En su artículo de hoy en El Tiempo el señor José Flórez me cita como el primer ejemplo de los candidatos que él ha detectado mintiendo durante el período electoral. Ya que me antepone a los demás políticos que ataca- candidatos de la talla de Vivianne Morales, Jorge Enrique Robledo y Rodolfo Arango- supongo que al periodista le molesta mi campaña de manera particular, y de hecho me acusa de actuar de mala fe o de ignorar las reglas según las cuales se rige el Congreso. Sin embargo, el periodista decide conscientemente mencionar tan sólo ciertos aspectos de mi campaña, ignorando los más importantes; presenta una versión incompleta de las normas de votación que se cumplen en el Congreso; por último, describe un comentario que hice refiriéndome a un ideal como una propuesta formal de campaña, lo cual no es el caso.
El periodista escribe que, aunque me lanzo por el Partido Conservador, “sólo” promuevo “ideas liberales como el matrimonio igualitario, la descriminalización del aborto y la legalización de la droga”, y por ende me acusa de ejemplificar la “pseudoidentidad política”. La primera frase del periodista es netamente falsa, porque mi campaña se basa en tres propuestas concretas: facilitar la creación de empresas y reducir la carga tributaria de los pequeños y medianos empresarios, mejorar la calidad de la educación pública en el país al defender y ampliar el modelo de los colegios en concesión y, por último, la legalización.
El periodista decide ignorar del todo las primeras dos propuestas- emprendimiento y educación- las cuales presenté frente al Partido Conservador en el período pre-electoral y por medio de las cuales fui escogido como candidato. En cuanto a la legalización o descriminalización de la droga, el periodista desconoce o escoge no referirse al hecho de que esta es una propuesta con recorrido dentro del Partido Conservador, ya que el ex Senador Enrique Gómez Hurtado se ha referido al tema en varias entrevistas, en foros y en un libro. En 1976, Álvaro Gómez Hurtado advirtió que la guerra contra las drogas fracasaría, y, según Juan Gabriel Tokatlian de la Universidad Nacional, “ciertos políticos, particularmente conservadores como Enrique Gómez Hurtado y Mario Laserna, opinaban en favor de esa alternativa (la legalización) (en los años 90). Sin embargo, el Presidente César Gaviria no estaba interesado en estimular ese debate”. Por ende, es inexacto sugerir que mi tesis acerca de la legalización es rechazada per se en el Partido Conservador, y de hecho varias personas dentro del partido han expresado su apoyo a esta idea.
Tampoco es exacto decir que yo apoyo el “matrimonio igualitario”, como sugiere el periodista, si eso se refiere a un proyecto de ley que defina el matrimonio de cierta manera. Si el autor se hubiera tomado la molestia de revisar lo que yo he dicho durante esta campaña, hubiera caído en cuenta de lo siguiente: mi posición es que, ya que el matrimonio es una institución que antedata el Estado, este no tiene por qué decretar qué constituye un matrimonio y qué no. Mi propuesta es que el Estado se retire de estas cuestiones y que sean las personas que entran libremente en una unión las que decidan si quieren o no referirse a su alianza como un matrimonio, un casamiento o algo distinto. El Estado debe limitarse a regular los contratos entre las personas unidas por voluntad propia en cuanto a la propiedad, a la herencia y otros asuntos.
El periodista afirma que mi opinión frente al papel del Estado en el matrimonio o en la despenalización del aborto son posiciones liberales. Esto nos trae a un problema, ya que surge la pregunta de qué es el liberalismo. Si se entiende por liberalismo lo que sugiere el sentido clásico de la palabra, es en esencia limitar el poder coercitivo del Estado y permitirle al individuo desarrollarse gracias a una ausencia de obstáculos, barreras o constreñimientos para decidir y actuar. Si aceptamos esa definición, mis ideas acerca del matrimonio, por ejemplo, son en efecto liberales, pero también lo son mis propuestas de reducir el tamaño del Estado, disminuir los impuestos y permitir una libertad económica mucho mayor. Como ha escrito Mario Vargas Llosa, “la libertad política, económica, social, cultural, son una sola y todas ellas hacen avanzar la justicia, la riqueza, los derechos humanos, las oportunidades y la coexistencia pacífica en una sociedad”.
En Colombia, el “liberalismo” que representa el Partido Liberal ha estado más a favor del Estado interventor que de la libertad económica. Por eso yo llamo mis tesis libertarias (Hayek prefería hablar de la filosofía Old Whig) y estoy convencido de que hay espacio para estas ideas en el Partido Conservador del futuro tal como es el caso en el Partido Republicano de Estados Unidos (cf. Ron Paul) y del Partido Conservador británico (cf. Daniel Hannan). Como escribe Juan Daniel Jaramillo Ortiz en El Nuevo Siglo, “el credo político libertario… tiene muchas áreas de coincidencia con el conservatismo”.
El periodista me acusa de falta de claridad en cuanto a conceptos políticos, pero él parece equivaler el conservatismo al catolicismo. De hecho el propósito de esta campaña ha sido demostrar que ese no es el caso, y si algún éxito se le puede atribuir al equipo de trabajo (un fabuloso grupo de anarco-capitalistas, objetivistas, ateos, judíos, protestantes y católicos entre otros), debe ser el haber puesto el libertarismo sobre el mapa político colombiano de una manera coherente y dentro del Partido Conservador.
En su afán por atacarme en la apertura de su artículo, el periodista José Flórez no toma en cuenta ninguno de los puntos anteriores, los cuales he discutido ampliamente durante esta campaña. Sólo me puedo preguntar si el autor, quien claramente no es ignorante, hizo el esfuerzo por entender las raíces de mis planteamientos, o si la motivación de su escrito es simplemente la mala fe.