Esperanza Aguirre forma parte de un selecto grupo de políticos europeos contemporáneos: como el checo Vaclav Klaus, el británico Daniel Hannan, el alemán Frank Schäffler y muy pocos otros, Aguirre defiende abiertamente la libertad económica y las bondades del libre mercado. Y lo hace sin intentar diluir el discurso con términos como “mercado social” o “tercer camino”.
Pero Aguirre es quizá la política de convicciones liberales clásicas de mayor perfil en Europa actualmente. Tras presidir el Senado español (1999-2002) y gobernar la Comunidad Autónoma de Madrid (2003-2012), Aguirre lidera desde el año pasado la fracción opositora del Partido Popular (PP) en el Ayuntamiento de la capital.
El pasado 17 de enero, Aguirre fue una invitada especial en el Foro Latinoamericano de la Libertad, el cual organizan la red Atlas Network y la Universidad Francisco Marroquín en Ciudad de Guatemala. Inauguró la conferencia con un discurso en un salón neo-rococó del Hotel Camino Real. Ante un fondo de múltiples espejos, les explicó a los asistentes que, aunque el PP ganó las elecciones a la Alcaldía de Madrid al obtener más votos que cualquier otro partido, el sistema español permite una “coalición de perdedores”. Así fue como los partidos estatistas Ahora Madrid, coalición en la que participa Podemos, y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) llegaron a un acuerdo para controlar el Ayuntamiento de la capital.
También aclara que, tras haberse retirado de la política en el 2013, decidió regresar a una contienda electoral dos años después precisamente para contrarrestar el surgimiento de Podemos y sus aliados en las encuestas. Y su discurso en defensa de la libertad de mercado fue, como de costumbre, implacable.
El año pasado, por ejemplo, cuando anunció la participación programática del economista liberal clásico Daniel Lacalle en su campaña por la Alcaldía de Madrid, Aguirre habló de “la necesidad de ampliar la libertad económica como herramienta imprescindible para el desarrollo y para la prosperidad de todos, pero, en primer lugar, de los más desfavorecidos”.
Y agregó, en términos pugnaces, que “no hay progre español que se precie que no pronuncie esta palabra (mercado) sin que en su cara se dibuje un rictus de rechazo, de desprecio y, en algunos casos, hasta de asco”.
Con más jocosidad, dijo en otra ocasión que “oír hablar a socialistas sobre crear empleo es como oír a Paris Hilton hablar de fundar conventos”.
Una Thatcherista en España
El lenguaje impávido que utiliza Aguirre al defender la libertad económica — y al exponer a los enemigos del libre mercado como obstaculizadores para el progreso del los más pobres — trae a la mente el estilo de Margaret Thatcher. Cuando hablo con Aguirre en un corredor de la Universidad Francisco Marroquín, donde se exhiben esculturas mayas en piedra, me dice que la “Dama de Hierro” tuvo “muchísima” influencia sobre su pensamiento y su carrera política. Esta comenzó en 1976, un año después de que Thatcher se convirtiera en la primera (y única) mujer en liderar el Partido Conservador británico.
“Oír hablar a socialistas sobre crear empleo es como oír a Paris Hilton hablar de fundar conventos”.
“Era un momento”, explica, “en el que criticar a las políticas comunistas y hablar del liberticidio que se estaba cometiendo en todos los países satélites de la Unión Soviética no estaba de moda. Sin embargo, ella abrió ese camino”.
Aguirre resalta que, en su momento, Thatcher se enfrentó inclusive a gran parte del establecimiento Conservador británico, pero que “sus convicciones eran tan firmes que logró que Inglaterra resurgiera”. Y lo hizo a través de medidas liberales como la eliminación completa de los controles de cambio y de capitales.
“Los capitales”, dice Aguirre, “en lugar de irse, volvieron. Inmediatamente”.
No es muy común que un político continental elogie al Thatcherismo o a Ronald Reagan, como también hace Aguirre. La regla, de hecho, es el escepticismo frente a la libertad de mercado que expone, por ejemplo, Jose Manuel Barroso, quien, como presidente de la Comisión Europea, culpó al “modelo anglosajón” por la crisis del euro en el 2009.
Contra Podemos
En general, los medios europeos han difundido esa interpretación de la crisis económica, la cual ha dividido al continente y golpeado a España en especial. Al principio del 2014, el desempleo alcanzó un nivel del 26.9%, y el desempleo juvenil superó por lejos el 50%.
Lacalle, Juan Ramón Rallo y otros han demostrado que lo que realmente necesita España para generar empleos reales y mayor crecimiento económico es reducir al máximo la intervención estatal en la economía, y eliminar las regulaciones innecesarias que impiden el emprendimiento. No obstante, los réditos políticos de la crisis los han obtenido sobre todo los líderes de Podemos, quienes culpan al llamado “neoliberalismo” de todos los males económicos del país.
