Por Susana Osorio*
El anuncio del actual ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla Barrera acerca de la necesidad de subir impuestos a las personas naturales, a la par de disminuir las contribuciones de las empresas, con el fin de “dinamizar la economía” ha venido a ser un balde de agua fría para un buen número de colombianos, que día a día trabajan por un sueldo que cada vez rinde menos para llegar a una meta más lejana: salir de la pobreza.
En su discurso y posteriores entrevistas, el ministro ha dejado entrever que su conocimiento de la realidad colombiana y más aún, de la economía es precario. Probablemente y a diferencia de su jefe, sus títulos (incluyendo el Doctorado) son reales, pero Carrasquilla es la evidencia tangible que se necesita mucho más que unos créditos universitarios para llamarse de verdad “economista”. Por ello, a continuación presento algunos contraargumentos de sus “innovadoras” soluciones:
- Para “dinamizar la economía nacional” sin caer en populismos baratos, se requiere de inversión y consumo y para ello, más y mejores salarios es la única vía posible. En la medida que los nacionales de cualquier país puedan ganar más, el ahorro llegará solo y con ello, las posibilidades de inversión y en consecuencia, la calidad de vida mejorará. Sin embargo, si los salarios se mantienen y los impuestos aumentan, tal como usted propone, el ahorro, el consumo y la inversión disminuye. Si esto sucede, el desempleo se dispara y muy de cerca, la delincuencia. En una sociedad tan violenta como Colombia, un contexto como el anterior, sería un caldo de cultivo para que diferentes grupos ilegales, empiecen a ocupar las portadas y titulares de nuestros medios.
- Países como Alemania, después de la II Guerra Mundial o Chile (considerando el contexto latinoamericano), después del nefasto gobierno socialista de Salvador Allende, lograron superar la pobreza a partir de políticas de liberalización de la economía, de fortalecimiento de la clase media y de reducción del gasto público. Para ello, no redujeron los subsidios a los pensionados, ni acortaron la inversión en educación o salud, sino que propiciaron un entorno institucional y legal atractivo para que las empresas llegaran y generaran los empleos que el país necesitaba.
- En sus manos está la opción de pasar a la historia como el presidente más joven y eficiente en materia económica que ha tenido el país o como la marioneta más joven. En caso de querer lo primero, una buena ecuación para atraer la inversión empresarial sería: compromiso de mantener el mismo porcentaje de impuestos a las empresas durante 10 años + beneficios adicionales si reinvierte entre el 30 -40 % de sus utilidades en el capital humano, educación o responsabilidad social + seguridad jurídica y protocolos claros de importación/exportación + simplificación burocrática. Nuestro país tiene aproximadamente 50 millones de habitantes que son potenciales consumidores, lo cual complementado con la anterior estrategia, sería suficiente aliciente comercial como para estimular el empleo y lograr un crecimiento que rodee el 5% en el primer año.
- Es probable que la inocencia o miopía que afectan a su ministro no lo dejen ver el desenlace de esta historia de terror: un aumento de impuesto significaría un aumento de la informalidad, del contrabando, de la delincuencia y una disminución de personas en el sistema contributivo de salud, a la par de una paupérrima recaudación que no llegaría al 50% de lo esperado. El atraco de propuesta que le hace a la sociedad colombiana solo estimularía y sacaría a flote nuestra creatividad y afectaría aún más, la confianza en las debilitadas instituciones políticas.
- Eliminar el subsidio a los pensionados y considerar la posibilidad de suprimir la herencia pensional al cónyuge es un acto de bajeza moral y un detrimento económico para miles de familia, que por años trabajaron por una vejez digna. Si las familias reducen el consumo, la economía nacional experimenta una contracción y cuando hay crisis económica, la gobernabilidad –incluso del líder más popular- es puesta en jaque.
- El peso colombiano es una de las monedas más devaluadas; por ello, gravar los salarios superiores al 1’800.000 supone una cadena perpetua para los más pobres, cortándole las alas a su esperanza de una mejor calidad de vida. El reciente estudio de la OCDE que afirmaba que un pobre colombiano necesita 11 generaciones para llegar a la clase media, quedaría prontamente desactualizado gracias al innovador y más joven presidente que ha tenido el país
- Sus viejas y ortodoxas estrategias no solo han sido reevaluadas por el mundo occidental, sino que contrastan todas y cada una de las estrategias que los países con mejor comportamiento económico han tenido en los últimos años. Llama la atención que su maestro, el (ex)presidente Álvaro Uribe, que dice ser muy amigo de Donald Trump, no este aprendiendo de sus logros: con una reducción de casi el 50% en el impuesto de renta para las personas y del 30% para las empresas, logró aumentar la contribución tributaria nacional, acelerando la llegada de empresas y reduciendo el desempleo al 4%, todo a pesar de su enorme impopularidad con los medios.
Finalmente, le haría bien recordar a este gobierno que para salir victorioso no solo hay que elegir las batallas, sino también a los enemigos, las tácticas y los tiempos. La historia nos enseña de muchos gobiernos que han caído cuando el pueblo se empobrece y tiene hambre y ciertamente, gobernar con látigo, ignorando la oposición que hoy tiene Colombia es una jugada elemental que puede terminar en Jaque Mate para Duque y el Centro Democrático.
*Susana Osorio es politóloga y experta en relaciones internacionales. Es académica e investigadora en la Universidad de la Frontera en Chile. Anteriormente trabajó en la Fiscalía General de la Nación en Colombia.