Un año electoral da mucho material de conversación en cualquier país. Chile no es la excepción. Recordamos votaciones históricas, casos emblemáticos, algunos que significaron un antes y un después. Reflexionamos al respecto tratando de dilucidar las perspectivas que se asoman para la nación.
En Chile, la candidata que parece ir subiendo en encuestas es Beatriz Sanchez, que entre otras cosas predica el feminismo y su amor por una visión de izquierda de la sociedad, tal como la actual Presidenta Bachelet. En este sentido ya hemos visto gobiernos a nivel latinoamericano que han improvisado todo. Gobiernos en su mayoría de corte socialista, que aunque se denominen de partidos más liberales, actúan como gobernantes de izquierda con la tendencia marcada hacia el estatismo y la redistribución de la riqueza que ellos no crearon. Un ejemplo de esto es Juan Manuel Santos en Colombia que se denomina de derecha pero su actuar es mucho más cercano a la izquierda que al sector al cual dice pertenecer.
- Lea más: PanAm Podcast: ¿es posible un “feminismo libertario” dos puntos de vista
- Lea más: “Feminismo islámico es una absoluta contradicción” : escritora argelina Wassyla Tamzali
Los demás son evidentemente de izquierda y estos regímenes han sido soberanos por largos años ya en nuestro continente. Tenemos el caso del insumergible Evo Morales en Bolivia, del longevo Rafael Correa en Ecuador y su sucesor tan izquierdista como él, sin contar los casos de Brasil y Argentina en que la destituida Dilma y la incombustible Cristina, han representado las banderas del socialismo por largo tiempo, pese a no estar en el poder ahora.
En Chile, Michelle Bachelet lleva ya dos periodos presidenciales en el cuerpo y con el tiempo solo confirma la tendencia obvia que vemos en todos los presidentes de izquierda. La corrupción es evidente tanto en su persona como en su gobierno. En repetidas ocasiones hemos visto como esquiva todos los dardos de la justicia con un blindaje digno de la mafia de Chicago. La forma en que ha gobernado deja ver claramente que su ideología socialista, casi más cercana al comunismo, bloquea su sentido común, impone su paraíso en la tierra a costa de la prosperidad nacional y quema sus naves al dejar el peor escenario posible para un sucesor que seguramente no será de su coalición.
No porque no haya sido destituida significa que su gobierno es incorruptible, solo significa que incluso la justicia ha sido secuestrada para proteger los intereses de la presidencia y de la izquierda. Si pudiéramos enumerar los asuntos en los que Michelle Bachelet está de alguna manera implicada, sería demasiado fácil explicar la decadencia de su imagen y del aprecio por su gestión como muestran todas las encuestas.
El caso caval, donde se sospecha del tráfico de influencias y manejo de información privilegiada de su hijo Sebastián y su nuera Natalia Compagnon, hoy toman nuevas aristas que incluso podrían contemplar el lavado de activos. La no aclaración de su situación académica, que sería tan fácil como mostrar su diploma de título profesional como Médico de la Universidad de Chile, deja entrever que el asunto no está zanjado y que las sospechas sobre su ejercicio ilegal de la profesión podrían ser fundadas. La imposición de personas de su confianza en cargos de responsabilidad, personas que están implicadas en serios escándalos de fraude a la confianza pública, como es el caso de la ex ministra Javiera Blanco y también el caso del general Villalobos, que luego del destape de las irregularidades y corrupción en las cúpulas de la policía, no ha sido más que ratificado y apoyado en su cargo. Eso por nombrar a algunos, pero la lista de “blindados políticos” crece y crece con la administración Bachelet.
El aumento injustificado de los puestos de trabajo en el sector público y su seguido incremento salarial, denota su poco respeto por las arcas fiscales y los aportes no voluntarios de millones de chilenos y residentes que trabajan para vivir en un mejor país. Sencillamente su mala gestión económica que tiene a Chile creciendo a menos del 1% denota su desdén por el bienestar nacional y recalcan el hecho de que sus prioridades están en la imposición de su marxismo en pro de una sociedad que avance hacia su secretamente amado chavismo.
Sumamos la experiencia de un Chile que ha ido en decadencia por la pésima gestión del presente gobierno liderado por la señora Bachelet, con la experiencia de Brasil, que ya destituyó a Dilma Roussef y Argentina que por fin puede tener una esperanza de reconstrucción post kirchnerismo, pues bien sabemos que Cristina Fernández quebró las finanzas de su país llenando a sus ciudadanos de incentivos perversos para vivir del Estado y no producir riqueza. A toda esta experiencia acumulada hay que agregarle la candidatura presidencial de una Beatriz Sanchez en Chile, que dice querer ser la primera presidenta feminista de Chile y quizás del mundo, pues a su parecer, las damas que han gobernado la región no son lo suficientemente extremistas como para olvidar el resto de los temas importantes y centrarse en la exaltación totémica de la mujer.
Olvida Beatriz Sanchez que la peor propaganda antifeminista es la misma ideología izquierdista que defiende y que ha demostrado con el tiempo que donde hay socialismo, la corrupción es desbordada. Sabiendo que lamentablemente el poder los corrompe a todos, el asunto es que este tiene un efecto sobrenatural en los personajes de izquierda, que son capaces de vivir criticando un sistema que los hace ricos y vivir a costa de él en la más profunda incongruencia.
Las damas de Latinoamérica han sido, y en el caso de Michel Bachelet sigue siendo, absolutamente nefastas para sus países, no por el hecho de ser mujeres sino por el hecho de abrazar el socialismo y esperar que lo que la historia ha sellado como fallido, tenga resultado en su propio país. En resumen, no hay peor propaganda para el feminismo que una mujer de izquierda en el gobierno, pues sus fracasos son evidentes y no porque sean mujeres, sino porque han gobernado y siguen haciéndolo desde el socialismo.