¡NO + AFP! Gritan furiosos varios manifestantes en las calles. Las redes sociales llenas de consignas anti capitalización individual, con miles de personas que se han convencido que el eslogan es una realidad, pues la consigna es que si algo ha salido mal en mi vida financiera, debe ser porque el sistema es injusto y me ha robado para enriquecer a los más ricos.
¡Educación gratuita y de calidad! Gritan otros jovencitos con el puño en alto, llenos de una ira que sobrepasa la intención de debatir. No es posible explicarles en medio de sus protestas y vociferaciones que en las condiciones financieras del país los cambios deben ser graduales, bien pensados, no basados en la urgencia de los que protestan sino en el sostenimiento de las políticas mismas a futuro, que no solo se trata de abaratar los costos sino de entender cómo cambian los mercados laborales y qué condiciones deben tener quienes estudian para satisfacer las necesidades que se van creando.
¡Los poderosos de siempre! Exclamaron ministros del actual gobierno y que hoy están reciclados en organismos internacionales. La consigna era que la desigualdad era el gran problema de Chile y que esta se generaba porque los ricos le roban a los pobres y mientras ellos no devuelvan ese dinero a la ciudadanía por medio de políticas redistributivas, las desigualdades según ellos “injustas” seguirían existiendo. Esto encendió los ánimos en muchos sectores de la población que creyeron este mensaje y la hostilidad y polarización en Chile revivió.
El enojo “popular” parece estar extendido a todas las áreas y le ha explotado en la cara al actual gobierno. Los casos de corrupción han revelado una clase política clientelista e instituciones secuestradas por el Estado y sus favorecidos políticos y esto no presenta una tarea fácil a quienes vengan a gobernar. (Que esperamos que al menos tengan intenciones de robar menos).
Frente a un escenario nacional donde los eslóganes parecen ser las directrices de los políticos al poder, donde la razón es sofocada por la vociferación y la ira colectiva, es difícil sino imposible realizar cambios que re direccionen al país hacia la ruta del crecimiento, pues estas medidas podrían tener altos costos políticos que es difícil que los partidos estén dispuestos a pagar.
La técnica es importante, más bien imprescindible, es vital para asumir los temas país pues sin ella, se dan golpes de ciego contra el viento sin encontrar soluciones, el problema es que la técnica, lo real, el mundo de las cifras y la ciencia incluso, le son ajenos al común de las personas y por más que se intente ilustrarlos, los eslóganes son más poderosos, porque no requieren autoexamen, no requieren autocrítica ni consideración de la dura realidad que impone restricciones al inmediatismo y al pensamiento mágico.
Es difícil conquistar el voto en Chile hoy en día, con propuestas realistas. Ya no puede hablar el espíritu de Winston Churchill diciendo que el progreso ha de costar sangre sudor y lágrimas pues las generaciones actuales de votantes no quieren pasar por el trabajo que significa el desarrollo.
Hace muchos años en Chile existía la asignatura escolar de economía. Esta, si bien no era un estudio exhaustivo de todo lo que implica estudiar economía, le daba al estudiante nociones básicas sobre el funcionamiento del mundo real, del ahorro, la inversión, el crecimiento y el desarrollo. Luego ya en los años 90 del siglo pasado, esta asignatura fue desapareciendo.
Da para pensar que este movimiento curricular puede bien haber sido intencionado por entonces una concertación pasiva referente a los consensos que la sociedad necesitaba para desarrollarse, pero con la visión que la información es poder y no era bueno concederles dicho poder a las masas pues iban a elegir con bases más técnicas que emocionales como vemos ahora.
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Es que es imposible conversar con un progresista sin que el disenso no los lleve a calificar a su contraparte de fascistas y retrógradas, esclavos del imperio y antipueblo.
¿Cómo se le explica a alguien cuya pensión es paupérrima que habiendo cotizado toda su vida, pero sin las modificaciones correspondientes a expectativa de vida y tasa de cotización, que si no fuera por la autocapitalización su condición sería aún peor? ¿Acaso entenderá las cifras que muestran claramente que la AFP (Administradora de Fondos de Pensiones) ha casi triplicado sus ahorros? – No. A esta persona solo le interesará que le solucionen el problema de inmediato. No le interesa que el país tenga que incurrir en una deuda impagable para sostenerle y que las generaciones futuras se veas arruinadas y miserables.
¿Cómo se le explica a un jovencito con el puño en alto exigiendo educación gratuita y de calidad que para que exista calidad debe haber libertad de enseñanza, diversidad de proyectos, que los insumos necesarios para educarle pueden ser costosos y alguien debe pagarlos? ¿Cómo se le hace entender que si no lo paga él, alguien tendrá que recortar sus ingresos para pagarlo? ¿De qué manera se le hace ver que si bien un aumento en los impuestos puede sacarle el dinero a los ricos, el desincentivo que estos tendrán para invertir y crear riqueza en su país serán menos y por ende dejarán de hacerlo dejando de crearse empleos necesarios entre aquellos, posiblemente los de sus padres que hasta entonces al menos habían tenido para llevar el pan a la mesa? No lo entenderían. Quieren no pagar, pero lo quieren ¡ya!
Candidaturas presidenciales que establezcan con argumento científico estas cosas, corren con gran desventaja frente a otras como la del Frente Amplio (sector de Ultra Izquierda) en el rostro de Beatriz Sánchez, una periodista que al ser consultada por sus definiciones y sin la reflexión necesaria para responder, dice No más AFP, No más sistema privado de salud, No más lucro en la educación, Redistribución e igualdad.
Lamentablemente la ciudadanía no parece querer saber sobre la realidad y este mundo mágico izquierdista apenas está comenzando.