Todos hemos crecido engañados. Nuestras infancias y adolescencias han sido influenciadas por ídolos de cartón. El dominio cultural de la izquierda es y ha sido inexpugnable en el último siglo. Pero no es tan fácil abrir los ojos de millones de personas; estos grupos de poder continúan imponiendo su agenda comunista/socialista, hoy disfrazada de progresismo, y cada vez penetran más en comunidades que creíamos impenetrables, como es el caso de los Estados Unidos.
A mí también me sucedió. En mi adolescencia tardía todavía no comprendía muy bien qué era eso llamado “neoliberalismo”, pero lo tomaba como algo malo porque en Venezuela se referían al “paquete neoliberal” de Carlos Andrés Pérez como el causante de las protestas que derivaron en el caracazo y dejaron cientos de muertos. Ya en la universidad, cuando veía los cursos de economía en la facultad de derecho, se me presentaba el espectro ideológico desde Marx hasta Keynes, y ahí como que moría todo, me estaban dando a elegir entre el comunismo y la socialdemocracia. Tuve una visión particularmente sesgada donde nunca me mostraron a Hayek o Mises. A pesar de que detestaba el socialismo debido al chavismo, no entendía realmente a fondo en qué consistía y quiénes y cómo se defendía. En ese momento observaba como descabellados radicales a aquellos que veían comunistas infiltrados en todas partes; asumo que hoy en día muchos adolescentes me verán así a mí también.
The New York Times junto a un conglomerado gigantesco de medios han colaborado bastante para presentar esta falsa matriz de luchas entre diversas izquierdas, disfrazado de imparcial, lleva más de un siglo apoyando el comunismo, ocultando sus muertes e intentando destruir el capitalismo que ha hecho de Estados Unidos de América la nación más poderosa del mundo.
A mis 20 años leía los artículos de opinión del New York Times y sentía una admiración profunda, soñaba con escribir algún día en el quizás más prestigioso diario del mundo, pero no entendía nada. La propaganda de izquierda disfrazada de imparcialidad me envolvía, y creo que de no ser por el chavismo y todas las asquerosidades que me hizo vivir a mí, a mi familia y amigos, y de no ser por haber observado cómo el socialismo destruyó las calles, los servicios públicos, los hospitales, los aeropuertos, la educación, las empresas, la economía y absolutamente todo lo que en algún momento existió en Venezuela, hoy probablemente sería otro de esos idiotas que envía tuits desde un iPhone en un Starbucks diciendo que el capitalismo apesta, basándome en los artículos del diario estadounidense y los “increíbles estudios” y teorías “imparciales” de premios nobel de economía como Stiglitz y Krugman, quienes lo único que hacen es utilizar tecnicismos académicos y económicos para impulsar el socialismo/comunismo.
Pero esta hegemonía de la izquierda no empezó hace un par de años o décadas, hace cien años ya The New York Times estaba encubriendo los crímenes del comunismo. Walter Duranty, corresponsal del diario que se había hecho famoso por sus entregas sobre la Primera Guerra Mundial, fue enviado a Rusia a cubrir el nacimiento de la Unión Soviética un par de meses antes de la llegada de Lenin al poder. Durante años cubrió la fuente rusa, alabó el primer plan quinquenal de Stalin de colectivización de las tierras, ese mismo que causó el Holodomor, una hambruna que mataría al menos a ocho millones de ucranianos. Pese a esto, para Duranty lo que estaba ocurriendo en Rusia era fantástico, y así se lo reportó en Estados Unidos. Tanto que sus crónicas sobre la “fantástica” revolución soviética le valieron el Premio Pulitzer en 1931. «Cualquier informe de hambruna en Rusia es hoy una exageración o propaganda maligna. No hay hambre o muertes por inanición», aseguró el periodista tras recibir uno de los máximos galardones del periodismo.
