Por Ángel Monagas
Mis queridos lectores, no se trata de un comentario de cine. Nada que ver con Atrapado sin salida, el film estadounidense de 1975 del director checo Milos Forman, multipremiada, ganadora de cinco premios Oscar y cinco Globos de Oro por mejor película, director, actor, actriz y guion adaptado, entre otros premios y nominaciones. No obstante, nuestras escenas seguramente ganarán varios premios cuando esta historia termine y seguramente se harán varias películas.
Hablo de Venezuela, donde yo vivo. Me resisto a irme. A mis 56 años, no es imposible que emigre. El asunto es que muchos ya sabemos lo que es vivir en otro país y que, en principio, no podremos mantenernos de nuestras profesiones, para lo que nos formamos, nos sentimos así: atrapados y sin salida.
No critico al que lo hizo. Ciertamente sus condiciones materiales mejoraron. No sé si yo tendré ese valor. Aquí tengo un nombre, una carrera, un status .Sin embargo, no tengo calidad de vida y no se vislumbra un horizonte de soluciones.
Los venezolanos estamos en un dilema: “morir de hambre, de muerte violenta, de desidia por no tener los medicamentos (o no poder comprarlos) o irnos, los que podamos”. Ya ni eso es fácil. Los pasajes rondan el cielo inflacionario. La amenaza xenofóbica, además te obliga a pensarlo.
Realidad
Seguimos teniendo un país con dos visiones fuertemente enfrentadas. En estos 18 años, el único sector que había sido favorecido era el bancario. El sector militar (su alta cúpula) permanece como el cogollo del anillo más pequeño de la dictadura.
El régimen sigue teniendo ventajas. El pueblo en las provincias es de memoria frágil y eso, también conspira contra un cambio en el país. Cada situación es peor que otra y cuando no es así, la gente “agradece” y obvia que antes no existía esa complicación.
Desde 2015 al presente la realidad ha cambiado. El sufrimiento cabalga por nuestras calles. Corre, grita. El primer señalado es Maduro, el chavismo sin distinción. Los que hoy de ese sector se autocalifican de chavistas originarios son considerados tan culpables como el dictador. Otros, desde la oposición, son calificados de cómplices, de haber cohabitado con la organización criminal que nos gobierna. Hay un serio cuestionamiento del sector político. Si el régimen fuera eficiente, la opción opositora no tendría ninguna chance. De eso se trata el juego de la política: no los queremos porque no sirven. Algo de eso ocurre con la MUD, el G4 o el Frente Amplio: es lo mismo a los efectos. El oficialismo no es opción ni la oposición es alternativa. ¡Qué drama, señores!
El país está en ruina económica, política y social. La crisis política ha impedido que la economía mejore. La caída del régimen es originada por la crisis económica. Mientras la gente se metía la mano en los bolsillos y podía comprar, viajar y gastar, el chavismo ganaba elecciones. Hoy sigue ganando gracias a la trampa y la complicidad.
Militares, piedra angular del régimen
La fortaleza del gobierno no es el apoyo popular, sino el militar. Maduro, en pleno ejercicio de esta situación, desafía todo. Para asegurarse de esta condición, se vio obligado a ceder espacios a la “élite militar”. Manejan la alimentación, la minería, el petróleo, las viviendas y demás sin contraloría. Más de 14 000 militares ocupan cargos de gobierno.
Control férreo
Maduro mantiene, además, una estructura clientelar en bolívares. Al fin y al cabo, él tiene la “maquinita” para hacer el dinero necesario, sin respaldo en reservas. Ante esto, seguirán entregando tarjetas o carnés y bonos como dinero plástico. Aumenta la inflación. Aumentan los sueldos. Este panorama político en Venezuela es malo, tenebroso, casi terrorífico, pero es real.
Actualidad
La calle se desactivó. Nadie protesta ni reacciona, y si lo hacen, ningún medio público de televisión o prensa escrita lo reseña. ¿Qué pasa? Una parte de la opinión pública asegura que se repiten los errores del pasado.
Hay claramente partidos que hacen una oposición y otros que fijan posición. A la gente hay que hablarle con la verdad, por dura que esta parezca.
