EnglishCuando las familias con niños pequeños escapan de las dificultades económicas y los barrios dominados por gangsters en América Latina para llegar a la frontera sur de Estados Unidos, las posibilidades de una vida mejor están a su alcance.
La mayoría de ellos tienen como objetivo encontrarse con sus familiares y seres queridos que ya viven en Estados Unidos.
El costoso y tedioso proceso burocrático el cual les espera, si es que toman en cuenta todas las reglas y procesos legales, puede extenderse por varios años. Alternativamente, un corto pero peligroso viaje a través de desiertos y ríos, guiados por los costosos coyotes, puede proporcionar acceso inmediato pero condenarlos al estatuto de ilegales en ese país.
Decenas de miles de menores inmigrantes realizan la travesía año tras año, acompañados de sus padres o incluso solos, guiados por desconocidos y peligrosos pandilleros y traficantes de drogas. Como cruzar legalmente la frontera es casi imposible para alguien sin medios financieros, estos migrantes se encuentran obligados a ocultarse de policías y otras autoridades.
Estas condiciones equivalen a vivir en la clandestinidad. Algunos logran concluir el peligroso viaje; otros, menos afortunados, no.
Lo que es peor, los inmigrantes capturados por agentes de seguridad fronteriza son sometidos a laberintos burocráticos que concluyen con su deportación a sus países de origen. Acorralados, puestos en centros de detención, forzados a someterse a procesos legales y exámenes, los inmigrantes son confrontados a la peor de las facetas de la burocracia estadounidense.
“Nuestro mensaje es claro. Si vienes a nuestro país ilegalmente, te enviaremos de vuelta al tuyo —algo consistente con con nuestras leyes y valores”, dijo el Secretario de Seguridad Nacional, Jeh Johnson, la semana pasada durante una visita a un centro de detención de inmigrantes en Nuevo México. Las autoridades han intentado trasladar a las familias y niños a varios estados del país, pero los gobernadores de estas localidades se opusieron, y dejaron a los inmigrantes en el limbo de la burocracia federal.
Desde octubre de 2013, más de 50.000 menores inmigrantes han sido procesados a través del Departamento de Salud y Servicios Humanos. Las cifras podrían incrementarse hasta los 90.000 el año próximo. ¿Es esta realmente la imagen de nuestro país que queremos proyectar a quienes desean venir a vivir aquí?
Los inmigrantes buscan una vida mejor en Estados Unidos. ¿Por qué someterlos al ineficiente sistema burocrático federal que tantos ciudadanos deploran?
Décadas atrás, los oficiales de inmigración situados en Ellis Island, Nueva York, recibían a inmigrantes de Europa y de otras latitudes y se limitaban a hacerles una revisión médica. No se veían guardias armados ni barreras electrificadas.
Hay gente implorando a Estados Unidos para poder cruzar sus fronteras, y están siendo tratados más como una propiedad indeseada que como seres humanos, un punto que ha sido reconocido por los mismos burócratas gubernamentales.
“En reiteradas ocasiones, personas han perecido trágicamente mientras intentaban cruzar las fronteras ilegalmente, en manos de criminales que no tienen respeto por la vida humana,” declara irónicamente el Departamento de Seguridad Nacional en su sitio web.
Personalmente, como inmigrante canadiense, conozco muy bien el proceso burocrático al cual se expone uno para convertirse en ciudadano estadounidense. A pesar de haber llegado en 1994 con mis padres, quienes eran inmigrantes económicos, no fue sino en el año 2009 que fui finalmente reconocido como ciudadano estadounidense. Hice la totalidad de mis estudios primarios y secundarios como extranjero: Primero como extranjero no residente, después como extranjero residente y finalmente como residente permanente.
Incluso habiendo vivido la mayor parte de mi vida en Estados Unidos, no podía votar tras haber cumplido 18 años, contrariamente al resto de mis amigos. Ciertamente, no podía pretender ser una estadounidense en espíritu. A pesar de organizar los anuncios matutinos en mi escuela, no tenía autorización para recitar el juramento a la bandera. La primera vez que lo hice un profesor se quejó a la administración de la escuela, alegando que el juramento no debería ser recitado por un no-ciudadano. Esto fue antes de haberme dado cuenta de que el juramento es una forma retorcida de adoctrinamiento diseñada para engendrar nacionalismo en la juventud de una nación.
En mi aventura personal hacía la obtención de la ciudadanía, gasté miles de dólares, desperdicié abundante tiempo en entrevistas con abogados y montañas de papeleo. El proceso fue extenuante y desalentador. Mi tío, un inmigrante con alto grado de formación superior, aplicó poco después para la ciudadanía con su familia y hasta hoy día continúa su lucha contra el monstruo de la inmigración. A pesar de haber vivido la mayor parte de su vida en Estados Unidos, mi prima se vio forzada a irse a vivir a Canadá para evitar ser deportada.
Se puede entender a los estadounidenses nativos por no saber cuán pesado y burocrático es este sistema, pero quienes fueron más privilegiados son igualmente de ignorantes. Aquí incluyo a personajes como David Frum, siendo él mismo inmigrante canadiense de clase alta, quien obtuvo un muy buen puesto como escritor de discursos del expresidente George W. Bush. Claro que esto no tuvo nada que ver con su aplicación acelerada para obtener de la ciudadanía.
Frum ve el flujo de inmigrantes hacia Estados Unidos como un problema y exige que el gobierno haga más para detenerlos.
“Hay gente que tiene que afrontar terribles opciones, las cuales se han tornado peores por la laxitud de las leyes de inmigración estadounidenses. Si la actual ola no es detenida y revertida, estás opciones se volverán aún peores”, argumenta Frum.
La criminalización de los inmigrantes ha llegado suficientemente lejos. Esta nación no puede continuar dirigiendo de forma centralizada la entrada y salida de gente que tan solo quiere tener un mejor futuro para ellos y sus hijos.
Por el bienestar de los inmigrantes, dejemos a la burocracia federal fuera del movimiento de individuos a través de las fronteras. Déjenlos entrar.