«¿Y tú que propones?» Esta pesada pregunta se la han hecho a todo el que de forma racional se encuentre insatisfecho, frustrado y molesto por el hecho de que tras 20 años, debamos continuar arrastrados a los caprichos de un grupo de tiranos socialistas que ha destruido nuestro país.
El «¿y tú que propones?», puede considerarse para muchos una ofensa, pues no todos los ciudadanos tienen la responsabilidad de responder o ubicar una manera de salir de la tiranía, sin que eso les quite el derecho a protestar contra una “oposición” que cuenta con individuos que han sido señalados de compartir negocios sucios con la tiranía, y que además han salido a pedir diálogos cada vez que Maduro y Cabello están a punto de abandonar el barco.
Sin embargo, un buen grupo de ciudadanos sí hemos propuesto salidas a la desgracia. Miles de venezolanos hemos propuesto formas para salir de los criminales que ocupan Miraflores, pero la dirigencia opositora no ha escuchado, o no ha querido escuchar, lo cual no deja de ser sospechoso. Ya la tiranía ha demostrado una y otra vez, durante más de dos décadas, que no dejarán el poder por las buenas. De hecho, lo repiten casi a diario, por lo que pensar o proponer nuevas elecciones raya en el colaboracionismo absoluto.
No obstante, a pesar de que a diario se escribe al respecto, siempre aparece el que quiere hacerse pasar por incauto, o deliberadamente no quiere ver la realidad para preguntarte, «¿y tú qué propones?»
Pues bien, este conciso artículo es para explicar lo que propongo, no solo yo, sino cientos de ciudadanos venezolanos que hemos pedido darle prioridad al TIAR y a la necesidad de invocar una cooperación militar. Por favor, siéntase libre de compartir este corto escrito cada vez que alguien le diga: «¿Y tú qué propones?», por el simple hecho de mostrar su frustración al ver que el chavismo sigue dominando nuestras vidas tras 20 años.
Meses atrás escribí que Guaidó nada tenía que hacer en Venezuela, que nada logra en Caracas agitando marchas y diciendo que Maduro está derrotado y aislado, comenzando por el simple hecho de que esto es falso y solo es un discurso populista. Desde hace tiempo que Juan Guaidó debió haber partido al exilio, preferiblemente a Estados Unidos, a negociar directamente con los aliados la liberación del país.
Ahora bien, es cierto, Trump ha mostrado los últimos meses poca determinación para intervenir Venezuela; esto se debe en gran parte al fiasco del 30 de abril y la desconfianza que surge en la coalición “opositora” actual que le vendió a los Estados Unidos la idea de que con la sola presión, Maduro desertaría. Esto no ocurrió y marcó uno de los principales fracasos en política exterior de Trump. Tras esto, Estados Unidos ha mantenido respaldo al gobierno interino, y deben hacerlo, pues Maduro es uno de sus principales enemigos, pero esto no quiere decir que el respaldo sea unánime hacia la figura de Juan Guaidó. El respaldo es a la presidencia de la Asamblea Nacional, que hoy recae en Guaidó, pero mañana podría ser otro.
Mi propuesta y la de muchos venezolanos en el corto plazo es simple: el presidente de la Asamblea Nacional y, por ende, el presidente encargado de Venezuela, debe en primer lugar declarar abiertamente que de la tiranía de Maduro no se puede salir con elecciones, y que su estancia en el poder es un riesgo de seguridad enorme para toda la región, tal como se comprueba con lo ocurrido recientemente en Chile, Ecuador y Colombia, sumado a sus ya conocidas alianzas con los grupos terroristas árabes y el financiamiento y soporte a las guerrillas paramilitares colombianas.
Es menester evidenciar que Maduro dejó de ser hace tiempo un problema solo de los venezolanos, para que el mundo comprenda que es una amenaza global, que se apoya a su vez en aliados internacionales que están dispuestos a destruir lo que haya que destruir para expandir sus dominios. El discurso en ese sentido tiene que ser punzante, constante, aguerrido y pedir abiertamente una ayuda militar que saque a los usurpadores de Miraflores.
En segunda instancia, quien comande el pedido de ayuda militar, debe a su vez justificar la inversión tanto monetaria como militar, de las fuerzas que vayan a imponer el orden en Venezuela. Donald Trump dijo durante su campaña que Estados Unidos no volvería a participar en guerras que no fueran lucrativas para su país. En ese sentido, debe prepararse un plan que otorgue a los países que colaboren con tal propósito, incentivos para su intervención. ¿A qué me refiero con incentivos? El gobierno interino debe otorgar las concesiones comerciales, contratos y garantías, de que los países que presten sus fuerzas para liberar a Venezuela, tendrán preferencia y ciertas exclusividades en la explotación comercial de petróleo y otros recursos minerales venezolanos, además de privilegios tributarios para futuras inversiones en el país, en diferentes campos económicos, incluidos el turismo, hidrocarburos, entre otros.
La tercera fase es insistir en los planteamientos. Presentar las propuestas, conversarlas, iniciar una campaña mundial, visitando los parlamentos de los países que reconocen al gobierno interino, para hablar a favor de la necesidad de intervenir militarmente en Venezuela y acabar no solo con la tragedia de los venezolanos, sino con la amenaza regional y mundial que representa la tiranía de Maduro.
Cuarta fase: finiquitar las negociaciones y anunciar la arremetida militar. En ese escenario pueden pasar dos cosas: la más probable, finalmente los miembros de la dictadura desertarán asustados, o habrá enfrentamientos hasta acabar con Maduro. Yo en lo personal, no creo ni que se tenga que disparar una bala. Considero que la sola aparición de los componentes dispuestos a la intervención hará que Maduro y compañía abandonen el barco, pero la amenaza tiene que existir, y lo que es más importante, debe haber realmente la capacidad y la intención de usar la fuerza si los tiranos deciden no rendirse.
¿Será fácil? Seguramente no. ¿Será sencillo convencer a los países? No lo sabemos. Por tal razón es necesario que las acciones arranquen de inmediato. El discurso que pida una coalición militar. Y que a su vez, los lobistas y negociadores comiencen a brindar a los gobiernos las concesiones comerciales que les permita meditar la intervención y asumir los costos de la guerra, sabiendo que al cabo de un par de años tendrán su inversión devuelta con creces y una región más segura.
A mí realmente no me interesa si estas acciones las ejecuta Guaidó, algún miembro de la fracción 16—J, Borges, María Corina o fulano el de la esquina, lo que me interesa es que se realice y saquemos al chavismo de nuestras vidas para siempre. Y, por supuesto, cualquiera que evite o detenga las verdaderas acciones que pudiesen permitirnos salir de la tiranía, tendrá mi repudio, llámese como se llame. Por ende, si Juan Guaidó quiere recapacitar y hacer las cosas bien, bienvenido sea, si por el contrario no pretende hacerlo, lo mejor es que se haga a un lado.
¡Eso es lo que propongo, o mejor dicho, eso es lo que proponemos miles, millones de venezolanos!