Si hay algo que los ciudadanos consideran de gran importancia, son las pensiones. La vida se va entre los dedos, el tiempo pasa y no nos damos cuenta cuando ya no somos jovencitos con energía interminable.
La vida nos alcanza a todos, pero el asunto es si estamos o no preparados para el momento del retiro laboral.
En Chile funciona un sistema mixto que consiste en la retención de un 10% de los salarios para fines pensionales, los cuales van destinados a una administradora de fondos de pensiones (AFP) y estas a su vez, capitalizan dichos dineros aumentando su valor en el tiempo de manera más eficaz y eficiente que si se guardaran sagradamente por el cotizante ya sea en un banco o debajo del colchón.
También existe en Chile, en este contexto de sistema mixto, el pilar solidario, el cual se financia con los impuestos que pagan las personas y parte de ellos va directamente a las pensiones de quienes más lo necesitan. Lo llamamos, pensiones de gracia, porque si bien, muchos de sus receptores jamás cotizaron, de todas maneras se les asigna una pequeña cantidad de dinero.
Durante el gobierno de Michelle Bachelet, el foco estuvo puesto en la posible eliminación del sistema de capitalización individual, hasta que milagrosamente, dicho gobierno se dio el trabajo de analizar cifras, lo cual no se le daba muy bien, pero con suficiente ayuda, lograron entender que hacer transición a un sistema de reparto total, era no solo inviable e injusto para quienes han cotizado toda la vida, sino que insostenible en el tiempo pues este tiende a actuar como estafa piramidal y así lo demuestran las crisis de los países europeos.
De todas maneras, un gobierno de corte populista no puede darse el lujo de ignorar las demandas sociales, así sea que estas no tengan sustento técnico. Las personas en verdad quieren mejorar sus pensiones, pero han elegido eslóganes que harían exactamente lo contrario, como por ejemplo, eliminar la capitalización individual.
Sería demasiado irresponsable aplaudir esa demanda por simple populismo sin medir las nefastas consecuencias que esto traería al país. Si los ciudadanos quieren y con justa razón, mejores pensiones, quizás las reformas deban empezar revisando el sistema actual, el cual no ha sido mantenido en condiciones por la clase política.
Con respecto al modelo de capitalización individual, se advirtió a su creación entre los años 70 y 80 que era necesario ir revisando constantemente las tasas de cotización pues sin importar que tan bien pueda ir una economía, la inflación existe, los parámetros sociales como la expectativa de vida cambian y la sociedad en general también lo hace, de modo que quedarse indefinidamente con un 10% de cotización, sin revisar el sistema y esperando que este por arte de magia produzca los resultados esperados, es de una ingenuidad o descuido increíble.
Lo preocupante es que eso fue precisamente lo que ocurrió. El sistema funciona muy bien dentro de sus parámetros numéricos. Quien cotiza X cantidad por N tiempo, recibe una suma determinada dependiendo del sistema de retiro que la persona elija (programado o vitalicio) pero con una inflación que funciona a ritmo mundial, la tecnología médica que ha extendido nuestras expectativas de vida, los vaivenes económicos que generan empleo o desempleo, era imposible que el ideal se cumpliera sin los ajustes necesarios.
Hoy hay personas con buenas pensiones y malas pensiones, por distintas razones y la solución del gobierno anterior (de corte izquierdista) en el llamado Bacheletismo que según la misma ex presidenta era una supuesta continuación del legado de Allende, fue enviar un proyecto al congreso que propiciaba el ahorro colectivo, de hecho por ese nombre “ahorro colectivo” es que se le conoce al proyecto.
En su tiempo este no fue aprobado por falta de acuerdo dentro de la misma coalición gobernante, pues hubo desacuerdos en los detalles y no lograron los votos para aprobarlo. El proyecto era una respuesta a las manifestaciones del también izquierdista “movimiento NO+AFP” que promueve la eliminación de la capitalización individual y su reemplazo por un sistema enteramente de reparto.
La idea era aumentar la tasa de cotización individual de un 10% aun 15% gradualmente, (porcentaje que sería asumido por el empleador) pero el detalle es que de ese 5% adicional a lograr, un 2% iría al pilar solidario y no a las cuentas individuales de los cotizantes.
Esto generó alarmas en la población y la clase política de manera transversal, pues mientras la izquierda veía esto como un celebrado paso al sistema de reparto, el resto del espectro político lo veía como una amenaza a la libertad económica e individual, que es el motor del verdadero desarrollo, pues sería una confiscación arbitraria al trabajo que actuaría como un impuesto al mismo.
Hoy el gobierno de Sebastián Piñera, previo a la cuenta pública del día 1 de Junio, ha decidido retirar varios proyectos considerados emblemáticos por el Bacheletismo y uno de esos proyectos es el del ahorro colectivo.
Es que no se trata del “Bacheletismo” y como cuidar su legado, sino de la calidad de vida de chilenos al jubilar. Eso importa más que los simplistas reclamos por cuidar un supuesto “legado”. La actual administración ha decidido en un punto que nos será de vital importancia en los próximos años, ser el adulto responsable en el cuadro político chileno.
Puede que no haya soluciones inmediatas, pero de haber algún tipo de solución, esta tiene que ser seria, sin populismos, con visión de futuro, sin mezquindades, bien pensada, sostenible y realista frente a la situación económica actual.
Es probable que este retiro de proyecto escale en el drama que causará la izquierda al respecto, pero al menos en este punto, los chilenos podemos agradecer que nuestras pensiones no sean un asunto de egos populistas y se trate el tema con la seriedad que merece. Podemos demorarnos uno o dos años más, pero lo valdrá si obtenemos una reforma de calidad.