Hace días, a las puertas del balotaje, Chile vio con ansias el debate entre los presidenciables Alejandro Guillier y Sebastián Piñera. Parecía como si una máquina del tiempo hubiese sido instalada y estuviéramos viendo un debate de los años 60 cuando aún el mundo no se convencía de la tragedia que significaba el comunismo y sus ideales para la libertad.
Las propuestas estaban dadas y ambos candidatos parecían apuntar a públicos completamente diferentes aunque han intentado hacer guiños a grupos del progresismo. Simplemente no se puede comprometer el idealismo con el realismo, la rigurosidad científica con el pensamiento mágico y se ha llegado a un punto en que la decisión pasará por la calidad de la información que tengan los ciudadanos.
- Lea más: Líder de comunidad judía en Chile dice que Piñera podría promover lazos con el Estado de Israel
- Lea más: ¡Plop! Congresista peruana critica a Condorito por ser chileno
La educación financiera, tan poco considerada, tan relegada a segundos planos por tantos años, hoy podría ser la clave para defender la libertad o simplemente perderla.
¿Conocen los chilenos las leyes más básicas de la economía? ¿Saben cómo funciona realmente el mercado y cuáles son sus bondades? Al leer, oír y ver las opiniones de los líderes juveniles de la política como Giorgio Jackson y Gabriel Boric que representan a la extrema izquierda, pareciera que el resultado del currículum educacional eliminó por completo la enseñanza de economía. Da la impresión de que los recursos son eternos, ilimitados, que servirían para solucionar la vida de todos los chilenos si tan solo estuvieran bien distribuidos, pero no se hace para favorecer a los malvados reyes del mercado, los ricos.
La idea de que la distribución arbitraria es la solución a los problemas del país se ha esparcido ampliamente. Se cree que la riqueza está acumulada en los bolsillos de unos pocos y se ha instalado la idea de que es necesario restituir dichos recursos al “pueblo”. Esta desinformación, este pensamiento mágico de que somos ricos pero está en las manos equivocadas, puede significar que los chilenos son más o menos susceptibles al populismo.
Cuando se conoce la naturaleza de los recursos, cuando se entiende que sin los incentivos correctos, estos no serán multiplicados, cuando se comprende que los que producen dejan de hacerlo si no se garantiza que su esfuerzo podrá significarles frutos, entonces hay al menos una pequeña posibilidad de plantear metas reales para el país.
Existe un discurso airado contra el mercado, culpándolo de las deudas adquiridas por personas libres, haciéndolo responsable del mal manejo de las finanzas personales, permitiendo que estas mismas personas se victimicen al respecto porque el materialismo tan natural en los seres humanos no hizo una excepción con ellos y les obligó a perseguir la vanguardia. A las personas no les agrada tanto la libertad porque esta implica hacerse responsable de las consecuencias de las decisiones tomadas y por eso se hace más fácil culpar a un tercero, en este caso el libre mercado que nos permite crear, compartir, desarrollar e intercambiar libremente bienes y servicios. En este sentido, la ignorancia financiera parece conveniente porque nos permitiría exigirle a un tercero lo que debe ser responsabilidad personal. Es casi una ignorancia voluntaria.
Si las personas entendieran que el país es como un hogar, donde hay necesidades prioritarias, recursos limitados y depende de nuestras propias fuerzas hacer crecer los ingresos (sí, depende de las personas porque en el mundo libre es posible dejar de trabajar en lo que no te agrada o genera pocos ingresos y buscar alternativas incluyendo el emprendimiento) quizás sabrían que no todas las promesas son realistas, que las prioridades deben ser orientadas al bien común y que la organización de los recursos disponibles, la implementación de estrategias para hacerlos crecer de manera sostenible, es un indispensable a exigir de los gobiernos.
Los llamados a eliminar el sistema de pensiones de auto capitalización, que le permite al estado gestionar libremente recursos que serían en un sistema de reparto una fuga, están basados en esa tercerización de las responsabilidades. Las exigencias en torno a la gratuidad en educación pasan por ese mismo canal. Es como escuchar a un grupo de niños que jamás han gestionado nada, pedir un cumpleaños lujoso y eterno a sus padres que ganan el mínimo.
Una prueba de que esta falta voluntaria de educación financiera es real, es la situación de Nicolás Grau, vocero del ultraizquierdista Frente Amplio, que organizó una fiesta con 120 millones de pesos chilenos, dinero de los contribuyentes, y la fiesta fue un fracaso perdiéndose lo invertido. Es que cuando no sabes gestionar, cuando los recursos son de otros, es más fácil exigir y distribuir. Esta es la situación de los líderes de la izquierda Chilena hoy que en términos reales representan un 12 % del padrón electoral y con miras a crecer, lo cual es más que factible pues parece que a los chilenos les acomoda la idea de tercerizar sus fracasos y exigir soluciones desde afuera. Son jóvenes que recién egresados de sus carreras y otros aun estudiando, fueron puestos en cargos de elección popular, bien pagados, que no necesitan rigor y disciplina para hacer funcionar las cosas y eso trasmiten a la población generando la idea de que vienen a salvar al pueblo de los ricos y corregir las injusticias sociales eternas.
Bien decía un sabio que a la mayoría no le interesa la libertad sino tener un amo justo. Muchos ven al Estado como ese amo aún con interminables pruebas de que el estado es ineficiente e ineficaz.
Más que desinformación financiera es la resistencia a crecer, a no entender que la vida de adultos implica decisiones duras, no siempre priorizar va a ser grato pues se elige entre necesidades reales y a veces todas parecen urgentes, pero los recursos no dan para tanto y hay que cuidar los que hay intentando que se multipliquen.
Este grupo fija sus exigencias en los presidenciables y lamentablemente estos han cedido en sus posturas en ciertas materias. Por el bien del país es esperable que quien sea elegido, no se avergüence de ser adulto.