
Del Banco de Inglaterra a la Reserva Federal y el Banco Europeo, los bancos centrales son un experimento que fracasó como el socialismo. Y por las mismas razones. El dinero es una institución evolutiva que emerge de la acción pero no de la voluntad humana. Es clave de un complejo orden espontáneo que supera nuestra capacidad de planificar. Interferirlo ocasiona negativas consecuencias impredecibles que exceden el bien que intentaron alcanzar y rara vez alcanzaron.
La función inicial y justificación del monopolio bancocentralista sobre la acuñación y la emisión de papel moneda, fue mantener tipos de cambio fijo mediante el patrón oro. Pero degradaron el patrón oro. Pronto declararon temporalmente inconvertibles y de curso legal sus billetes y devaluaron al restablecer la convertibilidad. Hasta que esa temporalidad la hicieron permanente.
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Con la ficción de usar la divisa de la economía más grande como reserva de emisión. Una cosa era mantener moderadas reservas de divisas de aquellos con los que se comercia –Pagar en dinero local será muy útil si hay razones para desconfiar de su respaldo en oro– Otra muy diferente emitir billetes pagaderos al portador en oro, con respaldo de la misma promesa de otro banco central, en lugar del oro. La mayoría de los bancos centrales dependieron primero de la libra esterlina y luego del dólar americano.
La centralización de la emisión de papel moneda pretendió limitar la capacidad del sistema bancario para inflar circulante, nada más ingenuo, se hace mediante el crédito. Tras un largo camino de promesas incumplidas a mediados de los ´70 Nixon dio el tiro de gracia al patrón oro divisa. Sin anclaje los bancos centrales saltarán entre cambio variable y control de cambio. Emitiendo dinero fiduciario la realidad les impuso la reserva en divisa internacional; bien con el anclaje fijo de las viejas juntas monetarias –modelo que exitosamente mantiene Hong Kong– o devaluando para diluir la decreciente reserva entre el creciente circulante.
Fiduciarias realmente son las divisas en las que las personas confían. El curso legal llega a la frontera del emisor. La gente confía, a corto y mediano plazo, en el dólar americano, el Euro y el Yen, más o menos en ese orden. Cuando desconfía a corto plazo de grandes divisas de reserva, se refugia en el Franco Suizo o el oro. Largo tiempo atrás confiaban en divisas hoy destruidas como el bolívar venezolano. Tenemos economías emisoras de divisa de reserva, que compra en mercados internacionales. Tenemos economías importadoras de divisa de reserva, que emiten moneda exclusivamente local. Es notable que economías relativamente pequeñas puedan emitir divisas que pese a no prevalecer en el comercio internacional se acepten y usen por inversionistas de todo el mundo. Que ya se limite prácticamente al Franco Suizo es porque se emite en la única economía relativamente pequeña –de las más libres y prosperas del mundo– cuya institucionalidad hacer funcionar un banco central mejor que las mayores economías del planeta.
Pero todos lo han hecho mal. La pérdida de poder de compra del dólar americano a largo plazo es abrumadora y se aceleró desde que se creó la Reserva Federal. En cerca de un siglo ha perdido la capacidad de compra que el bolívar fuerte venezolano perdió en 8 años, antes de entrar en hiperinflación. Si el dólar, la Libra, el Yen o el Euro puramente fiduciarios parecen buen dinero, es porque el resto es muy malo. Nunca faltan hiperinflacionarios desastres como el del bolívar. Pero incluso las divisas fuertes de hoy distan de ser buen dinero. Parecen serlo porque en tierra de ciegos, el tuerto es rey.
Aunque con patrón oro casi todos los bancos centrales pudieron emitir dinero de la calidad que hoy emiten únicamente los de países desarrollados –sin suspender la libre convertibilidad y establecer controles cambiarios era imposible un desastre monetario entonces– eso terminó sin patrón oro. Hoy, como explica el economista Steve Hanke “Los bancos centrales en los países en vías de desarrollo casi no tienen campo para la política monetaria discrecional porque deben crear suficiente inflación para financiar los déficits presupuestarios.” Pero, incluso, los de países desarrollados han mostrado que la política monetaria es incapaz de controlar ciclos económicos. Los medios que usan para intentarlo más bien parecen hacerlos más severos. Que podrían lograr eso libres del ancla del patrón oro fue la justificación de la academia y la burocracia para eliminarlo. Se eliminó y la política monetaria ni evita ni controla los ciclos.
La mayoría de los bancos centrales del mundo surgen en países subdesarrollados tras la II guerra mundial. Período en que economías prácticamente desarrolladas de Hispanoamérica, como Venezuela, Argentina y Cuba, involucionaran hacia el subdesarrollo con variantes del socialismo, planificación económica centralizada, monopolio del Estado sobre sectores estratégicos y crecimiento hacia adentro. Período en que la generación de Bandung transformó prosperas y pacíficas colonias en conflictivos y míseros países soberanos por esos mismos medios.
Investigar los bancos centrales del tercer mundo es ver su incapacidad de mantener la libre convertibilidad y el poder de compra a largo plazo. Hay períodos buenos. Éxito temporal notable. Pero en un momento u otro todos fracasan. Un Banco Central independiente es casi imposible. Sería una empresa privada con monopolio legal sobre el dinero sin que intervenga el Estado para financiarse. ¿Para qué otorgarían y defenderían tal privilegio los políticos sin beneficiarse del mismo?
Hay bancos centrales que no han dejado de ser parcialmente privados, incluso ahí los Estados suelen nombrar sus juntas directivas. En países desarrollados los bancos centrales fracasan a largo plazo mientras degradan poco a poco la calidad del dinero. En países en desarrollo fracasan a corto plazo. Control de cambio, devaluaciones, inflaciones y hasta hiperinflaciones. Aunque la mayoría de los economistas se empeñe en negarlo, lo cierto es que los bancos centrales generalmente han servido al interés de pocos a costa del daño de muchos y sin lograr realmente los objetivos para los que fueron creados.