Las noticias resuenan con la baja en las encuestas de Piñera y su gabinete. No se esperaban que pese a los positivos resultados económicos en cuanto a crecimiento, las encuestas estuviesen marcando a la baja.
El oficialismo busca explicaciones en lo económico. “quizás necesitamos hacer llegar estas cifras positivas a las personas en su vida diaria de manera notoria y con mejor estrategia comunicacional” es una de las reflexiones que han hecho públicas en voz de varios de sus parlamentarios, pero estas conclusiones están incompletas pues el sentir popular no se hizo notar solamente por un asunto de cifras, que si bien son importantes no son tan inteligibles por la gran mayoría que votó por el presidente Piñera.
Aquello que llevó a las personas a las urnas a expulsar a la izquierda del poder, sacarlos de su lugar de privilegio donde a vista y paciencia de la ciudadanía tomaba una decisión torpe y nefasta tras otra, no fue solamente el terrible desempeño económico de esta última aunque tuvo su espacio y lugar en las motivaciones de los votantes.
La razón principal por la cual fue elegido el actual gobierno de “centro derecha” fue principalmente por esa característica. Por tener un discurso de cambio, de diferencia con la Nueva Mayoría que iba más allá de las cifras económicas y que comprendía lo ético, lo cívico y republicano, dando a entender que el sentido común superaría a la ideología con tal de poner el país en orden. Eso significa reestructurar las prioridades de acuerdo a lo que la ciudadanía necesita y no según agendas políticas con ideologías trasnochadas y sin impacto real en las personas.
Lograr proyectar un discurso de cordura frente a los desvaríos de la Nueva Mayoría, que solo se basaba en los reclamos de la minoría organizada y vociferante de turno, eso fue lo que convenció al 56% de los chilenos a votar por Piñera una segunda vez.
Establecer que la seguridad ciudadana, la salud, la educación, la justicia y el empleo son las prioridades nacionales y que los recursos se utilicen para aquello que mejora la vida de los chilenos y no como moneda de cambio para apaciguar grupos minoritarios e intolerantes que organizados son capaces de generar cierto caos.
En vez de considerar esas prioridades ciudadanas, Piñera ha hecho pocos gestos hacia su electorado creyendo que con devolver cierta estabilidad económica al país, su base sufragante perdonaría los constantes guiños a la izquierda vociferante. Y es que es eso, hemos visto un presidente y su gabinete que comenzaron siendo bastante oportunos y asertivos para luego observar una transformación orientada hacia el progresismo que sus votantes no perdonan.
Que su ministra de Cultura limite la libertad de expresión al censurar la historia misma (La ministra censuró una mención a Augusto Pinochet en una especie de línea de tiempo visual de un museo), que su ministra de la Mujer haga guiños al feminismo y a la figura de Bachelet casi como para quedar bien con la izquierda.
Que el oficialismo no sea capaz de alinear a los partidos frente a los temas de libertad civil sino que se empeñe en un liberalismo mal entendido donde se apoyan proyectos de ley que implican amplificar las libertades de unos suprimiendo las de otros, sin tener el tino de resguardar sin tapujos las libertad de disentir; que se le den privilegios carcelarios por motivos religiosos a un supuesto chamán indígena acusado de asesinar a dos ancianos por fuego, cuando Chile es un Estado laico.
Todas estas cosas le dicen al electorado de Piñera, que su presidente está más preocupado de obtener buenas relaciones con una izquierda que solo se ríe y aprovecha de la ingenuidad del presidente pues ya está decidida ser una oposición destructiva y obstructiva.
Es un constante desdén a los votantes que desesperados marcaron la línea en el voto con la esperanza de escapar a la ola progresista que amenaza con derribar todo sentido común de la sociedad y con todo, el gobierno insiste en creer que la baja en las encuestas, pese a las buenas cifras económicas siguen reduciéndose a ese ámbito solamente.
Pocas opciones de reivindicación le quedan al gobierno que de seguir por este camino que lleva actualmente, no solo perderá su base electoral sino que sus apoyos se volverán en su contra imposibilitando la gobernabilidad y cediendo el poder otra vez a la izquierda, pues la hipocresía duele menos cuando es del otro bando. A Piñera le aguantan menos.
Una de las mejores jugadas políticas para recuperar cierto respaldo de su propio sector y alinear al oficialismo tras el liderazgo del presidente es utilizar la posible remoción de la corruptísima Javiera Blanco del Consejo de Defensa del Estado, cargo en el cual ha tenido que inhabilitarse muchas veces por conflicto de interés. Además de ser una especie de niña símbolo del amiguismo y la corrupción del Gobierno de Bachelet.
De acuerdo al artículo 12 de la Ley Orgánica del CDE, los 12 abogados que componen la instancia son inamovibles de sus cargos hasta cumplir los 75 años de edad. Sin embargo, el mismo artículo establece que, a solicitud del Presidente de la República, podrán ser removidos con acuerdo del Senado. Así, la bancada de la UDI busca que sea Piñera quien solicite la remoción de Blanco al Senado, donde se requeriría mayoría simple para cesarla de sus funciones.
Si Piñera accede, seguramente tendrá esa mayoría simple solo porque sería una votación muy observada desde la ciudadanía y que tendría un gran costo político para la izquierda pues Javiera Blanco representa lo peor de la “vieja política” con la que nadie se quiere identificar.
Esto sería un guiño a la derecha que vería con buenos ojos la desvinculación de tan nefasto personaje y sería casi como una reivindicación de la transparencia y probidad. Estos aplausos a Piñera podrían darle suficiente oxígeno para rearmarse y volver a poner sus prioridades en orden considerando las verdaderas razones que lo llevaron a la moneda y tomando las precauciones para no ceder más terreno a la oposición con errores no forzados. Los resultados de encuestas, vendrán por añadidura.