Pablo Iglesias, reciente candidato presidencial de Podemos, se especializa en el uso de términos que sí están de moda, por ejemplo “inequidad” y “exclusión”. Son aquellas palabras que han repetido durante años los movimientos estatistas latinoamericanos que, habiendo llegado al poder en varios países, ahora están en retirada. En España, sin embargo, el discurso demagógico sedujo a los votantes, y en particular a los jóvenes que constituyen la frustrada generación de los “mileuristas”.
Empezando de cero, Podemos logró obtener poco menos del 8% y cinco escaños en las elecciones para el Parlamento Europeo del 2014. El pasado diciembre, en unas elecciones que no dejaron a ningún ganador claro, Podemos y sus aliados se convirtieron en la tercera fuerza política más poderosa a nivel nacional, contando con el 20.66% de los votos depositados.
Para Aguirre, Iglesias trae sólo “propuestas populistas de puño bolivariano”, algo que refleja su misma oratoria. Menciona su eslogan del “tic tac, tic tac” y los constantes ataques de Podemos contra “la casta” política española. “Todo esto viene de Venezuela”, explica, “donde ellos han estado durante años”.
Según Aguirre, Podemos representa el “populismo dictatorial”, y su éxito demuestra que “el virus del totalitarismo”, el cual muchos liberales dieron por enterrado tras la caída del Muro de Berlín, simplemente “ha mutado”.
Le pregunto si el éxito de Podemos se debe en parte al uso de métodos más abiertos de hacer política que aquellos que utilizan los partidos establecidos. Específicamente, me refiero a las “primarias ciudadanas” que convocó Podemos en el 2014 para que la ciudadanía misma escogiera por la vía digital a los candidatos, quienes, en teoría, eran ciudadanos de a pie avalados por las estructuras descentralizadas del partido.
A Aguirre, sin embargo, no la convence el discurso de apertura política de Podemos, aunque admite que, “evidentemente, los mecanismos para escoger candidatos tienen que mejorar mucho en España”.
Mientras tanto, está haciendo lo posible para que lo que llama “los partidos constitucionalistas” — es decir, el PP, PSOE y Ciudadanos — lleguen a un acuerdo para dejar a Podemos lejos del poder nacional.
Ahora, como en mayo, lo lógico es un gobierno de las tres fuerzas constitucionalistas: PP, PSOE y Ciudadanos que sumarían 253 diputados.
— Esperanza Aguirre (@EsperanzAguirre) January 22, 2016
Yihadismo
En su discurso en Ciudad de Guatemala, Aguirre menciona un segundo peligro que enfrentan tanto España como Europa: el yihadismo. Y Aguirre no habla en términos teóricos: era presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid el 11 de marzo del 2004, cuando Al Qaeda hizo estallar diez bombas en varios trenes de cercanías de la capital, asesinando a 191 pasajeros en el ataque terrorista más brutal de la historia reciente del país.
Aguirre ha hablado en público acerca de su llegada a la estación de Antocha, epicentro de los ataques, y a la Feria de Madrid, donde se estableció una morgue provisional para las víctimas. Ha dicho al respecto que tiene “el recuerdo más triste, más doloroso que se puede tener”.
Tres días después del ataque, los españoles eligieron en las urnas al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, acabando ocho años de gobierno del PP bajo José María Aznar. La elección se llevó a cabo en medio de la controversia acerca de los autores de los atentados en Madrid; el gobierno del PP impulsó la teoría de que había sido el grupo terrorista ETA, mientras que crecían las sospechas de que el ataque lo habían perpetrado grupos islamistas. Esto era inconveniente para el gobierno ya que, como reporta la BBC, “de confirmarse el origen islamista” de los ataques, “la opinión pública vincularía el atentado con el apoyo del presidente Aznar a la guerra de Irak” y lo castigaría en las urnas. Lo cual, en efecto, sucedió.
“No hay relación entre el islamismo yihadista y la inmigración”.
Desde entonces, Aguirre ha desligado a ETA de la responsabilidad de los atentados, aunque insiste que la verdad acerca de los ataques “tiene que saberse”. Sin embargo, rechaza la teoría de que los ataques de marzo del 2004 fueron consecuencia de la presencia de tropas españolas en Irak.
En primer lugar, Aguirre argumentó recientemente en una rueda de prensa — de manera correcta — que España no participó en la invasión (o, técnicamente, “la guerra”) de Irak del 2003, la cual libraron únicamente Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Polonia. España, dijo Aguirre, participó en la reconstrucción de Irak junto con “28 países europeos y la mayoría de países que pertenecen a la órbita occidental”.
Por otro lado, Aguirre sostiene que el verdadero blanco del terrorismo islámico son las libertades occidentales. Afirma que “el islamismo yihadista, como ha dicho muy bien David Cameron, nos mata por lo que somos, no por lo que hacemos”.
