por hombres solteros, en las comunidades anfitrionas, que a menudo son cultural y lingüísticamente distintas.
En Leamington, los trabajadores inmigrantes constituyen más del 15% de las 28.000 personas que conforman la población de la localidad. Como respuesta a las luchas laborales y conflictos sociales en esta zona, el gobierno de México abrió un consulado en la ciudad canadiense en el 2005.
De igual manera, la responsabilidad política de los agentes consulares y diplomáticos de representar a sus conciudadanos en Canadá está comprometida por su deber en mediar entre los trabajadores y empleadores y conflictos interculturales; con el fin de asegurar que las remesas, las cuales tienden a ser la principal fuente de financiamiento externo para los países pobres, sigan fluyendo hacia el sur.
Nuevas oportunidades
En un contexto de cierre de fábricas, retórica proteccionista y noticias del gobierno federal intentando evitar abusos en sus programas de trabajadores-huéspedes, el futuro del trabajador inmigrante en Canadá es indudablemente incierto.
Sin embargo, al mismo tiempo, nuevos puntos de vista sobre la gobernanza competitiva en el mundo en desarrollo prometen romper con los viejos sistemas, que por mucho tiempo han limitado la movilidad y la voz de los trabajadores inmigrantes. En Honduras, las propuestas de las nuevas ciudades modelos y zonas LEAP buscan conjugar las eficiencias de movilidad del trabajo y capital con un desarrollo endógeno.
A diferencia de los programas para trabajadores inmigrantes, que desconectan el trabajo — conceptual y geográficamente — de un tejido social más amplio; estas jurisdicciones nuevas pueden optimizar la coordinación social. Esto se produce al permitir que las personas “voten con los pies”, eligiendo salir o permanecer en las comunidades semi-autónomas, las cuales permanecen vinculadas a un gobierno central, sin depender de él.
El tiempo dirá si estos proyectos disminuyen las barreras para la salida y amplifican la voz local lo suficiente como para convertirlos en una alternativa preferible a programas internacionales de trabajadores-huéspedes. Si es así, Canadá, como otros históricos receptores de trabajadores extranjeros, se verá obligada a diseñar nuevas formas de impulsar la productividad para competir.
Traducido por Sofía Ramirez Fionda.