Más adelante se seguirían descubriendo casos en los que se evidenciaba la protección del periódico estadounidense a dictaduras comunistas y despotricando contra cualquier gobierno que no siguiera la senda del socialismo/comunismo. En la década de los 70, la KBG logró con éxito una campaña de desinformación llamada “Operación Tucán”, en la que infiltraron diversos periodistas en The New York Times con el propósito de proteger a los aliados rojos. Producto de ello, en 1976, el diario publicó 66 artículos sobre violaciones de derechos humanos por la dictadura de Augusto Pinochet en Chile, en la que se produjeron aproximadamente unos 3 000 desapariciones y asesinatos en dos décadas, y solo publicaron 4 artículos bastante tibios sobre los Jemeres Rojos de Camboya, el partido comunista encabezado por Pol Pot, quien lideró un genocidio contra su propia gente, con más de dos millones de camboyanos asesinados en menos de 5 años. En promedio, los comunistas asesinaban 400 000 personas por año, mientras que el régimen de Pinochet desapareció o asesinó a unas 150 personas anualmente, que no es en lo absoluto justificable, pero para el diario neoyorkino era 16 veces más grave lo de Chile, a pesar de que los comunistas asesinaban en tres horas, lo que el régimen de Pinochet en todo un año.
Hoy The New York Times continúa en la misma senda, dando tribuna a una visión parcializada de la sociedad. De hecho, en el 2018 publicaron un artículo felicitando al padre del comunismo con el título Happy Birthday, Karl Marx. You Were Right!, impulsando bajo su prestigioso nombre las cancérigenas ideologías de izquierda, atacando de manera constante al sistema económico que le ha permitido crecer, expandirse y sostenerse en el tiempo, con una nómina robusta y bien pagada.
Este diario, que ya tiene más de un siglo protegiendo a comunistas, en los últimos días se ha puesto a favor de la anarquía dentro de los Estados Unidos. Ha utilizado su influencia en la sociedad para segregar aún más a los estadounidenses, para avivar el odio generado por el racismo y sembrar la destrucción, alentando o aprobando con sus publicaciones el vandalismo hacia las figuras de George Washington, Abraham Lincoln, los padres fundadores de los Estados Unidos de América, y casi promoviendo la destrucción del Monte Rushmore.
Mount Rushmore was built on land that belonged to the Lakota tribe and sculpted by a man who had strong bonds with the Ku Klux Klan. It features the faces of 2 U.S. presidents who were slaveholders.https://t.co/pHmJScnYbb
— The New York Times (@nytimes) July 1, 2020
Nuestro gran problema como sociedad en Occidente es que no hemos logrado advertir de manera adecuada los grupos de poder que conforman una agenda para proteger los intereses de Rusia y China en este hemisferio. No hemos sido capaces de abrirle los ojos a una mayoría sobre el verdadero propósito de todos estos organismos, medios de comunicación y personas influyentes.
Como empresa privada The New York Times tiene, por supuesto, todo el derecho a representar y difundir las ideas que estime conveniente, eso nadie lo pone en duda, pero es nuestra tarea abrirle los ojos al mundo para que comprendan que al leer dicho diario, al The Washington Post o mirar los noticieros de CNN, no están leyendo información objetiva, están es recibiendo cápsulas ideológicas de izquierda en cada frase.
Durante décadas, en nuestro continente hemos estado infiltrados por agentes rusos, cubanos y, hoy también, iraníes. Hay mucho odio hacia los Estados Unidos, que se expande principalmente en los propios norteamericanos debido a la versión que durante años les han vendido estos grupos de poder. Sin embargo, nosotros, los que hemos visto el otro lado de la película, los que hemos sufrido en carne propia el socialismo y hemos entendido cómo buscan manipular a las poblaciones para dominarlas y pisotearlas, tenemos no solo el deber, sino la obligación moral de abrir los ojos de quienes han sido instrumentalizados por la izquierda, para así poder construir sociedades más ricas, más prósperas, más justas y exterminar los colectivismos ideológicos que tanto daño le han hecho a la humanidad.