Una de las sorpresas que nos dejó el mundial de fútbol de Rusia 2018, fue el rendimiento de la noble selección de Croacia. Los jóvenes deportistas se ganaron el corazón de la hinchada internacional pese a no salir campeones gracias a un silencioso carisma, uno que nos habla de disciplina, método y pasión por el deporte y la camiseta que visten.
No solo los 23 jugadores y un implacable técnico nos han dejado lecciones dignas de imitar, sino la sorprendente Presidenta de Croacia, la Señora Kolinda Grabar-Kitarovic quien con una sencillez y clase no usual en el mundo político de hoy, nos inspiró, al menos en Chile, una suerte de envidia sana, esa que si bien se alegra por la buena racha del prójimo, la anhela para sí.
Es que no es cualquier mandataria. Uno podría esperar ver una gran cohorte de guarda espaldas, una comitiva de aplausos como es común ver y claro darnos cuenta de que esta señora estaba en las gradas viendo los partidos de su selección como una aficionada más, vistiendo la camiseta de su equipo y arengando con sus compatriotas a los seleccionados, fue una sorpresa. No exigió palco presidencial, sino que al verla entre las tribunas por casualidades logísticas, se le ofreció la opción de ir al palco, la que finalmente tomó para presenciar la gran final.
Sí, hubo más presidentes y un gesto abajista no transforma a nadie en probo, pero si examinamos su caso, sin importar su tendencia política, al menos podremos establecer su transparencia y probidad.
Ella pidió un receso sin goce de sueldo para poder ir a Rusia a ver el Mundial, ella misma llenó el formulario para el descuento de salario por la ausencia requerida. Tomó un avión comercial para asistir a la cita planetaria y el boleto lo pagó con su propio dinero como lo haría cualquier civil, así mismo hizo con cada entrada a cada partido que presenció y esto se suma a lo anteriormente mencionado, su sentido de pertenencia. No pidió lujos ni privilegios.
Esta conducta no solo es un gesto mundialero sino que es un patrón tanto en su vida personal como política. Es ella quien bajo su gobierno logró rebajar el salario de sus ministros y el propio, que vendió el avión presidencial y la mayoría de los autos de gobierno (casi todos Mercedes Benz) y devolvió esos dineros al Estado.
Cree en la austeridad estatal y en la libertad económica pese a gobernar con una política de acuerdos, lo cual es bastante democrático y eso que pertenece al partido conservador. Esto debiera recordarnos que la militancia tiene poco que decir y que lo que hay que revisar es el cómo un mandatario se desenvuelve. No por nada los gobiernos más totalitarios y opresores del siglo XX y aún del XXI se han autodenominado “repúblicas democráticas…” ya sea bolivariana, alemana, del congo, etc. El nombre es nada, las acciones son todo.
En estas observaciones hechas a la aplaudida presidente de Croacia, es inevitable mirar hacia el país propio con un sentimiento de insatisfacción enorme. Las comparaciones siempre son odiosas pero en este caso no solo para quien resulta desfavorecida con la comparación sino para las víctimas de la ineficiencia y corrupción de la que resulta del lado desfavorecido de la misma.
Michelle Bachelet, que aún se niega a retirarse de la escena política cada vez hundiéndose en más desaciertos, no deja más que rabia y consternación.
Durante las clasificatorias para el mundial que recién acabó, inventó un viaje a Brasil que le costó al Estado $30.000.000 de pesos chilenos (aproximadamente USD $50.000) Jamás dio explicaciones, usó toda su influencia para no dejarse investigar. Aún no da cuenta del mal uso que hizo en incontables ocasiones de los dineros públicos.
En marzo la prensa reveló la compra millonaria de un televisor que estaba con excesivo sobre precio y claro, se confirmó que la compra se había hecho durante el gobierno de Bachelet.
Suma y sigue, hace pocos días, uno de los fiscales que revisa el caso “CAVAL” que involucra al hijo de la expresidenta Bachelet y a su nuera, reveló que esta última admitió en una entrevista de rutina que los primeros abogados de su defensa fueron pagados con dineros de la presidencia y que ella y su esposo determinaron correcto no aceptar y devolvieron los montos. Esta situación fue registrada por el fiscal de manera escrita y entregada a sus superiores.
Esto último solo nos lleva a confirmar el carácter de la persona que nos gobernó 2 veces por 4 años.
Ni hablar del apoyo que le ha dado a Lula Da Silva, condenado por corrupción. Es que cuando le es conveniente, todo es un montaje y la justicia no sirve, pero cuando los acusados y condenados son sus oponentes políticos, entonces hay que dejar trabajar a la justicia.
La doble moral e inconsistencia de la Señora Bachelet y tan propia de su sector es aquello que gatilla la admiración hacia personajes como la presidenta de Croacia y su probidad. Es como una nostalgia de lo que no se tuvo y un descargo contra la desfachatez y bajeza de nuestra corrupta ex mandataria.
Un reciente titular rezaba: “1 de cada 5 Chilenos quiere que Bachelet vuelva a ser presidenta” – Un titular alternativo, pero mucho más acertado diría: “el 80% de los Chilenos, no quiere volver a saber de Bachelet y su corrupción”.
La persona representa un sistema, un estilo de hacer las cosas y por el bien de Chile 4 de cada 5 Chilenos entiende que lo mejor para el país es buscar líderes moralmente más aptos que Bachelet y su interminable lista de corrupciones.
Moraleja mundialera. Los chilenos, al ver a la presidenta de Croacia, tienen nostalgia de aquello que no han tenido, pero que desean tener.