
Siempre se ha hablado bien de la meritocracia. Que es la forma de llegar a la cima dicen; que nadie puede surgir sin esfuerzo. Es posible salir de la pobreza con trabajo, dedicación, buenas costumbres financieras y orden, pero muchos reman y reman y siguen encontrándose en el mismo punto de quiebre o peor aún, han sido arrastrados por la corriente aún más atrás de donde empezaron.
En Chile no es fácil salir de la pobreza, al menos es más difícil ahora de lo que fuera hace 10 años.
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¿Cuáles son los obstáculos con que se encuentran las personas en Chile? Simplemente una creciente carga tributaria que ha sido impuesta de manera arbitraria. Tal como lo hicieran los señores feudales que gravaban a quienes osaran pasar por sus tierras y comerciar por ellas, así el Estado se ha apoderado de dinero que no ha producido y sigue apoderándose de él de manera creciente cada año al acrecentar el aparato estatal con más y más burocracia creada precisamente para dilatar los procesos que muchas veces pueden sacar a las personas de la pobreza.
¿Son malos los impuestos? La respuesta es sencilla, Sí. Lo son porque violan el principio de no agresión que es un pilar fundamental de la república y por lo tanto se vive bajo una constante coacción. Podríamos decir que si bien no se nota una opresión sobre la vida de las personas, esta existe disimuladamente obligando a cada chileno a quedarse con menos dinero en su bolsillo para darlo a la clase política de turno que inventa cada vez nuevos objetos de gasto.
El Estado existe y no podemos pretender crear una utopía donde no tenga su lugar, porque sabemos perfectamente que eso no va a ocurrir. El asunto se reduce a preguntarnos cuánto Estado queremos y cuáles debieran ser sus funciones. Se supone que la agrupación humana determinó que el Estado oficia como árbitro de las relaciones humanas tanto comerciales como sociales y que permitiera bajo el amparo de una carta magna, regular estas interacciones en paz, de modo que se pudiese sostener una armonía social. Para este propósito es entendible que se necesiten recursos con los que se pueda mantener los organismos que proveen seguridad nacional, defensa y justicia, pero el Estado se ha propagado a todas las áreas de la vida social y con cada año que pasa, agrega más funciones y responsabilidades que no le son inherentes.
Tenemos un Estado que crece y crece y sus “necesidades” con él. La reforma tributaria que impulsa Michelle Bachelet y su coalición sigue alimentando un súper Estado que tiende al control total, pues con los así llamados “derechos sociales” viene el derecho del estado de interferir como han de vivirse, repartirse y adecuarse dichos “derechos” ya que finalmente el que paga pone las reglas.
Preguntémonos con toda sinceridad ¿qué pasaría si no se pagara impuestos? Los chilenos pagan varios tipos de estos. Tenemos impuesto a la renta, impuesto de primera y segunda categoría que van a las empresas y personas respectivamente los cuales no deben pagar quienes son empleados dependientes que ganen poco menos de US$1000; está también el impuesto global complementario, el IVA que es de un 19% y que al ser aplicado a bienes y servicios, todos terminan por pagar., los impuestos específicos y otros impuestos.
Si los chilenos no tuvieran que pagar impuestos, tendrían en sus bolsillos hasta un 40% más de sus haberes, los cuales, para hablar con honestidad, probablemente no se ahorrarían, sino que se gastarían en distintos ítems, ya que los seres humanos por naturaleza son mejores gastando que ahorrando. En todo caso, el gasto no es malo per se, ya que impulsa la economía.
De nada sirve el dinero bajo el colchón porque no produce ningún aumento en el parámetro de vida sino que queda ahí almacenado sin producir efectos positivos. El dinero, para que produzca sus efectos como medio de intercambio de riqueza, debe moverse, por lo tanto el gasto no es malo en sí ya que significaría un aumento en la calidad de vida y al generar tantas más transacciones por día, inevitablemente esto tendría un impacto en el empleo.
Entonces, menos impuestos, más movimiento comercial, más empleos, se atraería más inversión por el crecimiento del mercado y la economía crecería de marea mucho más robusta. Ahora muchos se preguntan ¿y qué pasaría con los derechos sociales? ¿Quién se haría cargo de las tareas esenciales del estado? La respuesta es que las tareas esenciales del estado en una república, nunca fueron el adoctrinamiento masivo, ni la provisión de bienes materiales, sino que se limitaba a ejercer funciones arbitrales, de defensa y justicia.
El resto de los asuntos civiles, puede perfectamente resolverse de esa manera, civilmente. Tanto la conectividad, la infraestructura, la educación, vivienda, transporte y otros ítems, no son necesariamente resorte del Estado sino que este último se ha tomado dichas funciones esenciales para tener una buena excusa para entrar en los bolsillos de las personas, mantener ciertos comandos de poder que aseguren la permanencia de los distintos sectores políticos en el poder. Al fin y al cabo, no es su dinero el que se mal gasta en pagar la permanencia en los cargos, sino que es dinero de los contribuyentes.
El emprendedor en Chile encuentra mil obstáculos para salir de un estado de pobreza y surgir. EL chileno promedio ve como su dinero se esfuma en las cosas de consumo diario por el alto impuesto al valor agregado y por la inflación que es el más duro de los impuestos.
La utopía sin impuestos, no existe, pero si la mafia de Chicago replicada en nuestros Estados ha de cobrar impuestos, que estos sean razonables, que la ciudadanía reevalúe el tamaño del Estado y quizás, sin soñar con una utopía, la realidad sea tributariamente menos disparatada de lo que es hoy, volviendo a darle a las personas el control de sus vidas que hoy el Estado parece tener capturado.