Por Francisco Rodríguez
Pues pese a la gran inversión de dinero de impuestos en publicidad, medios y tiempo del gobierno, algunos ciudadanos fueron escépticos con lo pactado en La Habana, y quisieron participar más de cerca en la elaboración del mito fundante y la adición de 297 páginas a nuestra Constitución vigente. Hoy Colombia quiere trascender el sí o el no, y reconocer pacíficamente que hay una división y polaridades diferentes en la arena política e ideológica que necesitan de diálogo y autoreconocimiento.
- Lea más: Renuncia ministra de Educación de Colombia que hizo campaña por el sí
- Lea más: Las tres propuestas de Uribe tras triunfo del no en Colombia
Hoy Colombia no deja de verse como un faro de esperanza al mundo. Y no podemos como se ha intentado macartizar al voto no, y decir que el país se fue al carajo, pues no es algo que únicamente sea del ala extremista religiosa o del Centro Democrático. Otra parte del pueblo expresada en movimientos como el “mejor no” o libertario, entre otros, con escepticismo expresaron que esto no es más que una excusa para evadir importantes debates como la política de droga, y un pretexto para remplazar la noción de Estado de derecho y democracia con sus instituciones liberales, por otra ajena a nuestros valores constitucionales, donde, desde el exterior y con potestades extraordinarias de cuasi Constituyente, el presidente, las FARC y “un grupo de expertos internacionales” define la política constitucional y legal de todos los colombianos para el posacuerdo.
Para los ciudadanos de hoy, ni el presidente, ni las FARC, ni ningún movimiento, o plebiscito, están por encima de la Constitución y de la voluntad soberana del pueblo reunido a través de sus diferentes instituciones y movimientos. Por lo anterior, de manera contraria a lo que ocurrió en la Constituyente del 91, se pretende que en esta ocasión el poder constituyente sea una pieza que implique que toda la sociedad colombiana pueda jugar dentro del ajedrez que solo quieren jugar dos.
Por eso, se requiere dar un paso, de un constitucionalismo de élites y castas armadas, a uno racional, republicano y plural que incluya a todos los agentes del conflicto, a todos los partidos y a todos los representantes de la ciudadanía dentro del espectro de las decisiones fundamentales.
Aprendamos que en el camino para alcanzar una justicia transicional y transformadora como la que se propone en estos días de paz, no sólo se necesita de una política gubernamental desde La Habana, sino que se necesita una política estatal y ciudadana que genere un gran acuerdo nacional entre todos.
Recordemos que al no incluir de la posibilidad de reinserción y justicia transicional en la Constitución de 1991 germinó otra semilla de caos social que exacerbó el conflicto. Recordemos que desde ese entonces Jacobo Arenas advertía que al haber sido excluido las FARC del proceso de negociación constituyente se cometía un gran error.
Hoy no queremos un gran error. No queremos más balas. No queremos una lógica constitucional ad hoc, que aleje a la sociedad civil y a las instituciones del Estado de derecho de la concreción constitucional del posconflicto. Pues queremos todos compartir una sola soberanía, y si es necesario volver a nacer juntos como patria libre, independiente y en paz, antes de ser divididos por circunstancias ajenas a nosotros.
Por lo anterior, la búsqueda hoy después de las votaciones, consiste en recordarle a los colombianos que decir no puede estar bien, si se quiere mayor participación e información sobre las reformas en la estructura constitucional del Estado de derecho. Decir no es una opción para los ciudadanos escépticos que consideran que la paz puede convocar a un mayor número de personas para garantizarse como derecho colectivo y fundamental.
Decir no puede ser una salida a la sustitución a la Constitución de 1991 que se pretende, al incluir dentro de sus contenidos expresamente a través del bloque de constitucionalidad todo lo que abarcan los acuerdos. Decir no puede significar creer en las instituciones y defenderlas, para que éstas incluyan a la ciudadanía y a sus representantes de manera abierta y encontrando una verdad fundacional en todos los actores políticos, intelectuales, campesinos, estudiantado, periodistas y agentes del conflicto.
Este país aún tiene salvación, a pesar del no, y se va a salvar, porque con la ayuda de todos sus habitantes, se rechazarán los exclusionismos y se saldrá a marchar con luto por los muertos del ayer y alegría por los vivos del mañana, se hará una marcha pacifista que le recordará a los que actualmente están negociando el marco constitucional del país a través de un plebiscito, que acá existe una sociedad civil y una Constitución que todos queremos conformar y construir.
Hoy ni el marxismo, ni capitalismo, ni la derecha ni la izquierda serán los protagonistas, pues esta cita convoca a todos los colombianos, sin importar nuestro credo político, a reivindicar los valores del Constitucionalismo Americano que nos une a todas las naciones de este continente a hacer de nuestros países territorios más libres y democráticos.
Por lo anterior, hoy los convoco a salir a las calles a profesar el pacifismo, y a celebrar los valores de una sociedad democrática y plural que incluye a todos sus ciudadanos en la concreción del Estado Social, Democrático y Constitucional de Derecho. Los convoco a no llorar si van para el cielo, y a gritar desde todas sus ideologías y partidos por una Constituyente, y por nuestro derecho como pueblo a tener una Constitución escrita por nosotros.
Francisco Rodríguez es egresado de la facultad de ciencias jurídicas de la Universidad Javeriana. Columnista. Con estudios en regulación económica de la Unión Europea. Investigador en temas de derecho público.