Por Edith Gómez
Nuevas relaciones productivas son generadas por la revolución digital, transformando la economía. Puede que en algunos años solo necesitemos una conexión a Internet para ganarnos, todos, la vida.
Es un cliché decir que la revolución digital está transformando la economía. Lo que sí no teníamos claro era que el futuro iba a ser tan promisorio. Los grupos conservadores renuentes a la tecnología –los denominados ludditas contemporáneos– pensaron que los paradigmas del nuevo siglo serían más que costosos, por lo que el empleo desaparecería para siempre. Así que lo que hicieron fue subestimar la capacidad del ser humano por crear relaciones productivas.
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Las personas que se encuentran en contra de esto siguen sin darse cuenta de que este tipo de empleo ya existe. Esto recibe el nombre de “economía colaborativa”. Según la Wikipedia, esto es “un sistema económico en el que se comparten e intercambian bienes y servicios a través de plataformas digitales”. Puedes encontrar hogar, chóferes privados, incluso tintorerías a tan solo un clic.
Imagine que está en su casa una noche de domingo y que una fuga de agua comienza a chorrear en su baño. Piensa, ¿quién me va a responder a esas horas? Lo cierto es que a una hora vive un plomero dispuesto a echar una mano. En un futuro, quizás un sistema de geolocalización le diga que esta persona está a una hora, dispuesta a ayudarle, y al plomero se le diría que usted es un cliente dispuesto a pagarle. En esto consiste la economía colaborativa. Alguien ofrece algo a cambio de otra cosa.
La cantidad de servicios y bienes que pueden imaginarse es infinito: comida casera, chefs privados, manicura, clases de inglés, maquinaria pesada…
Uber es el mejor ejemplo existente de esto. Es una aplicación digital que conecta a pasajeros con conductores privados, al igual que Blablacar. Si no tiene nada que hacer en domingo y le apetece ganarse un extra puede inscribirse en esta aplicación, llevando a los pasajeros a su destino. La empresa se queda con un 20 % de la comisión y el restante 80 % es para usted. Imagínese que hace 10 viajes de 150 pesos un domingo, ganaría 1.200 pesos extra esa semana. Además, no tiene por qué ser usted el chofer, siempre puede contratar a alguien para que lo sea, llevándose una ganancia más pequeña.
Otro ejemplo es Airbnb, que permite conectar a propietarios de domicilios con personas que van a viajar a ese lugar. Imagine que tiene un apartamento desocupado o que se va de vacaciones, ¿por qué no lo pone en alquiler esos días? Airbnb permite una renta por noche, semana, mes o incluso año. Millones de usuarios han adoptado este sistema a lo largo del mundo. Decida el perfil de huésped que desea y comience a disfrutar de esta aplicación. Garantiza la fiabilidad de los usuarios a través de contraseñas, pidiendo la documentación necesaria y permitiendo que todos dejen una puntuación.
Como puede ver, esto no es una cosa nueva. Los intermediarios siempre han existido desde que comenzó el capitalismo global. Lo importante de esto es la enorme precisión y eficiencia con la que la tecnología es capaz de interpretar y leer los ciclos de la oferta y la demanda.
Además, uno de los puntos más destacados es que cada persona podrá proveer de servicios y bienes a otros, sin depender de un empleador. Esto tiene dos lados: la diversificación de la ocupación humana y la atomización de los monopolios.
Dentro de unos años dejaremos de acudir a la oficina para trabajar 12 horas y aguantar a un jefe. El dinero llegará a través de historias contadas a niños, sirviendo cócteles a domicilio, paseando perros, alquilando máquinas pulidoras de mármol, etc. En un futuro cercano, tan solo necesitaremos una humilde conexión a Internet para ganarnos la vida.
Edith Gómez es editora en Gananci, apasionada del marketing digital, especializada en comunicación online. Se niega a irse a la cama cada noche sin haber aprendido algo nuevo. Le inquietan las ideas de negocio y, más aún, aportar una mirada creativa al pequeño mundo en el que vivimos.