Desde hace décadas California ha elegido aplicar un modelo de política económica, fiscal y regulatoria basado en el intervencionismo. Lejos de abrazar el sistema liberal que ha generado riqueza en el conjunto de Estados Unidos, el territorio de la Costa Oeste ha preferido consolidar un Estado de bienestar cada vez más incompatible con una economía de mercado competitiva y flexible.
Los estudios de la George Mason University certifican esta decadencia. Su estudio sobre las regulaciones en los distintos territorios estadounidenses deja a California en el puesto número 48. Por otro lado, su análisis de la política fiscal aplicada en la Costa Oeste arroja un resultado igualmente decepcionante: puesto 46 de un total de 50 jurisdicciones.
Algo similar afirma la Tax Foundation en su índice dedicado a los impuestos empresariales, California figura en el antepenúltimo escalón de la clasificación. En su estudio acerca del peso de los impuestos personales sobre la renta regional, California logra el sexto peor resultado, con una aminoración de ingresos equivalente al 11 % de los salarios.
También el Índice de Competitividad Económica que coordinan Arthur B. Laffer, Stephen Moore y Jonathan Williams arroja conclusiones similares. La publicación, comúnmente conocida como Estado Rico, Estado Pobre, relega a California al puesto 47 de la lista y destaca el daño que causan las políticas fiscales aplicadas por el Gobierno estatal.
Hasta aquí la teoría, pero ¿qué nos dice la práctica? Que la tasa de pobreza absoluta está ya en el 20 %, la tasa de paro es casi un punto superior al promedio nacional, el coste de la vivienda se está disparando y la electricidad es un 60 % más cara que en el resto del país. Por tanto, los datos macroeconómicos confirman que mientras otros territorios de la Unión dejan atrás la crisis y experimentan una época dorada de crecimiento, California se queda atrás.
Votar con los pies
Cada vez más personas optan por “votar con los pies” y huir del flojo desempeño económico californiano. Los datos del Censo son claros: en términos netos, 1.103.301 trabajadores han abandonado la Costa Oeste entre 2006 y 2015, cifra solo superada por otro territorio igualmente intervencionista como Nueva York, donde el éxodo ha sido de 1.381.449 personas. Por el contrario, Texas ha aumentado su población en 1.475.425 personas y Florida ha ganado 779.441 residentes, gracias, en gran medida, al marco económico liberal que brindan desde hace años.
¿Qué impacto tienen estos movimientos? Un análisis de los datos del período comprendido entre 1992 y 2006 encuentra que, en términos netos, la salida de miles de trabajadores californianos a otros territorios de la Unión se ha traducido en el “éxodo” de USD $58.000 millones de dólares. Esos 58.000 millones son rentas del trabajo que dejan de consumir y pagar impuestos en California.
Y la tendencia no se detiene. En los diez minutos que tardarás en leer este artículo, la salida de trabajadores de California habrá reducido la renta regional en otros 50.000 dólares adicionales. Un goteo lento pero continuado que golpea a la Costa Oeste, mientras beneficia a otros territorios como Nevada, Arizona, Florida, Oregón y, por supuesto, Texas.
Pero no solo las personas “votan con los pies”, también las empresas hacen lo propio y emigran a otros Estados o incluso al extranjero. Los estudios que ha dado a conocer Joseph Vranich, presidente de una consultora inmobiliaria especializada en prestar servicio al sector empresarial, hablan de 9000 operaciones orientadas a abandonar la actividad en California o, cuando menos, a reducir la actividad en la Costa Oeste para aumentarla paralelamente en otros territorios.