En la noche de hoy, en Houston, se llevará a cabo el último debate republicano antes del “Súper Martes”. La importancia de este acontecimiento la maximiza la oportunidad que se presenta para Marco Rubio y Ted Cruz. O mejor dicho, porque esta podría ser la última oportunidad de ambos candidatos para hacer frente a Donald Trump y ganar el liderazgo que hasta ahora no han logrado.
El escenario republicano, con Donald Trump plantado como el líder del momento y con una impronta ganadora que —aseguran muchos—, lo llevará a la nominación definitiva, tiene otros cuatro candidatos que no consiguen competir de igual a igual con el magnate. Sin embargo, han logrado competir entre ellos de un modo mediocre que les ha asegurado una lejana posición frente a quien ya parece dueño del podio.
Entre insultos mezquinos y sin sustento, llamándose “mentiroso” el uno al otro, Ted Cruz y Marco Rubio socavan la carrera de cada uno, su legado, lo que han construido y lo que representan, por no lograr despojarse de la característica más dañina de la política: la búsqueda de la pureza que sólo dinamita la grandeza de las ideas.
Es también un problema el esnobismo en el que han caído ambos aspirantes a la Casa Blanca logrado por el triunfalismo anticipado del cuál han creído ser seguros acreedores ante la inocultable mediocridad que la administración Obama ha impreso en estos casi ocho años.
Por otro lado, Ben Carson y John Kasich siguen en carrera. En una carrera sin esperanzas, pero que por el momento sólo logra que esta no sea una carrera de pocos, sino de muchos, lo cual, paradójicamente, está contribuyendo a impulsar al magnate inmobiliario, lo que a su vez podría representar el fin del Partido Republicano tal como lo conocemos (o no, no lo sabemos: Trump es desconcierto).
El Súper Martes, en el que once estados votarán al unísono para decidir por su candidato favorito, puede cambiar la historia, o bien, el momentum de los candidatos. Si bien las encuestas siguen siendo favorables a Donald Trump, este sería el momento de definir la duda de si el neoyorquino tiene un techo, o el número del estado de Nevada (45,9%) es la tendencia.
Sobre Nevada hubo lecturas sumamente equivocadas y superficiales, que Trump, como siempre, supo comunicar e imponer en los titulares de cuánto medio circula por el mundo. El primer detalle que muchos no tuvieron en cuenta es que esta fue una elección partidaria: o sea, no votó todo el electorado, por lo cual, los números se encuadran dentro de ese electorado puntual, el republicano, que en dicho estado representa no más de 20%, o 45% si sumamos en él a los “independientes”. Aun así, esto logra una suma muy lejana al 55% que dice identificarse con los Demócratas.
alrePor lo tanto, los latinos no votaron a Trump: fueron el 44% de latinos que se identifican como republicanos en el Estado de Nevada. Esto sería dedor del 7% del electorado total.
Los votos que consiguió Trump (34.531) en Nevada, saliendo primero, son menos votos que los conseguidos por Ben Carson (53.362) saliendo último en Carolina del Sur.
Por último, y lo más importante, es la impronta del estado que se resume en la famosa “ciudad del pecado” (Las Vegas), dónde los valores reinantes colisionan con aquellos que pregona y defiende el republicano promedio.
Estos datos son concretos. No desmienten los triunfos de Trump en Carolina del Sur y New Hampshire. No intentan desmentir que si logra dar la razón a las encuestas en el Súper Martes estaremos ante el inminente nominado republicano a la presidencia de Estados Unidos. Estos datos son válidos porque pueden resultar una excepción y deben ser tratados como tal.
El primer lugar de Rubio en Florida peligra, según la última encuesta de Quinnipiac. Cruz esta adelante en Texas. Carson está sintiendo la presión y se retiraría luego del Súper Martes. Kasich cree que aún puede.
La realidad es que la pelea es de cinco, pero sólo tienen “oxígeno” tres de ellos. Trump en primer lugar. Rubio y Cruz en segundo lugar. Kasich y Carson insistiendo hasta dónde agoten sus recursos.
El aire que aun disponen los dos “latinos” de la contienda se está acabando. El único intento que queda es empezar a hablar de las cosas que los electores quieren. Empezar a describir el desastre que Obama ha hecho en Estados Unidos. Recordar la importancia del Partido Republicano en la defensa de las minorías. Cuestionar a Trump sobre su pasado lejano e inmediato, sobre sus aportes a la Fundación Clinton, sobre su posición ante el aborto, el tamaño del Estado y el sistema de salud. Su explicación detallada con respecto a los planes que tiene como plataforma de Gobierno.
También deben mostrar sus planes hacia delante, su visión para los americanos y el mundo, y sobre todo, que ambos están dispuestos a trabajar juntos para poder recuperar el liderazgo y la seriedad que el Partido Republicano y Estados Unidos merecen.