Pero la experiencia personal de Aguirre con el terrorismo islámico no se limita al 11M. El 26 de noviembre del 2008, Aguirre se encontraba en un salón del Hotel Oberoi de Bombay, India, cuando miembros del grupo islamista Lashkar-e-Taiba, basado en Pakistán, usaron fusiles de asalto Ak-47 para lanzar ráfagas de fuego contra los huéspedes. Aguirre logró refugiarse en una de las cocinas del hotel antes de escapar del edificio, el cual había estallado parcialmente en llamas, por una puerta trasera.
Una vez en Madrid, Aguirre habló con la prensa acerca de su escape del Oberoi: “yo no pude ver ni armas ni terroristas”, dijo, “sólo los charcos de sangre por los que tuve que pisar descalza”.
Los ataques islamistas en suelo europeo han desencadenado un fuerte debate acerca de la inmigración y la asimilación de inmigrantes musulmanes y de sus familias. Tras los atentados que cometieron en París simpatizantes del Estado Islámico en noviembre del año pasado, el periodista francés Eric Zemmour sugirió que, en vez de bombardear la ciudad siria de Raqqa, Francia debería bombardear Molenbeek.
Zemmour se refería al municipio de Bruselas donde residían dos de los terroristas que asesinaron a civiles en París. Según politico.eu, Molenbeek se ha convertido en “la capital europea del terror” ya que los autores de varios ataques yijadistas recientes han tenido vínculos con el municipio. Estos incluyen los atentados contra el Museo Judío de Bruselas, contra el equipo de la revista satírica Charlie Hebdo y contra los pasajeros de un tren que se dirigía a París desde Amsterdam.
Aguirre, sin embargo, mantiene una posición liberal frente a la inmigración en Europa. Dice que “no hay relación entre el islamismo yihadista y la inmigración”. Y agrega que, en España, “el gobierno hará todo lo posible para que los mensajes que atentan a nuestras libertades que se puedan dar en nuestras mezquitas se eviten”.
Liberalismo aristocrático
Si Aguirre llegase aún a liderar su país, o inclusive su partido, las comparaciones con Thatcher serían inmediatas. Los paralelos, dignos de Plutarco, van más allá de la compartida filosofía económica: la Dama de Hierro, por ejemplo, también sobrevivió un ataque terrorista en un hotel, el Grand Hotel de Brighton, donde el Ejército Republicano Irlandés (IRA) detonó una bomba con el fin de asesinar a la Primera Ministra y a su gabinete en octubre de 1984.
En términos del origen familiar, sin embargo, la comparación no se puede mantener. Margaret Hilda Roberts, futura esposa del empresario Dennis Thatcher, fue la hija de un tendero del pueblo de Grantham en los East Midlands ingleses. Por otro lado, la líder del PP en el Ayuntamiento de Madrid se llama Esperanza Aguirre y Gil de Biedma; sus abuelos por el lado materno eran los condes de Sepúlveda y, desde el 2013, es Condesa de Bornos consorte, título que conlleva la Grandeza de España. Desde 1975, Aguirre ha sido Condesa de Murillo consorte.
Aguirre, para quien los logros de Thatcher son aún más admirables dados sus orígenes modestos, sería más bien parte de la tradición del liberalismo aristocrático europeo. Precedentes existen, y bastante ilustres, entre ellos Tocqueville y Lord Acton. Seguramente, los contradictores de Aguirre, y especialmente los marxistas, dirían que su liberalismo no es más que tancredismo (en el sentido lampedusiano de la palabra), una fórmula neo-feudal para justificar la explotación de los trabajadores. Iglesias, de hecho, se ha referido a su “sangre azul” para atacarla.
Resultados y responsabilidad
Para Aguirre, sin embargo, lo más importante del liberalismo es que funciona en la práctica, y beneficia sobre todo “a los más desfavorecidos”. Cita al economista Milton Friedman, quien dijo que “uno de los grandes errores es juzgar las políticas públicas y los programas gubernamentales por sus intenciones, mas no por sus resultados”.
Y Aguirre puede mostrar resultados concretos: en el 2011, tras ocho años de su gobierno, el PIB de la Comunidad Autónoma de Madrid superó los EUR €124 mil millones, liderando al resto de España. La región madrileña también fue primera en el país en términos de PIB per capita, superando al promedio español en un 74%. Según Aguirre, Madrid es “el tractor del crecimiento económico nacional” en un país que, pese a la crisis, sigue teniendo la decimocuarta economía más grande del mundo.
“El liberalismo no es solo económico”, afirma Aguirre, “es un conjunto de leyes abstractas e iguales para todos”. Y funciona sobre todo porque exige la responsabilidad individual. Solo cuando los ciudadanos son responsables de su propio destino, dice, se puede vivir en libertad y no en servidumbre.