La oposición está dividida, con más enemigos internos que externos.
Lo cierto
El régimen sigue en una posición muy difícil. Nadie duda en calificarlo de dictadura, de sistema criminal o una “confederación de mafias”. Maduro, salvo que resuelva el tema económico antes de diciembre, no tiene ninguna posibilidad de recuperar el apoyo y la credibilidad popular y doy por descartado que gane el “parapeto” ese de las elecciones, si es que se hacen, ante el panorama explosivo de los liderazgos que lo retan.
Aclaratoria
No estoy en contra de ir a elecciones, solo hubiera preferido mayor pedagogía y comunicación política con el pueblo, que hizo todo lo que le pidieron.
Daño colateral
La actual postura de algunos sectores opositores hace peligrar apoyos internacionales. Participar electoralmente contradice con el espíritu tiránico que denuncian, al menos sin cese de la usurpación ni gobierno de transición.
Presente
El país está destruido en su estructura económica, social y moral. Muy pocos pueden pagar una cesta básica, ni siquiera los que hasta hace poco fuimos clase media. Algunos Estados tienden a desaparecer más que otros, el Zulia por ejemplo. Amén del hambre, inflación, escasez, inseguridad, la crisis eléctrica sin precedentes, la desaparición de toda energía (gas, gasolina, gasoil) hace absolutamente insoportable vivir o sobrevivir. En el día, a duras penas alcanzamos a tener ocho horas continuas de electricidad. Todo se paraliza y se hace cuesta arriba: comprar, dormir, salir. En muchos Estados como Aragua, Guárico, Bolívar, Apure, parte de Zulia, Caracas y Miranda gobiernan el hampa, el narcotráfico, la guerrilla y los paramilitares colectivos. El que diga lo contrario es por miedo o por complicidad. Caracas empieza a dejar de ser la “burbuja” de Venezuela. En este instante tiene gasolina, no así agua o transporte.
La amenaza para Maduro (y esperanza para nosotros) es que bajen los cerros apoyados por sectores militares ajenos a los beneficios.
Monagas
Por los lados de Primero Justicia, las cosas pasaron de amarillo a morado, la lucha por el poder interno ha desatado una guerra. Su actual secretario general y diputado suplente fue protestado en carta dirigida a la dirección nacional por el 90 % de la estructura partidista, los cuales se quejan que este señor maltrata a la dirigencia y no hace trabajo político, amparado en que su “compadre” lo protege. Esto desencadenó en la destitución del secretario regional de organización por Caracas. Las quejas son múltiples. Para aparentar fuerza planea entregarle el partido a un exgobernador y así monte la estructura partidista, a cambio de ser nuevamente candidato a la gobernación y el secretario candidato a alcalde de Maturín (o sea, cuenta los pollos antes de nacer y lo más triste es que Maduro sigue allí).
Zulia
Siempre he dicho que la mezquindad, el rencor y el visceralismo político son muy malos consejeros. Esto es peor si se le agrega falta de originalidad, de ideas propias, queriendo hacer suyo el trabajo y el camino trazado por otros.
Hay un proyecto para atender esta necesidad. Incluso puedo afirmar que el propio gobernador, a mi juicio, equivocadamente ha intentado atender una situación que él creyó era de fácil resolución.
Hay fallas y aciertos, yo premio al menos el esfuerzo. Quisiera ver también eso con el tema de la gasolina.
No entiendo, por ejemplo, por qué el gobernador no puede al menos atender a los que pasamos horas, días y noches esperando para surtir. ¿Qué cuesta tenerle a la gente seguridad, hidratación, baños? Eso también lo pueden hacer los partidos y vale la invitación para los que nunca tomaron la bandera.
Estamos los zulianos obligados a acordarnos en ese tema y concretar la viabilidad financiera y logística del proyecto concebido por los expertos. Vuelvo a señalar un comité prodefensa, sin ideologías, donde estén todos los partidos, el gobernador, el alcalde, dejando para después las banderas de lucha política por el bien común del zuliano.
Ángel Monagas es abogado y comunicador venezolano.