Por Andrés Villota Gómez
Crisis económicas como las ocurridas en el periodo comprendido entre los años de 1873 y 1896, y la Gran Depresión de principios de los años treinta crearon necesidades de protección de las sociedades desde adentro, para reformular las políticas hacia afuera de sus fronteras.
En este sentido coinciden la mayoría de las teorías recientes sobre relaciones internacionales en cuestionar el papel del Estado en el concierto internacional como un ente aislado de las estructuras económicas y sociales internas. O de definir la política exterior de un Estado como la respuesta, solamente, a las necesidades de seguridad y de poder militar.
Por el contrario, y sin querer restarle importancia a las funciones de los Estados en el orden internacional (que se entiende anárquico), los Estados se convirtieron en simples facilitadores en el relacionamiento de las diferentes estructuras privadas que funcionan y se desarrollan al interior de sus fronteras.
La teoría del institucionalismo neoliberal se empieza a esbozar en la segunda mitad de la década de los setentas, en los años posteriores al debilitamiento económico de los Estados como consecuencia del final del patrón oro y de la posterior crisis del petróleo, lo que generó el empoderamiento de las organizaciones no gubernamentales (ONG) que escribieron el discurso global y determinaron las nuevas prioridades en la agenda mundial, por lo que se erigieron en el “supra gobierno” de la comunidad internacional.
John Nye fue el primero en hablar del concepto de soft power. Ese concepto reúne las herramientas neoliberales que se diferencian de las utilizadas en el hard power de los realistas. En el mundo antes de la pandemia, el soft power tendía a ser mucho más eficaz dada su amplia aceptación y legitimidad entre la población mundial.
Para Robert Keohane las variaciones en la “institucionalización” de la política mundial tienen una marcada influencia en el comportamiento de los gobiernos en el ámbito del sistema internacional que, en épocas más recientes, contrasta con la posición neo-realista de Kenneth Waltz al decir que la anarquía internacional, llevaba a que un grupo de países que concentra el poder militar, ejerza una posición dominante y use el balance de poder para disuadir a otros del uso de la fuerza.
Como consecuencia de la coyuntura actual, se puede vislumbrar cambios fundamentales en la estructura del sistema internacional. La pandemia va a actuar como un acelerador de las tendencias que ya se habían planteado y que se venían desarrollando de manera paulatina. Esta coyuntura, entonces, exige de los policy makers altas dosis de sentido común y de pragmatismo por encima de intereses políticos del gobierno de turno, de favorecimientos personales de burócratas o de las opiniones de funcionarios efímeros en sus cargos.
El liderazgo asumido por los gobiernos nacionales para tomar las medidas sanitarias preventivas, para redistribuir los recursos aportados por las empresas privadas y para ser el garante de la asignación de las ayudas económicas durante la emergencia, fortalece el papel del Estado como actor preponderante en el contexto global.
De igual manera, el fortalecimiento de los aparatos productivos nacionales, como consecuencia directa de las medidas económicas adoptadas para asegurar el abastecimiento de alimentos y de suministros médicos que, además, demostró la importancia de la soberanía sobre el aparato productivo de la economía que cuestiona, a su vez, al sistema de producción global.
De hecho, la cooperación y la ayuda humanitaria se ha dado directamente entre los Estados que hicieron prevalecer sus intereses nacionales sobre consideraciones políticas o acuerdos institucionales previos. Todas esas relaciones se han dado al margen de las organizaciones no gubernamentales que han sido obviadas no solo por los enormes gastos burocráticos que implicaría su gestión, sino por la pérdida absoluta de su credibilidad en la actual coyuntura.
El poder de estas organizaciones se basa en la credibilidad, pues ejercen su poder y ascendencia sin herramientas diferentes a la confianza que generan al interior de la sociedad. La financiación de su actividad está supeditada a los aportes de los Estados miembros de las diferentes organizaciones..
Si pudiéramos aplicar la Pirámide de Maslow a los Estados en la época de la post pandemia, me atrevo a decir que en muchos aspectos van a volver a los elementos básicos de su existencia y seguridad. Y en las variables económicas y sociales los Estados se van a focalizar en la seguridad alimentaria, la salud pública, el aparato productivo y las finanzas públicas. No habrá espacio para los acuerdos institucionales, la pertenencia a organizaciones multilaterales o millonarios aportes para el mantenimientos de membrecías en Instituciones que se tornan innecesarias.
La pérdida de credibilidad en la ONU, por ejemplo, se ha visto en casos como el del fracaso del acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC. El Consejo de Seguridad y la Misión de verificación de la ONU demostraron su incapacidad al no advertir que las FARC estaban incumpliendo con los pilares del Acuerdo (no repetición y reparación de las víctimas). Ante la muerte sistemática de los líderes sociales colombianos, durante y después de la firma del acuerdo, ha demostrado la poca o nula capacidad de actuar como garante de la paz, como ya ocurrió en 1995 en la masacre de Srebrenica, Bosnia.
Pero tal vez, el acto que sentenció el destino del sistema de las Naciones Unidas, fue protagonizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) al ocultar información sobre la grave crisis sanitaria que vivía la China Popular a la par que retardó durante varios meses la declaratoria de pandemia. La consecuencia de ese manejo irresponsable de la información, ayudó a que los Estados no tomaran las medidas de prevención, y por ende, disparó la velocidad de propagación del virus a nivel global.
Hoy, las opiniones de Tedros Adhanom director General de la Organización Mundial de la Salud no son tenidas en cuenta y fueron reemplazadas por las opiniones de científicos y académicos que no pertenecen a organizaciones no gubernamentales. Se perdió totalmente la confianza en la OMS. Y por lo tanto, su ascendencia sobre la sociedad global.
Se invirtió la ecuación de poder. Al debilitamiento del Estado y al fortalecimiento de las ONGs, en el periodo anterior a la pandemia, el sistema internacional esta girando hacia un sistema hegemónico en el que se debilita el institucionalismo y se fortalece el poder y la función de los Estados en el contexto global. Volvemos a un mundo unipolar en el que los Estados Unidos de América se erige como el líder de la recuperación económica mundial. La visón neo-realista del mundo se impone.
Andrés Villota Gómez es consultor en temas de inversión responsable y sostenible, y es excorredor de bolsa con más de 20 años de experiencia en el mercado bursátil colombiano