El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su informe sobre Perspectivas Económicas Globales presentado con regularidad para evaluar el desempeño de la economía mundial y establecer proyecciones sobre el comportamiento futuro, ha destacado que el país con peor desempeño en términos del Producto Interno Bruto (PIB) y variación de los niveles de precios (Inflación) es Venezuela.
El informe del FMI solo ratifica la realidad que padecen los venezolanos. Los crecientes precios del petróleo fungieron como palanca para impulsar un modelo político económico errado y con claras evidencias de fracasos previos: el socialismo.
Un sorprendente volumen de ingresos sin precedentes fue la base para llevar a cabo políticas económicas incoherentes y destructivas. A pesar de que la economía entera estaba siendo destruida, el alto volumen de ingresos permitió establecer importaciones para solapar las fallas en producción nacional; fijar subsidios que aliviaran momentáneamente los déficit que causaban los controles; y sostener una política de estrangulamiento a los sectores mas importantes.
Es así como era inexplicable un comportamiento positivo del PIB mientras se expropiaban empresas, se sustituía producción nacional por importación subsidiada, se incrementaba el número de controles sobre precios y divisas a expensas de un rentable negocio cambiario a favor de los amigos del Gobierno. Era impensable que una economía marchara bien mientras se destruía la producción y se incrementaba el tejido burocrático y de control, buscando hacer más difícil la tarea del empresario.
Cualquier negocio fácil no bastaba para el Gobierno, y menos si detrás se podían obtener mayores recursos. Es así como también acudió al financiamiento del déficit fiscal vía emisión monetaria, trayendo consecuencias inmediatas sobre la pérdida de poder adquisitivo de la moneda local, manifestada en forma de inflación.
Pero, a pesar de esto, el mundo estaba sorprendido de cómo un país en franco deterioro podía conservar crecimiento en el PIB. La realidad no es otra que el gran peso que tienen los ingresos petroleros sobre el comportamiento del PIB y sus resultados finales, con un 98% de exportación correspondiente a este sector. Obviamente, el comportamiento final de este indicador estará sesgado por cómo se muestre el mercado petrolero.
La marea bajó y lo que se pudo observar fue el franco deterioro de la economía venezolana, esquelética y moribunda, con una producción nacional altamente reducida
Se estima que desde 1998 hasta hoy, el volumen de ingresos provenientes exclusivamente por producción petrolera habría alcanzado la extraordinaria cifra de USD $1.000.000 de millones (cálculo propio). Con este monto se podría cubrir tres veces la deuda total de Grecia, y también quedaría un poco para ayudar a otros países más.
El despilfarro de semejante volumen de ingresos ha sido también extraordinario y sin precedentes, llegando a reconocer los mismos ministros de Economía que desconocen el paradero de US$25.000 millones asignados por la vía del control de cambio.
Este ha sido el periodo en el que la emisión monetaria ha crecido sin restricción ni cuidado alguno: en 1998 la emisión de nuevos billetes y monedas era de Bs. 1.673.512 millones, y hoy la cifra más actual reflejada por el Banco Central de Venezuela (BCV) es de Bs. 313.574.439 millones. Sin duda alguna, el crecimiento de la emisión monetaria en dicho periodo ha sido más que exponencial, un monto completamente grosero de 18.637,5%.
Lo cierto es que los crecimientos económicos insostenibles, es decir, aquellos que no se encuentran sustentados en el incremento de ahorro real y lo generación de nuevos y más bienes de capital, son los que algún día tarde o temprano llegarán a su fin. Mientras el PIB mostraba signos positivos y crecientes, otros nos preocupábamos por lo que realmente estaba sucediendo: prácticamente una burbuja de precios del petróleo, detrás de todo el teatro estaba el telón que ocultaba el verdadero desempeño de la economía del país. Este modelo político económico solo sería sostenible mientras la fiesta de los precios altos durara y permanecieran algunos rastros de la borrachera.
El momento llegó. La economía china se desaceleró, bajó su demanda de materia prima y, en combinación a un exceso de oferta de petróleo, por las nuevas formas de obtención de crudo y la rentabilidad del negocio, impulsaron un colapso del precio del mismo, afectando seriamente a quienes no hubieran actuado de forma coherente y responsable en los momentos de bonanza.
La marea bajó y lo que se pudo observar fue el franco deterioro de la economía venezolana, esquelética y moribunda, con una producción nacional altamente reducida e incapaz de siquiera abastecer una parte de la demanda nacional; sectores industriales asfixiados por la burocracia del control político; y ciudadanos con profunda pérdida de poder adquisitivo sumergidos en un remolino de escasez, inflación, pobreza y controles.
El FMI presentó datos críticos. Considera que el PIB caerá en un 10% para el 2015 y proyecta que caerá en 6% para 2016. Sin ver la situación clara, espera que se deje de caer en 2020, previendo un dato de 0,0% para el PIB en ese año. Este dato es completamente preocupante porque el país está en recesión desde el 2014, y se sumarían ya tres años consecutivos con el 2016 en la fosa económica.
Estar en recesión significa que la economía está produciendo muchos menos bienes y servicios que antes. No está existiendo producción y por lo tanto, hay menor renta disponible, afectando el sostenimiento de muchos negocios, impulsando niveles de desempleo ante cierre o reducción de capacidad. Al haber menos empleos, habrá menos renta disponible para los hogares, causando así más pobreza.
Además, el FMI planteó su proyección sobre la inflación con un 190% para 2015 y 210% para 2016. Alarmantes cifras si entendemos que la inflación mundial se encuentra en un rango de 2% a 4% anual y se ha mantenido así por un largo tiempo. La complicación de los resultados del PIB se suma a la progresiva y acelerada pérdida de poder adquisitivo del dinero de los ciudadanos, agravando más la situación para aquellos que menos tienen, al poder disfrutar de menos renta disponible para hacer frente a la inflación.
El panorama no solo es oscuro, como antes de que la cortina de los precios del petróleo cayera. El futuro es muy oscuro, aunado a la irresponsable actitud del Gobierno de no tomar medidas correctivas y ocultar información para evitar el desprestigio político. El futuro es quizás del mismo color del petróleo que nos trajo hasta aquí.