No hace falta ser un sádico empedernido para ser cruel, no hace falta violar, agredir, torturar, para hundir y lastimar a alguien. En el pasado, los emperadores romanos se caracterizaron por sus excéntricos sadismos y formas para establecer un margen de respeto y obediencia; Tiberio Nerón creó a los “Intendentes de placeres” en su gobierno, cuya función era propiciarle favores sexuales a través de la búsqueda de candidatos jóvenes. Sus despropósitos ejecutivos eran tan aberrantes, que la desaprobación a su gestión fue creciendo, tanto así que llegó a creer que su propia madre conspiraba contra él, por lo que ordenó asesinarla y prohibió expresamente que se le recordara con cariño; lo mismo hizo con senadores y otros parientes.
A lo largo de los siglos, las sociedades han ido avanzando construyendo muros de contención al poder, ya sería impensado que se cree un Intendente de placeres, o que un presidente mande a matar a su propia madre y la plebe sonría; los sadismos y crueldades han cambiado, han mimetizado con el tiempo, pero no han dejado de existir.
De aquellas épocas imperiales donde las crueldades eran cometidas en plazas públicas, hemos llegado a las de hoy, donde al subversivo se le lleva a un lugar “seguro”, es decir, libre de ojeadores, y allí los someten de distintas maneras. Desde el asesinato a la madre de Tiberio Nerón, al asesinato del capitán Rafael Arévalo Acosta, han pasado muchos años, métodos de tortura y muertos; en todo este tiempo, muchas cosas han cambiado, muchas, excepto una: todos estos actos aberrantes han ocurrido, porque “A” los ejecuta/ordena, porque “B” los apoya, y porque “C” los permite.
Un par de días atrás, tras el asesinato inclemente del capitán, tras ese episodio asqueroso donde fue electrocutado, ahogado, y golpeado hasta dejarlo morir, Juan Guaidó dijo que suspendería el diálogo con la dictadura asesina de Nicolás Maduro; ya meses atrás había dicho que nunca se sentarían a negociar en una mesa de dialogo con el dictador, lo prometió innumerables veces. En entrevista con el periodista de CNN, Andrés Oppenheimer fue enfático: “Con Nicolás Maduro no hay posibilidad de diálogo, y subrayo esto, con Maduro, porque ya ha demostrado en situaciones anteriores, como en 2017 en República Dominicana, que lo utilizó para burlarse de los ciudadanos”.
Con todo y ello, con todo y que sus palabras se encuentran grabadas por las cadenas televisivas del mundo, con todo y que prometió hacer justicia por la muerte del capitán, volvió a mentirle a los venezolanos y a la comunidad internacional una vez más, anunciando, tan solo par de días después, que, una vez más, amenizaría con los torturadores de los venezolanos.
El preámbulo de un nuevo engaño a los aliados
Tras los fracasos evidentes ocurridos en los últimos años con los “intentos” infructíferos de negociar con el mismo sujeto que, una y otra vez le ha dicho: no saldré del poder, ni por las buenas, ni por las malas; el equipo de gobierno se aventuró a viajar a Oslo, para verse cara a cara con las cabezas ejecutoras de las torturas y masacres de los venezolanos. El resultado fue evidentemente el mismo, un silencio absoluto, más represión por parte del régimen, y más sufrimiento para todos los venezolanos.
Producto del cruel asesinato del capitán Acosta, John Bolton, asesor de seguridad de los Estados Unidos decía hace 6 días, que no podía existir un diálogo de buena fe con Maduro, y que para Venezuela no había una solución viable mientras él permanezca en el poder; esta visión además había sido compartida por Luis Almagro, Secretario General de las OEA, y funcionarios del gobierno colombiano, como la Vicepresidenta Marta Lucía Ramírez; cabe destacar, que el gobierno de los Estados Unidos fue el primero en reconocer a Juan Guaidó como autoridad legítima, a los que siguieron el pronunciamiento del Secretario General de la OEA, y también el gobierno colombiano, lo que desencadenó un proceso de reconocimiento en América, Europa y otras partes del mundo.
Ahora bien, uno de los gobiernos en no reconocer a Juan Guaidó como figura legítima, fue el gobierno noruego, país sede de las primeras reuniones de “diálogo”; resulta que tras los mensajes enviados por el gobierno norteamericano, y una admisión del propio Guaidó de “suspender” los diálogos debido al asesinato del capitán Acosta, todo ha cambiado en cuestión de horas; el presidente (e) se desdice, ha pasado menos de una semana del cruel homicidio, y de otro evento catastrófico, donde un adolescente llamado Rufo Chacón perdió sus dos ojos, al recibir más de 50 impactos de perdigón en el rostro a manos de esbirros de la dictadura; y aun así, para Juan Guaidó, no ha resultado ninguna vergüenza volver a decir, que una vez más, le dará oxígeno a la dictadura.
