¿Cómo y por qué ideas que únicamente traen destrucción material a moral donde quiera que se impongan se difunden y popularizan generación tras generación en el mundo? La pregunta es la clave del futuro de la humanidad. Tratamos con una mentira inmune a la verdad, una creencia falsa que se extiende una y otra vez sin que la muerte de sus millones de víctimas inocentes importe a quienes la difunden. Que el socialismo es inmune a la verdad es un hecho histórico. Derrotarlo pasa pues por entender cómo y por qué logra serlo, una y otra vez.
El atractivo emocional de la mentira
La primera vez que escuche que para derrotar la mentira socialista “dato mata relato” fue de un buen amigo liberal chileno. Esto es lo que hacen la mayoría de las pocas organizaciones académicas y divulgativas comprometidas con la defensa del libre mercado y el Estado de Derecho como vía a la paz y la prosperidad. Suena bien, pero no funciona.
Es el relato el que mata al dato. La mentira con carga emocional para obnubilar la razón, simplificada para no pensar, y anclada en atavismos ancestrales no se derrotará con datos reales, ni simples ni complejos. Los socialistas lo saben. Quienes los enfrentan se niegan a verlo.
La debilidad emocional de la verdad
Antes de entender cómo y por qué es inmune la idea socialista a la verdad, hay que entender cómo y por qué quienes la combaten se niegan a verlo. Es por apego emocional al “poder de la razón” que es poderosa, pero no lo suficiente como para superar por sí sola el apego emocional a la mentira en la mayoría de los hombres. Quienes hoy defienden la libertad generalmente llegaron a tal convicción por la razón, y como así entendieron la naturaleza destructiva del socialismo y la realidad de la economía de libre mercado, intentan extrapolar su propia experiencia al resto de la humanidad. Su mensaje llega mayormente a oídos sordos.
Algunos que en el pasado fueron socialistas radicales –pues todos o casi todos lo fueron en sentido amplio en algún momento– tendrían la ventaja de conocer las entrañas del monstruo al que una vez adoraron y ahora enfrentan. Pero aceptar que la vía por la que llegaron a la verdad es la de una minoría es una realidad tan terrible que adentrarse en sus implicaciones es abrumador. La verdad es débil, la mentira fuerte y por ello es el relato el que mata datos, nos guste o no.
Socialismos enfrentados
Más de una vez he tratado en esta columna sobre los atavismos ancestrales en los que se ancla emocionalmente la inviable idea socialista y otras tantas sobre la mentira como herramienta clave del mensaje socialista. Hay que regresar sobre estos temas, una y otra vez, de una y otra forma, sin prisa y sin pausa, porque la primera y más importante clave del éxito de la mentira socialista es la repetición. Joseph Goebbels, el ministro de propaganda del nacional-socialismo alemán sistematizó en sus once principios de la propaganda las prácticas que todas las fuerzas socialistas en pugna –contra el capitalismo y entre ellos mismos– conocían y usaban de largo tiempo atrás. La novedad era que aquél momento habían llegado al poder en al menos tres Estados, dos bloques de fuerzas socialistas ferozmente enfrentadas entre sí, el socialismo soviético que tomó el poder sobre el imperio ruso creando al imperio soviético, el nacional-socialismo alemán y lo que finalmente resultó en la guerra un tigre de papel, el fascismo italiano –la otra versión nacional del totalitarismo socialista enfrentada al modelo soviético–. El bloque nacional-socialista fue derrotado en la lucha por la hegemonía dentro del propio socialismo.
La mentira mil veces repetida
Que los socialistas sean tan exitosos en imponer su idea como para luchar a muerte entre ellos por la hegemonía no es un dato menor. La clave está en lo que todos los socialismos tienen en común. No es otra cosa el atavismo ancestral de la envidia a la que trastocan de vicio en virtud moral mediante la manipulación intelectual y emocional del resentimiento envidioso. Esa es la base de todo socialismo. Y a eso se reduce finalmente todo socialismo. Pero trastocar el vicio en virtud depende ante todo de la repetición creativa.
Goebbels no escribió exactamente “una mentira mil veces repetida se transforma en verdad” como Maquiavelo no escribió “el fin justifica los medios”, pero tales frases resumen aspectos claves de su pensamiento. La idea de la mentira incesantemente repetida no es otra que la de la saturación, lo que se escucha incesantemente, una y otra vez, de una y otra forma, en todas partes, termina por ser aceptado. No se trata de simplemente repetir una frase, sino de repetir una idea, un concepto, una mentira, no mil veces sino millones de veces y de mil formas diferentes. Los objetivos son varios:
- de una parte, pasar falsedades de bulto por verdades aceptadas sin crítica por pura y simple saturación al transformarlas artificialmente en conocimiento generalmente aceptado por el mero hecho de estar ampliamente difundido;
- de la otra, insertar principios generales de la doctrina y las principales creencias falsas socialistas en la cultura llegando a trastocarlas en lo que para el común será justamente un falaz “sentido común”;
- y finalmente la más importante, modelar el lenguaje mismo haciendo que la mera expresión implique inevitable e involuntariamente el enaltecimiento de la mentira y el escarnio de la verdad.
Eso y no otra cosa es lo que debemos enfrentar con nuestro propio relato, aquel en que la verdad de los datos se ancle en emociones, sueños y anhelos capaces de superar los atavismos ancestrales que todos llevamos dentro. Queda por ver si acaso los pocos que pueden y deben hacerlo podrán primero comprender y enfrentar cara a cara a esos atavismos ancestrales dentro de sí mismos para lograrlo.