EnglishDespués de una derrota tremenda en la última elección provincial, los secesionistas de Québec están haciendo un ejercicio de examen de conciencia, y con buena razón.
El Partido Quebequés (PQ), partido separatista y progresista de la provincia, tenía en sus manos las riendas de un gobierno minoritario hasta que los votantes llegaron a las urnas el 7 de abril. Al día siguiente, el partido estaba ensangrentado, lleno de moretones, y expulsado de los pasillos del poder.
En lugar de la mayoría que esperaba alcanzar, el PQ perdió más de la mitad de sus escaños en el Parlamento, quedándose con tan solo 30, y le regalaron al Partido Liberal un gobierno de mayoría que durará, como mínimo, los próximos cinco años. El PQ obtuvo el 32% de los votos en 2012, por lo que la caída al 25% en las últimas elecciones desató una gran cantidad de alarmas en los círculos separatistas. Y debido a que cerca del 40% de la población apoya la secesión, la brecha en el apoyo al partido político es igualmente preocupante.
Con un partido federalista en el timón, parece que por ahora la idea de la independencia de Québec tendrá que esperar.
El dolor punzante de la derrota electoral debería se un aliciente para que el movimiento independentista de Québec se reexamine.
Para empezar, ¿por qué no tuvo acogida el mensaje de marca del PQ, enfocado en la soberanía y la secesión?
La razón más evidente es que a la gente no le gustó la idea de un “secularismo” sancionado por el Estado como elemento necesario de la independencia de Québec. La Carta de Valores de Québec (Charte des Valeurs Quebequenses) fue propuesta apresuradamente, mal defendida, y sirvió para debilitar el tejido social de Québec, que siempre se ha caracterizado por lo tolerante de su gente. Enfrentar a la mayoría de los quebequeses contra las minorías religiosas negó las lecciones aprendidas a raíz del fallido referéndum de 1995, cuando se decía que el “voto étnico” había precipitado la derrota.
Además, el enfoque más colectivista del PQ sobre la política fiscal y la regulación era vista como innegablemente hostil a los negocios, lo que debilitaría las posibilidades de una recuperación económica que harían a Québec próspero y financieramente independiente. En cambio, el grupo eligió afincarse en la Carta, haciendo que el idioma y la política de identidad fuesen percibidos como su contribución clave al discurso de la campaña electoral.
Sin un plan de creación de empleo significativo que lo respaldara, el PQ estaba destinado a ser la víctima de un electorado deseoso de nuevas oportunidades de trabajo. Esto fue previsto por Jean-Martin Aussant, ex jefe de Opción Nacional, un partido separatista más enfocado en el tema económico, que evitó un enfoque electoral en la cultura y la identidad de Québec.
“La gente ya ha aceptado la independencia de Québec en base a la cultura y la identidad”, declaró para Bazzo TV después de la victoria del PQ en 2012. “Por lo menos económicamente, los federalistas todavía tienen la capacidad de asustarnos con falsos argumentos [de independencia]. Es ahí donde tenemos que trabajar, y creo que es ventajoso para los pragmáticos económicos utilizar números y hechos en lugar de la cultura o la política de identidad”.
Así que si el defensor moderno de la independencia de Québec no fue favorable al Partido Quebequés debido a sus posiciones económicas y sociales, ¿cuál es el mejor vehículo para el movimiento? ¿Qué motiva al actual secesionista de Québec?
En gran medida, es socialmente liberal y fiscalmente conservador. Quiere que las cuentas públicas de Québec cuadren, que los impuestos sean bajos, y que el gobierno se mantenga al margen de las cuestiones sociales.
No le gusta el hecho de tener que enviar una gran parte de sus impuestos al gobierno federal de Canadá, especialmente cuando se utiliza para financiar políticas que muchos quebequeses no perciben como favorables a sus intereses, como las iniciativas militares, las leyes de vigilancia en línea de dudosa legitimidad, o la creciente burocracia federal canadiense dentro de las fronteras de Québec.
Reconocen el potencial para la independencia y el éxito económico de Québec, que se basa en dejar que los empresarios tengan más incentivos para crear riqueza.
Declarando para la revista Vice a principios de este año, Jean-Claude Sylvain Guay dijo que “Los partidarios de la soberanía de 1960 eran de izquierda, muy progresistas”. Guay, un ávido secesionista que compite por el liderazgo del partido separatista federal Bloque Quebequés, dice que el movimiento independentista de hoy es más inteligente y está mejor posicionado para la victoria.
“Hoy en día tenemos una noción de independencia más madura; más económica, con una retórica más centrada en ideas económicas racionales y lógicas”, dijo. “Ahora estamos pensando de manera más liberal y neo-liberal”.
Tal como lo reiteró Catalina Dorion de Opción Nacional, el secesionista de hoy quiere volver al “sueño” de un pueblo de habla francesa libre e independiente en el que se respeten y se representen todas las culturas y etnias. Quieren unir el espíritu revolucionario que llevó a tantos jóvenes a las calles de Montreal durante el printemps érable.
“Nuestra idea no es defender un proyecto revolucionario como la independencia de Québec sin aprovechar la oportunidad para explicar concretamente, para convencer, y para inspirar”, escribe Dorion.
La idea de la independencia, de separarse de un país con el fin de crear uno nueva, es revolucionaria. Si el secesionista de hoy quiere que ese sueño se haga realidad, haría bien en olvidar fracasada ideología del Partido Quebequés y comenzar de nuevo.