Por Dominique Selman
Cuando fui por primera vez a Venezuela, me prometí volver en cuanto pudiera. Me cautivó ese país por la cultura y por la alegría del pueblo, a pesar de la situación social, política y económica que pasaban y hoy en día sigue presente. Aunque jamás podré decir que prefiero otras playas que las de mi país (República Dominicana), pero Los Roques causó en mi un sentimiento así tan sublime como cuando vi la primera vez la belleza natural de Baños, en Ecuador o las playas que suelo visitar en Nizao.
Lamentablemente, y por razones de seguridad debido a la situación antes mencionada, mi sueño de regresar a los Roques se ha visto postergado cada vez más. Al comprar un boleto con escala en Venezuela para regresar a Ecuador después de cuatro años, no pensé que corría riesgo ya que era solo una parada breve entre un vuelo y otro. No sé si mi detención en Venezuela haya tenido o no que ver con que hace unas semanas participé en una charla titulada “Socialismo en el Siglo XXI”, organizado por la fundación CREES de República Dominicana, pero mi experiencia en el Aeropuerto de Maiquetía fue todo menos placentera.
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Ya había escuchado sobre los movimientos internos y las mafias, pero creo que parte de mí quería comprobar que realmente era tan crítica la situación. Continuando con el trabajo de investigación que hice cuando fui en 2014, me preguntaba si realmente era peor a como estaba cuando fui la primera vez (el que no ha ido al supermercado o farmacia en Venezuela no puede tener ni mínima idea de lo que es una situación de caos extrema, es inconcebible para los que vivimos fuera de allí).
Lo cierto es que el primer error estuvo en que la aerolínea Aserca me permitió montarme en un vuelo a Venezuela sin tener visa. En el counter pregunté explícitamente sobre el tema de hacer el traspaso de maletas para el segundo vuelo que tomaría y me aseguraron no habría problemas. Ya antes me había asesorado sobre el tema consular y también, me habían confirmado, podría viajar sin riesgo de no poder llegar con facilidad a mi destino final.
Siendo un viaje para conocer por primera vez a mis suegros, por supuesto empaqué todas mis bufandas favoritas y emocionada traía conmigo mi cámara para conocer todo lo bello de la naturaleza, el arte y la cultura ecuatoriana. No podía contener mi emoción de llegar a Ambato, Ecuador, y adornar sus calles con las mismas flores y colores.
En el aeropuerto de Venezuela, en esa simple escala, estuve varias horas detenida, mientras revisaban mi pasaporte sin darme respuesta de cuál era la causa real de quererme regresar en un vuelo a República Dominicana.
A medida que pasaban las horas, llamaba a todos mis conocidos abogados, políticos y diplomáticos quien quizás podrían conseguir quien me ayudara para salir de Venezuela. Fue tanta mi desesperación que incluso le dije a los del aeropuerto y la aerolínea que en última instancia podía perder la totalidad del contenido de mis valijas, pero que mi vuelo salía en treinta minutos y necesitaba irme en el para llegar a mi destino final, Quito.
Mi salvación estuvo en un grupo de ángeles que me encontré. Mis nuevos amigos me contaron sobre cómo en el aeropuerto nos detienen a los que tenemos perfil de poder tener dólares, solo para poder aprovecharse de la ingenuidad de aquellos que no conocen los derechos que tienen de permanecer dentro de los límites de migración y montarse en cualquier vuelo aunque no tengan visa para salir a las calles. Ellos mismos me dijeron cual sería la única forma de recuperar mis maletas, proceso con que el personal del aeropuerto de Quito también me ayudó con el seguimiento. Más de seis personas vi en mi situación, a quienes si no hubiera estado tan apurada me hubiera encantado ayudar, pues los vi tan desesperados como estuve yo, hasta no poder contener más mi impotencia y me descompuse en un llanto silencioso.
Parece que a los estafadores del aeropuerto no les gustan las prendas de vestir coloridas o que hace mucho calor en Caracas para abrigos de lana, pues lo que fue robado fueron las velas que llevaba de obsequio para adornar en la apertura de un espacio de coworking en Ecuador llamado WorkingUp. Siempre la fragancia de frutos rojos ha estado entre mis favoritas, pero no pensé que era tan irresistible como para hacer relucir lo peor que puede hacer un individuo: irrespetar la propiedad privada de otro.
El caso de Venezuela es realmente penoso, pues sus ciudadanos honestos y quienes sí tienen deseo de superarse honorablemente, han tenido que salir a emprender fuera de su país por la falta de oportunidades e incentivos que tienen dentro de este. Por más que apoyo la globalización y hacer desaparecer fronteras para incentivar la integración regional, especialmente en el sector artístico con mis colores y fragancias, me entristece de sobremanera que tenga que ser esa la forma. Pero lo cierto es que aveces no nos queda otra opción que huir, o embarcar en nuevos proyectos para crecer, siempre con la esperanza de que al volver a casa las cosas estarán mejores, más alegres y seremos más entendidos. Estimados dirigentes de los movimientos socialistas, les recomiendo velas de lavanda y mascarillas de coco, son mis favoritos para relajarse y pensar con más lucidez.
Dominique Selman es dominicana. Tras haber crecido entre Estados Unidos, Argentina y República Dominicana, regresó a Santo Domingo a trabajar en diversos sectores culturales, de manufactura y exportación en su País. Actualmente dirige su propia empresa de consultoría y manejo de proyectos enfocada al fomento de la creatividad en los negocios a través del uso de colores, fragancias y arte.