EnglishEl gobernador de Puerto Rico, Alejandro García Padilla, anunció este lunes la poco sorprendente noticia de que no competirá para las elecciones de 2016. Así pasará a engrosar la lista de gobernadores de la isla que no sobreviven a su primer mandato. Al final, fueron los mismos motivos que lo convirtieron en gobernador los que ahora lo condenan a su salida. Mientras tanto, miembros de su partido le reclamaron en las últimas semanas que dé un paso al costado. Más de esto en un momento.
Todo comenzó con Sila Calderón (2001-2004), la primera mujer gobernadora de la isla y en la opinión de muchos (incluida la de este autor) una de las peores que se hayan visto. Decidió no postularse a un segundo mandato luego de una serie de eventos que expusieron su vida personal, incluido un divorcio muy publicitado y un segundo matrimonio mientras ejercía el cargo. Su sucesor, Aníbal Acevedo Vila (2005-2008), enfrentó cargos federales por corrupción y fue juzgado durante su Gobierno. Aunque no fue condenado, el candidato Luis Fortuño lo derrotó en las elecciones y le impidió acceder a un segundo mandato.
Fortuño (2009-2012), por su parte, intentó corregir el desproporcionado tamaño del Gobierno de la isla, despidiendo a miles de trabajadores estatales. Como contrapartida enfrentó miles de protestas y huelgas del sindicato. Y así fue como García Padilla llegó al poder.
García Padilla se alineó con los sindicatos y prometió congelar los despidos a los empleados públicos. A cambio, aumentó y aumentó impuestos hasta el cansancio. También incrementó las tarifas de agua y energía, pero ni siquiera esto le permitió no tener que despedir a algunos empleados. A medida que decenas de miles de puertorriqueños escapaban de una isla hundida en una prolongada y difícil recesión, García Padilla no tuvo otra opción que la de cerrar escuelas.
[adrotate group=”7″]Sus medidas, que incluyeron la aprobación de legislación de emergencia para recortar el gasto y reducir beneficios sindicales (algo que no alegró mucho a los sindicatos), también fracasaron en frenar el aluvión de déficit y la monstruosa deuda, oficialmente de US$73.000 millones, que asfixia al país. Al final, jugó sin éxito todas las cartas políticas que tenía en su poder. Sus políticas fracasaron porque, al igual que en otros casos del pasado, no se enfocaron en los problemas esenciales de la isla.
Optó por declarar “impagable” la deuda pública y comenzó a culpar a los fondos de inversión y al Gobierno federal de EE.UU. por los problemas en la isla. La Mancomunidad comenzó un lento proceso de cesación de pagos, prolongó hasta el máximo las negociaciones con los acreedores y ahora presiona para que el territorio pueda resguardarse en la legislación federal de bancarrotas.
Para empeorar más las cosas, se revelaron este año varios casos de corrupción que incluyeron la firma de contratos especiales para desviar fondos federales educativos hacia organizaciones vinculadas con su partido. Además, recientemente fue arrestado uno de los principales recaudadores de su partido y otros allegados a su Gobierno en un caso que promete dar que hablar durante las próximas semanas.
En un debate contra Fortuño, en la antesala a las elecciones a gobernador de 2012, García Padilla le reclamaba que “no sea cobarde” mientras le exigía un pedido de disculpas a un empleado despedido por las políticas de Fortuño.
El pueblo de Puerto Rico aún está esperando que el propio García Padilla brinde sus disculpas. No lo hizo ni durante el anuncio de que no buscaría un segundo mandato.
Mientras esta semana muchos de los potenciales candidatos a gobernador afilan sus navajas para aprovechar el vacío político, yo insto a los candidatos de todos los partidos a comenzar a diseñar planes claros y concisos sobre cómo intentarán solucionar los problemas de la isla.
Y más importante, sin importar la afiliación política, llamo a que los votantes de Puerto Rico exijan un plan en ese sentido. Hasta el momento, la única persona que ha brindado detalles es la candidata independiente Alexandra Lúgaro. En mi opinión el plan se queda a mitad de camino, pero al menos está apuntando en la dirección correcta.
Un nuevo gobernador no modificará la situación de Puerto Rico, al menos no hasta que el Gobierno puertorriqueño fundamentalmente cambie la forma en la que opera y a quién culpa y responsabiliza por sus propios fracasos.