La dictadura cubana continúa con su ola de represión contra los disidentes, especialmente aquellos que tienen como actividad la de informar de manera independiente como Enrique Díaz Rodríguez, quien el pasado viernes 8 de diciembre, fue agredido por un agente de la seguridad de ese país caribeño.
Lismeris Quintana Avila, esposa de Díaz Rodríguez, se dirigían a misa en compañía de su hermana y también dama de blanco, Aliuska Gomez García, el pasado viernes cuando al salir les estaban esperando dos policías y las arrestaron introduciéndolas a un vehículo.
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Al momento que todo sucedía, Díaz Rodríguez se encontraba filmando el arresto con su teléfono móvil, por lo que un oficial de la seguridad de la dictadura cubana se avalanzó contra él inmovilizándolo en el suelo y provocándole varias lesiones en la rodilla, costilla y codo según describe el portal noticioso Cubanet, medio del que el periodista mencionado también es colaborador.
Además de arremeter contra el periodista, los funcionarios del régimen castrista se abalanzaron contra José Luis López Rojas, un vecino de las perjudicadas que se encontraba en el pasillo, y que sufrió lesiones en la cabeza, sin tener nada que ver en el asunto de los disidentes como él mismo detalló.
Los daños físicos recibidos tanto por Díaz Rodríguez como por López Rojas están consignados en certificados médicos divulgados por Cubanet en los que se detallan las agresiones y sus efectos así como el tratamiento indicado.
Desde enero a la fecha, la dictadura cubana ha realizado 4.665 detenciones arbitrarias según ha denunciado recientemente el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) de estas, 306 se registraron solo en el mes de noviembre y 211 fueron contra mujeres.
Según detalló el OCDH, “el gobierno cubano persiste en su dinámica represiva” además, hace énfasis en la confiscación de bienes personales o herramientas de trabajo, además de la negativa que reciben disidentes al momento que pretenden viajar fuera de la isla para asistir a foros internacionales.
Cuba atraviesa lo que debe ser uno de los capítulos más oscuros en cuanto a represión de su historia reciente; sin embargo los disidentes hacen uso, ahora más que nunca, de los medios sociales para denunciar al mundo de los abusos de los que son víctimas.