Cuando un niño va perdiendo un juego con algún amiguito, suele ocurrir que su primera reacción ante la frustración de la derrota sea lanzar el juego lejos, deshacerse de aquello que evidencia su derrota para finalmente organizar un berrinche en el que se saltará todas las reglas establecidas y deslegitimará el juego mismo, pues al fin y al cabo ya lo perdió.
Obviamente los niños crecen y van afinando su sentido de la socialización. Van aprendiendo a asimilar las distintas realidades y a superar las frustraciones con trabajo duro y honesto para lograr las metas propuestas. Esto si es un ciudadano saludable y correcto, claro está.
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Los miembros del gobierno de Chile, entendiéndolos como la asamblea de operadores políticos, camaradas del régimen posicionados en cargos estratégicos, amigos íntimos de la presidenta que ocupan cargos de confianza para los que evidentemente no están calificados, se comportan peor que un niño que sabe que va perdiendo.
No está a la altura de un gobierno que desea ser considerado serio, jugar con el Estado de Derecho a voluntad, ni es sensato utilizar el Estado como un botín de guerra, pero eso es precisamente lo que ocurre.
En los últimos meses el Gobierno ha perdido la poca vergüenza que alguna vez tuvo, y hoy por hoy, sin temor a delatarse, muestra como el Estado no es más que un botín que debe ser repartido entre los amigos, camaradas y seguidores fieles del régimen. Ya no importa el buen gobierno, sino cuánto se puede obtener del botín estatal y cuánto se puede dejar una marca ideológica que el próximo gobierno no pueda deshacer.
El país sufre distintas crisis, tales como el aumento del desempleo, el desplome de la economía o la ideologización de las decisiones económicas, como fue el rechazo a un proyecto minero aprobado por los organismos técnicos del medio ambiente y que iba a generar más de 2500 empleos, solo porque el ex presidente Piñera tenía acciones en él, eso sin contar con los nuevos antecedentes que indican que la hija menor de la presidenta tiene terrenos a 12 kms del mismo proyecto. Sumemos a esta lista preocupaciones la terrible situación de la región de la Araucanía, donde evidentemente reina el terrorismo de izquierda, que ha utilizado una pseudo causa mapuche para crear un sentido de reivindicación territorial.
El último golpe del terrorismo en la región del sur fue quemar 2 tractores y 1 galpón, eso luego de que días antes fueran quemados 19 camiones y 1 galpón, pero parece que simplemente estas cosas no impresionan a un gobierno que ideológicamente simpatiza con el terrorismo, que no le importa la economía del país, pues viven de los impuestos de los chilenos y no de su trabajo serio, honesto y eficaz.
No les importa el desgaste de las instituciones, pues estas son solamente una recompensa por derrotar al enemigo político, y de estas instituciones han de enriquecerse hasta que se acabe su tiempo.
El último año de gobierno de la presidenta Michelle Bachelet es un año peligroso para el país, pues frente a su inminente salida del poder y considerando que su desaprobación es tan grande que probablemente perderán su precioso botín a manos de la oposición, entonces les da igual como vayan a legar el país. Les da igual entregar un Chile cayéndose a pedazos, porque han hecho vista gorda a los problemas reales y se han dedicado a darse gustos ideológicos, al cuoteo político, a desprestigiar la institucionalidad. Así como un niño que sabe que no tiene como ganar una partida, en su último berrinche prefiere destruir el juego que dejarle una victoria al contrincante.
La izquierda prefiere entregar un país en ruinas con tal de que sus opositores no puedan tener una evaluación positiva por no poder recomponer de manera instantánea un cristal que ellos, como buen gobierno de izquierda, quebraron en mil pedazos.
Como aquellos psicópatas que al asesinar a sus mujeres sueltan el discurso “si no es mía no es de nadie”, esa es la actitud del Gobierno en este último año que les queda.
Hoy el país debe asumir que en el sur están solos frente al terrorismo, lo cual podría derivar en el paramilitarismo. También el país se desploma económicamente, porque el Gobierno solo quiere revanchas políticas y no considera las soluciones que la inversión puede otorgar. Además las instituciones se desprestigian aceleradamente y se permite que la corrupción permee todos los rincones de la interacción social.
Todo esto ocurre mientras un congreso mayoritariamente a favor del Gobierno, que parece que vive en otra galaxia y no en Chile, se dedica a legislar sobre asuntos irrelevantes que no requieren inmediata atención, lo hacen mal y terminan perjudicando más a la población, sin mencionar que van metiéndose tanto en la vida personal de los individuos que la libertad se está viendo asfixiada con regulación sobre regulación.
La absurda ley que aumenta la edad de uso de las sillas de seguridad automotriz para niños, y digo absurda, porque se desmorona a si misma cuando esta solo aplica a autos particulares pero no al transporte escolar ni público; la absurda ley de estacionamientos que en vez de dejar que la competencia regule los precios, la fija perjudicando a los usuarios; la absurda pretensión de legislar sobre la cantidad de sal que pueden consumir las personas; la increíblemente absurda ley que podría regular el servicio UBER en que se le aplicaría un impuesto que vaya directamente a beneficio de los taxistas. Todos estos desvaríos son gustos ideológicos que se da un gobierno con su respectivo congreso que sabe que le queda poco tiempo para crear su utopía socialista en que la libertad es ahogada por el dios Estado.
Al niño llamado gobierno ya no le importan las consecuencias de sus berrinches, solo le importa ganar o destruir.