El TIAR como señuelo para concretar una estafa
Los agitados primeros días de julio incrementaron el clamor de los venezolanos para finalmente encausar los instrumentos legales que los permitan salir de la agonía, estos eran la aprobación del TIAR o el R2P.
Durante el fin de semana fue compartido un video del Embajador en Washington Carlos Vechhio, correspondiente a una entrevista del 2015 con Jorge Ramos, donde afirmaba que había que negociar con el “chavismo democrático” y que una intervención sería una locura, un absurdo…
Varios diputados, entre ellos Freddy Guevara (perteneciente a Voluntad Popular, la misma tolda de Juan Guaidó) intentaron justificar sus palabras aludiendo a que se trataba de otro método de desinformación del “G2 cubano”, sin embargo, se hallaron otras entrevistas recientes del año 2019, donde Vecchio seguía hablando de negociar (cohabitar) con el chavismo, lo que supuso un fuerte golpe de opinión pública.
Todo esto, acompañado de una pobre asistencia a la última convocatoria de marcha por parte de Juan Guaidó y Voluntad Popular, supuso, lo que muchos pensábamos sería una acción para remediar o sortear el repudio popular: la declaración de aprobar el TIAR.
El domingo por la mañana el país se despertó con la noticia de que Juan Guaidó finalmente escucharía el clamor de todo un país, en definitiva se aprobaría en la Asamblea Nacional el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, el cuál brindaría una base legal para permitir una cooperación militar que deponga a la dictadura. Los ciudadanos de inmediato aplaudieron la medida, en efecto se creía que finalmente se había dado un paso adelante para combatir las fuerzas dictatoriales de Nicolás Maduro; pero, todo era mentira…
Tan solo pasaron un par de horas, cuando Juan Guaidó hizo un nuevo anuncio: volverían a la mesa de diálogo, volverían a negociar con los asesinos del capitán Acosta, con los responsables de la hambruna generalizada que provocó que más de 4 millones de venezolanos abandonaran sus hogares; le darían una nueva oportunidad de redimirse a los torturadores de todo un país; el TIAR había sido tan solo un veneno disfrazado de caramelo, para pasar el trago amargo que vendría después.
Mercadeando con la esperanza de los venezolanos
El nuevo torturador de hoy es más sofisticado, años de práctica han llevado a un perfeccionamiento de las distintas técnicas para someter a toda una población; esa es otra razón más que evidente para comprender que lo de Acosta no fue ningún accidente, fue premeditado.
El tiempo ha desnudado lo que había sido difícil de leer, Juan Guaidó se ha convertido en un engranaje de la maquinaría criminal, si bien no lo hace por acción, lo hace por omisión. El presidente (e) y su equipo de gobierno, son ese sujeto que miran al hombre que está siendo pisoteado por la bota militar detrás de una celda, y le grita que tenga esperanzas, que pronto irá a salvarle; lo observa con el rostro reventado en sangre, con el cuerpo desnudo y famélico después de pasar tanta hambre, y aun así no actúa, es incapaz de tratar de quitarle la llave de la celda al verdugo, y se conforma con decirle que todo saldrá bien, y que está trabajando para lograr su liberación, mientras el mundo se le viene encima y su vida se acaba.
Mercadear con la esperanza de los hombres es otra forma de crueldad, lo incitas a crear una expectativa, una convicción, primero te dicen que la libertad vendrá pronto, que confíen en ti, que quedan tan solo días, horas, y poco a poco comienzan a prolongar la agonía, su discurso cambia, ya no te dicen que te salvarán pronto, pero te dicen que lo harán en algún momento; de cierta forma comienzan a torturarte con tu propia esperanza.
Las versiones modernas de crueldad distan mucho de aquellas donde el dolor físico era siempre el protagonista, en los sistemas totalitarios modernos existen muchas formas de dañar e infringir dolor, existen cientos de maneras perversas de dañar a una sociedad, de generar caos, estrés y odio. La dictadura de Nicolás Maduro ha pasado a convertirse en ese monstruo de mil cabezas donde ya todo y nada parecer tener sentido, donde se hace difícil determinar quién facilita o se presta al juego por convicción, quien lo hace por interés, quién lo hace por confusión, y quién lo hace porque sencillamente no comprende la magnitud del problema y termina convertido en un emisario del dolor.
No sé en cuál de estos sujetos se ha transformado Juan Guaidó, lo único cierto es que actualmente es el sujeto que dice ayudarte, mientras de forma consciente o inconsciente sostiene la porra del dictador segundos antes de arrancarte la cabeza.