Fiestas patrias en Chile, las celebraciones pueden durar la semana entera, es más, todo el mes de septiembre se considera mes patrio. Sí, un mes donde se resaltan los valores que hacen de Chile una república independiente, soberana, libre, donde los individuos hoy pueden perseguir sus sueños con absoluta tranquilidad, pues están bajo un Estado de derecho que les protege y les permite desenvolverse libremente en un marco de convivencia pacífica.
Lamentablemente, y como es sabido, el papel aguanta mucho y la realidad remece lo que la tinta ha intentado establecer. Pocas cosas son tan frágiles como el Estado de derecho y la desvergüenza del presente Gobierno opaca todo sentimiento republicano posible.
No hay ninguna celebración que sirva para que los chilenos olviden que su presidenta y los ministros que para ella trabajan (porque es evidente que no trabajan para el país) no están interesados sino en asegurar su subsistencia fuera de la línea del trabajo y buscan con ahínco la forma de vivir holgadamente con el mínimo esfuerzo. Después de todo, ser “servidor público” dejó de ser una realidad hace mucho tiempo y sobre todo en este Gobierno se transformó en eufemismo para “mantenido del Estado”.
Una prueba de que los chilenos y su bienestar no forman parte de la agenda presidencial es la absoluta falta de respeto que la mandataria muestra a su pueblo al aceptar anticipadamente nombramientos en la ONU, que sin considerar su larga lista de desaciertos (como nombrar vigilante de los derechos de la mujer a Arabia Saudita) es conocido que muchos “líderes” mundiales terminan siendo reciclados ahí.
Muchos dirán que la ONU es el Olimpo y que ahí solo llegan los mejores, y quienes critican a la ONU y sus organismos por estar repletos de políticos ineptos que han sido reciclados por este organismo visiblemente sesgado, se les considera reaccionarios y envidiosos por no poder llegar ahí. Es que muchos se encandilan fácilmente con la representación de su país en el rostro de un connacional, les parece que es el país el que es exaltado, cuando en realidad solo se trata de un salvavidas político para alguien que ya no tiene oportunidades en su propio país. Ese caso se repite en la historia de la ONU y sus organismos derivados en tantas ocasiones que si se hiciera una lista, daría para un libro.
Otros defenderán diciendo que una institución como la ONU tiene la asesoría de varios premios nobel y eso validaría su gestión. La verdad es que el aporte de aquellos laureados personajes, solo hace que la falta de seriedad no sea tan evidente, que puedan seguir con la idea de que la organización es realmente necesaria, aunque no ha sido capaz ni de contener la violencia ni de solucionar los conflictos como se esperaba cuando se formó. Entonces el aporte (externo) de dichos nobeles sirve porque minimiza la ineptitud, pero no puede evitar lo inevitable. Es en este caso donde aplica el dicho popular que reza “el que sabe sabe y el que no es jefe”, pues los expertos asesoran, pero no están en cargos de dirección, y quienes si están tienden a ignorar a dichos expertos porque simplemente los hilos políticos pesan más que cualquier razonamiento lógico. Por lo tanto, el hecho de que la ONU sí tenga aportes de gente inteligente no significa que quienes llegan ahí a dirigirla lo sean, no al menos en lo que le es útil al mundo, sino a sí mismos.
Algo de inteligencia habrá que tener para llegar a esos puestos, claro que sí, esa inteligencia acomodaticia que te vuelve flexible en tu ineptitud. Te permite figurar y hacer lo justo para ser considerado como alguien que aporta, pese a que en tu propia tierra solo queda la huella de la mala gestión. Es que no importa, porque para estos organismos se vive de arcoíris y sentimientos felices, y con eso se pretende obtener la paz mundial, pero lo real, la matemática, la lógica, el funcionamiento del mundo y la sociedad, no son temas de estudio, análisis ni consideración a la hora de crear directrices. Es el mundo del carisma y las sonrisas, de los modales y las palabras bonitas, pero de técnica, esfuerzo, trabajo duro… hay dudas. Es el mundo de las estadísticas sin interpretación concisa, de los número de adorno que solo sirven para clasificar países y no para enfocar esfuerzos y recursos, por lo tanto, no es de otro mundo llegar a la ONU cuando la tendencia es premiar la ineptitud.
Sí, es inaceptable que la presidenta Michelle Bachelet acepte tan anticipadamente su hundimiento político en Chile, que se olvide de gobernar y se dedique a buscar empleo para cuando acabe su mandato. Es que se es presidente hasta el último día. Por eso la sensación de vulnerabilidad, de rabia, de molestia, porque si lo único que quería era refundar Chile, pero no vivir bajo las consecuencias de esa retroexcavadora, entonces hablamos de una hipocresía e inconsecuencia más allá de su ya inigualable ineptitud. Es una falta de respeto imperdonable que se jacte de ser nombrada en un organismo para mediar conflictos internacionales cuando en su propio país ha ignorado el Estado de derecho dejando a miles sin justicia frente al terrorismo. Es una falta de respeto que dedique sus últimos meses en tratar de usar su poder cuando su paso por el palacio presidencial ha desempoderado a miles que hoy viven de bonos y subsidios porque ya no hay empleo. Por último, es condenable que pretenda ser referente mundial en asuntos que le aterraba enfrentar en su propio país. Pero así es la incompetencia, se acomoda, de alguna manera usa su escasa inteligencia para brillar cuando conviene, aunque ese brillo sea de otros, y se posiciona en un lugar ideal para ser reciclada. Así es el poder del poder.